Guerra Civil, Franquismo y transición

Como sé que estas anécdotas os gustan, ahí va. Ahora mismo mi madre y hermano hablando otra vez de política por teléfono. Más o menos le he escuchado decir, "he estado leyendo unos artículos en la wikipedia sobre la vida de Franco y lo que pasó fue que los generales se alzaron para acabar con el gobierno de izquierdas, porque la derecha son tan hijos de puta que para evitar que gobierne la izquierda son capaces de matar gente". No es exacto, pero más o menos es lo que he entendido :lol
 
Le he dicho a mi madre que le preguntara que si tanto prefiere la radio a la tele, que si escucha a Alsina. Ha contestado que ha escuchado un poco todas las emisoras y la SER es la más profesional, y que él ya identifica bien cuando se equivica cada uno.
 
El problema es que además es de esas personas convencidas de llevar la razón, de hablarte desde una posición de alguien con estudios y lecturas que se dirige a unos pobres incultos que no se dejan aconsejar. Siempre he tenido mala relación con él por ello.
 
Me parece casi lo normal, es lo mismo que pensaba yo hasta que se me ocurrió abrir un libro de historia de España que no fuese un libro de texto escolar. Por ejemplo, yo salí de la escuela creyendo que durante la dictadura el gallego había estado prohibido y perseguido, hasta que cojo un libro de historia de literatura gallega y descubro que la editorial Galaxia, que solo publica libros en gallego, se fundó en 1950 y que el Día de las Letras Gallegas lo creó la Real Academia Galega en el año 1963. Por no hablar de que si hubiese sido una lengua tan perseguida Galicia hoy no tendría una población rural que sigue siendo mayoritariamente gallegohablante.
 
Mismo caso el mio con el valenciano. Asistí estupefacto a como se afirmaba sin rubor que se le persiguió durante la dictadura, cuando TODOS los recuerdos de mi infancia mientras Franco vivía de mis estancias en Castellón eran en Valenciano. La gente, los comercios, la prensa, absolutamente todo. Coño, hasta la policía hablaba en valenciano (un familiar era policía, y otro guardia urbano, y jamás los escuché hablar en castellano).

Menuda persecución de mierda.
 
Algún día descubrirás que, aquí, todos somos un personaje. Normalmente bastante alejado de lo que somos en la vida real.
 
Te aseguro que fuera de internet no hablo de política con nadie ni trato de convencer a nadie de nada. Por supuesto, en mi fuero interno, yo creo llevar la razón como todo hijo de vecino, sobre todo cuando la persona de enfrente me dice que para informarse lo mejor es la SER y que la izquierda es la ideología del obrero. No hace falta rascar mucho en un debate para saber que yo me he procurado informar de cosas que otros no. No voy a pecar por tanto de relativista y pensar que toda opinión tiene la misma valía detrás, cuando todas las opiniones no cuentan con la misma base de información.
 
En el foro somos lo que realmente somos. Sin cortesías ni mierdas.

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Las batallitas del abuelo
Jesús Laínz


Para explicar la necesidad de la nueva dosis de enfrentamiento entre españoles llamada Ley de Memoria Democrática, la ministra comunista Yolanda Díaz ha declarado en el Congreso, con pulso alterado y gesto crispado, que su padre sufrió las cárceles franquistas. Con ello Díaz ha demostrado ser una fiel continuadora de José Luis Rodríguez Zapatero, que solió utilizar el fusilamiento de su abuelo como argumento político, costumbre muy extendida entre los izquierdistas y curiosamente muy poco practicada por los que se supone que están en la orilla política contraria.

Pero todos tenemos abuelo. El mío paterno, por ejemplo, Manuel Laínz Ribalaygua, dio con sus huesos en la checa que regentaba el socialista Manuel Neila en la calle del Sol de Santander, bajo los siguientes tres cargos: capitalista, monárquico y católico. Respecto al primer crimen, mi abuelo manifestó que, efectivamente, con sus fábricas daba de comer a varios cientos de familias. Lo de monárquico lo despachó con un “ni fu ni fa”, y en cuanto a lo de católico, confesó que “ciertamente, de misa diaria”. Lo tuvieron un par de días interrogándolo hasta que, en medio de la noche, le dijeron que se fuera a su casa. Pero en el momento de dirigirse hacia la puerta le cogió del brazo un miliciano:
–Don Manuel, usted no me conoce, pero soy Fulano, el marido de Zutana, que trabaja en su fábrica de colchones. Además, es usted el padrino de bautizo de mi hijo. Ni se le ocurra salir, porque le van a pegar dos tiros en un callejón antes de que llegue a casa. Venga conmigo a mi despacho, métase en el armario y no se le ocurra moverse en toda la noche.
A la mañana siguiente, con el sol ya alto, el buen miliciano aprovechó un momento sin vigilancia para sacar de la checa a su protegido.
–Váyase a su casa y no salga de ella hasta que entren los suyos.
Su hermano José María lo pasó bastante peor. Detenido por dar catequesis a los niños de su parroquia, acabó en el barco-prisión Alfonso Pérez, donde el 27 de diciembre de 1936 fueron asesinados ciento sesenta presos derechistas. A él no le tocó en el pito, pito, gorgorito con el que eligieron los destinatarios de una bala en la cabeza. Después fue enviado al batallón disciplinario encargado de cavar trincheras en el puerto del Escudo, con los pies encadenados durante varios meses. Pasó tanta hambre que desarrolló la curiosa facultad de contar los garbanzos en su caída desde el cucharón hasta el plato. Mi padre se moría de risa recordando que casi nunca fallaba.

