Ropit
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Duelle (1976). Parece mentira que, con la afición general que hay por el fantástico, esta película no sea muchísimo más conocida. Con su habitual metamorfosis fílmica, aquí Rivette arranca la película como un neo-noir elegantísimo, al contrario que en su posterior Secret Défense, muy estilizado y autoconsciente, para poco a poco ir estableciendo las reglas que rigen una mitología fantástica y tirarse de cabeza a ella en su segunda mitad con todas sus consecuencias y sin ningún tipo de complejo, una mitología de brujería comparable a las posteriores y magníficas Excalibur de Boorman o Conan de Milius, con sus rituales, sus encantamientos, sus objetos sagrados y, por supuesto, sus brujas. Además lo hace sin demasiadas explicaciones y recreándose en el aspecto visual de la cinta, muchas escenas parecen coreografías, la fotografía es un personaje importantísimo al ser la luz y la oscuridad los motivos que definen a las dos hechiceras y no menos importante es la música que acompaña a gran parte de la película, incluso con un pianista onmisciente que vemos de escena en escena tocando en directo.
Incluso cuando está inmersa de lleno en el fantastique en su segunda mitad, la película no se aparta en ningún momento del noir, con una atmósfera fantasmagórica y oscura (en una París desconocida y sorprendente) propia de ese tipo de películas, con unas localizaciones (atención maravilloso al bar y sus coreografías de danza con espejos por todos lados y el tenebroso y fascinante aquarium) que son lugares comunes del género (casas de apuestas, bares, hoteles, recepciones, puentes...) y, sobre todo, con una narrativa inequívoca del noir, una escena lleva a la siguiente y ésta a la siguiente acumulando misterio, dudas, ambigüedad, femmes fatales, asesinatos elípticos, encuentros casuales, mcguffins ... Todo ello lo hace Rivette para llevárselo a su terreno y provocar todas las combinaciones posibles de encuentros vis a vis entre sus 5 ó 6 personajes y recrearse en el lado teatral de esos diálogos sacando siempre todo lo que pueda e incluso reservándose, dentro de todo el artificio, el papel de la recepcionista como elemento naturalista en la trama.
Por último remarcar, como decía Rimini, la asociación con David Lynch en la dualidad rubia/morena de las enemigas, todo el onirismo de la película y los ya comentados códigos noir que la rigen.
Incluso cuando está inmersa de lleno en el fantastique en su segunda mitad, la película no se aparta en ningún momento del noir, con una atmósfera fantasmagórica y oscura (en una París desconocida y sorprendente) propia de ese tipo de películas, con unas localizaciones (atención maravilloso al bar y sus coreografías de danza con espejos por todos lados y el tenebroso y fascinante aquarium) que son lugares comunes del género (casas de apuestas, bares, hoteles, recepciones, puentes...) y, sobre todo, con una narrativa inequívoca del noir, una escena lleva a la siguiente y ésta a la siguiente acumulando misterio, dudas, ambigüedad, femmes fatales, asesinatos elípticos, encuentros casuales, mcguffins ... Todo ello lo hace Rivette para llevárselo a su terreno y provocar todas las combinaciones posibles de encuentros vis a vis entre sus 5 ó 6 personajes y recrearse en el lado teatral de esos diálogos sacando siempre todo lo que pueda e incluso reservándose, dentro de todo el artificio, el papel de la recepcionista como elemento naturalista en la trama.
Por último remarcar, como decía Rimini, la asociación con David Lynch en la dualidad rubia/morena de las enemigas, todo el onirismo de la película y los ya comentados códigos noir que la rigen.