Howard Winchester Hawks.

Se podría decir que Águilas heroicas es una versión prehistórica de Top Gun, con las aventuras y desventuras de una compañía de vuelos comerciales de Nueva Jersey durante los primeros tiempos de la aviación posterior a la Gran Guerra, con la radiofrecuencia, la meteorología, los adelantos técnicos en los aviones, pero con el coraje de los pilotos y sus dotes para volar en condiciones climáticas adversas, prácticamente a ciegas, aún como activo principal. James Cagney hace un protagonista chulesco, bravucón y un punto insoportable, es decir, el típico temerario que además de ser un as de los cielos lo es con las mujeres; interpretación la suya quizá pasada de vueltas.

El film, de reducido presupuesto, prácticamente transcurre en un único escenario interior, comparable a una obra de teatro. Se basa en un diálogo a veces muy rápido y muestra las dinámicas tanto profesionales como personales de la gente de esta aerolínea; el jefe gritón e inflexible pero de buen fondo, la mujer que se queda en casa preocupada por su marido, los pilotos, más o menos aptos para tan ardua labor y más o menos veteranos (uno de ellos una chica, personaje quizá bastante moderno, al menos en comparación con el resto del plantel femenino), los chupatintas que controlan el negocio… así como diversos empleados y técnicos, entre ellos, la figura triste de un pobre tarado, a consecuencia de un accidente, que condensa la carga trágica de la película y actúa como profeta de un mal presagio.

Se dedica buena parte de la acción a forjar relaciones, sea de amistad y camaradería, de amor, con bromas, peleas, flirteos… un poco rancio o repelente por momentos, aunque despuntan ciertas tensiones subterráneas derivadas del pasado común que comparten estos tipos. Gana interés el asunto cuando nos metemos en la “misión” que sale mal, pues a partir de aquí los personajes ganan en densidad, surge el sentimiento de culpa y el cuestionamiento de ese gran héroe que en realidad tiene sus claroscuros, con alguna secuencia tensa realizada con apenas nada y una única escena de puro espectáculo visual (el accidente del avión estrellándose) donde debió de irse la pasta; la ventana del fondo de la sala a veces da cierto juego ambiental y marca el tono. También hay sentido del humor, aunque es un humor de señoras gordas y de maridos calzonazos, con muchas y estridentes frases-metralleta del jefazo mamón. Pero la tragedia se abate finalmente sobre estos hombres y mujeres, conforme el héroe, el super-hombre que sólo está hecho para su profesión (aunque tampoco es que le veamos lucirse mucho a los mandos) y que sólo puede morir pilotando, realiza un acto de rebeldía definitivo que es un acto de redención. Un sacrificio en pos del bien común, que los demás reciben con una actitud de absoluto estoicismo, de aguantar el chaparrón y seguir trabajando porque no queda otra, un gesto que casi es más emotivo que las lágrimas.


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Esta monografía sobre Hawks de Robin Wood es maravillosa, a la altura de su clásico sobre Hitchcock. La única pega es que Wood era marxista y a veces se cuelan en el análisis ciertos presupuestos dialécticos. Más allá de eso, es un estudio fascinante a nivel formal y temático de prácticamente toda su carrera.

Es densa pero esencial y fascinante, Wood describe casi todos los temas de las películas de Hawks: la profesionalidad e integridad de sus protagonistas, la amistad y el respeto mutuo entre los hombres, el aristotelismo a la hora de abordar la forma en que Hawks entiende la vida en comunidad (que Wood relaciona con Marx... y tiene razón, ya que Marx era en muchos aspectos un aristotélico que tradujo muchas de sus obras al alemán) y el estoicismo que muestran frente a la muerte.

Y cuando parece que no puede mejorar, Wood se centra en las teorías semióticas y postestructuralistas aplicadas a Hawks y extrae petróleo de la aridez. Muy recomendable.
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