Se me olvidaba:
Aquí discrepo mucho. El protagonista no va aleccionando a los demás como algunos altaneros urbanitas de hoy en día -ya sean populistas, animalistas e incluso cinéfilos (ni de coña lo digo por ti, ojo)- que desprecian con insultos displicentes las opiniones contrarias. No da lecciones ni les dice a sus compañeros: "eres un desgraciado por matar o por comer carne" (o "si no te gusta esta película o tal director eres un bobo y un ignorante"). Siente un profundo respeto por el libre albedrío de los demás; por las decisiones que toman... y no se cree mejor que nadie. Su propia vida acaba siendo una lección de coherencia para cualquiera que la quiera recoger (y sin que tenga que compartir necesariamente sus postulados). En ese sentido se sitúa el plan de Dios: cada uno tiene una función, un cometido y el protagonista no es tan arrogante como para pensar que puede llegar a desentrañarlo.
Gibson hace cine para convertir al espectador en un creyente
Aquí discrepo mucho. El protagonista no va aleccionando a los demás como algunos altaneros urbanitas de hoy en día -ya sean populistas, animalistas e incluso cinéfilos (ni de coña lo digo por ti, ojo)- que desprecian con insultos displicentes las opiniones contrarias. No da lecciones ni les dice a sus compañeros: "eres un desgraciado por matar o por comer carne" (o "si no te gusta esta película o tal director eres un bobo y un ignorante"). Siente un profundo respeto por el libre albedrío de los demás; por las decisiones que toman... y no se cree mejor que nadie. Su propia vida acaba siendo una lección de coherencia para cualquiera que la quiera recoger (y sin que tenga que compartir necesariamente sus postulados). En ese sentido se sitúa el plan de Dios: cada uno tiene una función, un cometido y el protagonista no es tan arrogante como para pensar que puede llegar a desentrañarlo.