Respuesta: 'HUGO' ("La invención de Hugo"): lo nuevo de Scorsese, en 3D
Bueno, vamos allá.
Scorsese quitándose una espinita
El rendir homenaje este año a los orígenes del cine es algo que me fascina por la iniciativa y sobre todo por la gallardía. Artist con el cine silente y Scorsese aquí con Meliès. (Luego está el asunto de los guiones, de donde procede la idea previa, que eso ya estaba en el libro y demás pero ya entendéis lo que quiero decir). Encima, se mete en el menester de hacer su primer filme para toda la familia y para más inri desde un cine pausado, sin más aventuras que el descubrir qué encierra ese autómata de mirada fija y qué tiene que ver con ese juguetero.
No es lo mismo que sea para todos los públicos que todos la acepten. Porque aquí no priman las aventuras infantiloides, ni monstruos, personajes imaginarios salidos de mundos de fantasía ni reinos mágicos de hadas envueltas en purpurina sonora. Es algo más serio aunque el tono sea idílico (esa fotografía casi en color sepia, evocando una época añorada) enfocado justo en uno de los escenarios más románticos posible: una estación de tren. Y encima con los orígenes del cine como telón de fondo: la magia de los orígenes del cine, nunca mejor dicho, donde trucos, atrezzos, inventiva, fantasía, perspectivas y demás jugaban con la inocencia pura y dura.
Es imposible negar que la propuesta visual, la ambientación, el diseño de producción de "La invención de Hugo", junto con la banda sonora y esa fotografía magistral hacen que sea un producto redondo en ese aspecto (sólo hay que ver los primeros minutos para rendirse a los pies de ese apartado). Incluso se puede percibir el aroma a la infancia rota de Dickens, donde un niño huérfano debe seguir ejerciendo el trabajo de relojero de su pariente más cercano, para no ser descubierto y a la vez poder seguir trabajando en su proyecto más ansiado: descubrir qué se esconde en el mecanismo de ese autómata mientras intenta evitar por todos los medios ser apresado por ese guardia para no ser enviado al orfanato.
Pero la parte visual no está en concordancia con la parte importante: el guión. O más que el guión las formas de Scorsese. La película está dividida en dos partes: la primera es la que condensa toda la referida a vida diaria en una estación. El automatismo de la maquinaria y el engranaje que avanza inexorablemente es perfecto. Incluso la colección de personajes, como elementos comunes que dan vida a esta película, es modélico en ese aspecto pero la forma de actuar del niño protagonista (incluso muchos momentos de Moretz) lastran demasiado el conjunto. Entiendo el enfocar directamente a los ojos de ese crío pero, sinceramente, es como enfocar un gato de escayola.
Ese niño no tiene vida ni las dotes necesarias para transmitir tristeza, profundidad emocional o la desolación de no conseguir sus intereses. Y si el peso de la película cae sobre él entonces hace que todo se desmorone. Y aunque tiene momentos conseguidos (la parte en la que consigue construir el mecanismo del ratón - la construcción del autómata - el aprendizaje de los trucos de magia por parte de Meliès) no consigue convencerme de haber sido la elección adecuada.
Y lo mismo podría decirse de la narrativa. Demasiado dilatada y por ende demasiado reiterativa para algo que no requiere tantos minutos. Lo que explica tampoco es carne de cortometraje pero desde luego le sobran muchos minutos (más de media hora). Pero como indicaba, la película se divide en dos partes y al igual que para disfrutar de una buena atracción hay que soportar una cola para adentrarse en lo que de verdad importa:
El mejor homenaje al cine y figura de George Meliès y una vez nos adentramos en su mundo (una vez entramos en su casa) la película se torna maravillosa. Empezando por un Ben Kingsley en estado de gracia - para el recuerdo esa entrega del pañuelo y su misterioso contenido - pero siguiendo por ese flashback que es puro cine, pura artesanía, una clase magistral de las formas que se empleaban antaño, todo muy bien orquestado y desde luego perfectamente planificado. El momento de contemplar, una vez más, "Viaje a la luna", ¡en color! es tan sublime que deja anodadado a cualquiera que siente un mínimo de respeto y cariño hacia el cine en general y silente en particular. Pero los momentos donde Marty repasa con esmero el cine silente con fragmentos varios de títulos emblematicos son de disfrutar todos y cada uno de ellos.
Es un correcto título, más serio y adulto (también influye quien está detrás de la cámara) pero desde luego no es el título que parecía ser la panacea al respecto. Y por extraño que pueda parecer, sintiéndolo mucho, no la coloco entre mis favoritas de Scorsese.