Su otro hermano, Martín, instalado en Barcelona para hacerse cargo de los negocios familiares allí ubicados, tampoco gozó de tranquilidad. Se las apañó a duras penas para evitar ser encarcelado por fascista, dejó testimonio del “Prohibido el 'usted' y el 'señor'” que presidía los tribunales populares e incluso se vio obligado, como todo el vecindario, a retirar el felpudo de la entrada, insoportable ostentación burguesa por la que los milicianos le advirtieron de que podría ser encarcelado.

Mi abuelo materno, Luis Fernández Martín, también pasó sus aventuras para salvar la vida. Como murió en 1945, siendo mi madre todavía muy niña, y dado que mi abuela debió de sufrir una especie de borrado selectivo de los recuerdos de aquella época, no he conseguido saber gran cosa de él. No se le conoció actividad política alguna, salvo que debió de ser vagamente eso que suele llamarse una persona de derechas. Mi abuela alguna vez mencionaba que fueron a por él por lo alto, guapo y bien plantado que era. Lo que sí sé a ciencia cierta es que tuvo que pasar varios días escondido entre los cadáveres de un hospital de sangre en el que mi abuela ejercía de enfermera improvisada. Cómo salvó la vida y lo que le sucedió durante el resto de la guerra lo ignoro.

Por la parte de mi mujer, mis suegros me han contado alguna vez cómo los jóvenes se tiraban de los camiones de reclutamiento forzoso y se escondían en los bosques para no tener que luchar en el ejército republicano; y cómo los milicianos confiscaban los ganados de los paisanos y organizaban, mientras éstos pasaban hambre, grandes comilonas en las que se divertían arrojando chuletones a los perros. Por eso casi todo el mundo, sin ideología alguna en su mayoría, recibió la entrada de las tropas nacionales como el regreso de la ley y el orden.

No podemos terminar esta pequeña historieta sin una última mención al chequista socialista Manuel Neila, de infausta memoria, cuyas manos, manchadas con la sangre de muchas decenas de infelices, también se dedicaron a acaparar joyas y dineros, delitos por los que fue detenido en 1938 en Francia, donde se había instalado tras su huida de Santander un año antes. Denegada su extradición, acabó sus días en México.

Nada de particular, como pueden ver, y unas historias que jamás se me hubiera ocurrido trasladar al papel de no ser por la insistencia de nuestros gobernantes en desenterrar las historias bélicas de sus abuelitos.

Abuelitos tenemos todos, y aventuras parecidas a éstas, y mucho más trágicas, pueden ser contadas por millones de españoles que tuvieron a sus familiares en ambos bandos. Sin embargo, es dudoso que sean tantos los interesados en hacer de las historias de sus abuelos asunto de debate político en el siglo XXI, con la enorme cantidad de problemas muy actuales, muy serios y muy urgentes que hay que resolver.

No parece que nuestros dirigentes izquierdistas se hayan dado cuenta de ello, pero todos tenemos abuelos y padres que sufrieron en aquellos duros años. Eso nos iguala a todos los españoles. Pero hay una característica que distingue a los dirigentes izquierdistas de los españolitos de a pie, especialmente de ésos que no pertenecemos a su secta de resentidos: nosotros concebimos la política como el arte de servir al bien común aquí y ahora, no como el instrumento para agitar rencores y obtener venganza por hechos acaecidos hace un siglo.
 
Abuelitos tenemos todos, y aventuras parecidas a éstas, y mucho más trágicas, pueden ser contadas por millones de españoles que tuvieron a sus familiares en ambos bandos.
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nosotros concebimos la política como el arte de servir al bien común aquí y ahora, no como el instrumento para agitar rencores y obtener venganza por hechos acaecidos hace un siglo.


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Por mucho que lo llamen reparación en realidad es solo eso, agitar rencores y obtener venganza, y es que como dice el artículo, abuelos e historias tenemos todos. A esos que suelen responder con " a los otros ya los repararon en la dictadura" son para mandarlos a la mierda y más allá, puesto que demuestran que lo suyo es solo rencor.
 
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Me parece que el vino se le ha subido a la cabeza, ya delira.
 
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