La evolución de la técnica es connatural a la humanidad, a la par que algo inevitable. Seguro que los tipos que afilaban huesos de animal en una cueva para usarlos en la caza o en la lucha, se cagaron en las muelas de los tipos que empezaron a poner una roca afilada en el extremo de un palo. Y de ahí, hasta hoy.
¿Cada vez que abrimos un documento de Office, nos acordamos de todos los fabricantes, vendedores y reparadores de máquinas de escribir que ya no existen? ¿Cada vez que bajamos una peli de Internet, o ponemos Netflix o Amazon vídeo, nos acordamos de todos los videoclubs que ya no existen? ¿Los laboratorios de revelado que no existen, porque las fotos se hacen con el móvil o una cámara digital? Subir en coche ya supone la ruina de la gente que antes fabricaba carruajes y criaba caballos, igual que la luz eléctrica llevaría al paro a muchos balleneros al no ser necesaria la grasa de ballena para fabricar velas.
Prácticamente todo lo que hacemos, se hacía antes de otra manera, y las personas que lo hacían, se vieron superadas por la evolución de la técnica, y sus oficios se volvieron, de repente, inútiles o innecesarios.
Recuerdo que en los años 90 fui con mis padres a una feria en Madrid, y vi por primera vez un ordenador conectado a Internet. En mi ciudad no creo que hubiera ninguno (un par de años después, llegaron los cyber cafés, y los ordenadores en las bibliotecas públicas). Volví flipando pepinillos, y comentándoselo a mis amigos... y la mayoría no compartieron mi entusiasmo. "Si eso es solo para trabajar". "Eso es como un periódico solo que lees en la pantalla". "Eso no tiene futuro"... etc.
Es tan natural la evolución de la técnica, como la resistencia de quienes les toca vivir dicha evolución, como la futilidad de dicha resistencia.