París nos pertenece
El de Rivette es uno de esos debuts memorables de la nouvelle vague, pero no tan sonado como los de Truffaut y Godard; por el contrario, parece rodeado por cierta aureola de misterio, de secreto a voces revelado a unos pocos elegidos. Un mcguffin como de intriga conspiranoica, casi pulp (la investigación de una muchacha en torno al aparente suicidio de un joven músico), deriva en una propuesta inclasificable, marcada por la angustia existencial y la mirada escéptica a un mundo de artistas y bohemios parisinos, sus posturas políticamente comprometidas y sus sueños de libertad individual. Muy de la época ésto, y además, una metáfora teatral que es todo un manifiesto estético-ideológico; una obra irrepresentable (el Pericles shakespeariano)... como la propia película, en sí misma una precaria obra en marcha que destruye los lugares comunes para interrogarse mejor sobre la realidad. El resultado es una reflexión nada complaciente sobre toda una generación.
Los medios son irrisorios y los actores son quienes articulan la narración. La trama es laberíntica, frustrante, la inocente protagonista (trasunto nuestro, como lo es el tal Lenz del director de cine) no encuentra más que callejones sin salida, pues todo empieza como un juego, un intento de salirnos de nuestra previsible zona de confort, de buscar para encontrar... ¿qué? El resto de personajes conforman una galería de seres engañosos, crece la paranoia, la ilusión de ser movidos cual títeres por poderes invisibles que están en todas partes y en ninguna. Ahora bien, bien pueden ser estos sujetos desarraigados y al margen de toda convención quienes encuentran en sí mismos el sufrimiento y la muerte. Curiosamente, tras tanto ir y venir, la película tiene un sentido lógico, cual novela de Agatha Christie, como si todo fuera más sencillo de lo que parece. El final, sin embargo, es como un gran signo de interrogación, o un nuevo comienzo.
Me ha dejado todo loco. París nos pertenece ¿quien lo dice? ¿nosotros, los libres? ¿o nosotros, los siniestros dueños del mundo? Tremendo. Viva el cine.