El confidente
Tras salir de prisión, Faugel (Serge Reggiani) prepara un robo con la ayuda de Silien (Jean-Paul Belmondo), sospechoso de ser un confidente de la policía. Cuando ésta se presenta en el lugar del crimen, Faugel se da cuenta de que su aliado le ha traicionado.
Uno de los títulos más celebrados de su director, un maestro a la hora de asimilar las atmósferas, estereotipos y filosofía del cine negro estadounidense del cual era un admirador incondicional, fraguando su propio e inconfundible estilo. Policías y ladrones, amigos y enemigos, en una historia de personajes crepusculares cuyo rasgo principal es su ambivalencia moral, criminales con honor. La amistad como la única salida en un mundo de traiciones y puñaladas por la espalda, donde no puedes confiar en nadie y todo es posible con tal de sobrevivir. Para esta gente solitaria no hay esperanza alguna, saben lo que son, lo que hacen, y saben que su destino está trágicamente sellado.
El guión peca de ser enrevesado, durante la mayor parte de la narración el espectador se encuentra perdido en un opaco juego de engaños y traiciones. La idea es esa, nada es lo que aparenta debido a la doblez de los personajes, pero el despiste puede que no sea siempre buscado, y la resolución se explica verbalmente. El caso es que nos manipulan, eso sí, con suma elegancia. Sobrecogedor el final, prácticamente mudo... menuda dignidad incluso en un momento así, y cuántos sentimientos nunca expresados tras esa fachada imperturbable. Por otra parte, la puesta en escena se ciñe al argumento, sin alardes estéticos, pero mostrando con calma procedicimientos y acciones clave (el entierro del arma y las joyas), lo mismo que la violencia, seca, rápida.
Pese al pequeño bache central, menudo tótem del “noir” europeo, señores. Una cosa muy seria.
