JOHN FORD

Fort Apache

El coronel Thursday (Henry Fonda), militar degradado tras la guerra civil, es destinado a un puesto fronterizo llamado Fort Apache donde no sólo deberá enfrentarse a los indios, sino a las tensiones surgidas entre él y sus semejantes.

Épica cinematográfica en estado puro, pero no una épica grandilocuente y exagerada, sino más bien lo contrario; la épica de lo humano, de unos personajes que se yerguen como protagonistas absolutos incluso por encima de la acción. Dos puntos de vista se contraponen, la postura intransigente y ególatra del protagonista (fruto de su resentimiento por haber sido rebajado, buscando la gloria personal), frente a la más humanitaria y sobre todo realista del personaje de John Wayne, tan inteligente como capaz de adaptarse a las circunstancias. El final parece representar el mito que permanece en la memoria, que con sus luces y sus sombras, no siempre es como nos contaron ¿elegimos la incómoda verdad, o los cuentos de hadas? El reconocimiento hacia Thursday parece una inclinación a lo segundo.

Milimétrica, por cierto, la puesta en escena de Ford, con todos los elementos de cada plano cuidadosamente planeados (de los paisajes ni hablamos) y con su cámara moviéndose por gestos y expresiones. La segunda parte resulta espectacular con toda su acción, enfrentamientos, etc. mientras que la primera es sobre todo costumbrista, mostrando códigos y rituales (como por ejemplo esos bailes y escenas castrenses), así como la convivencia en un espacio reducido, los hombres y las mujeres cada uno en su esfera, el amor, las relaciones humanas… Ford idealiza a la caballería, pero también critica el excesivo autoritarismo y la corrupción, sin dejar de mostrar una imagen idolatrada del estamento militar y de sus valores.

Muy buen título.


La legión invencible

Poco antes de su jubilación, el capitán Brittles (John Wayne) se enfrenta a su última misión, por un lado evitar la unión de varias tribus indias contra los blancos, y por otro escoltar a la esposa y a la sobrina de su comandante a través del territorio.

Ford en estado puro en este nuevo western sobre la caballería, rodado en glorioso tecnicolor. Las relaciones entre los personajes, con su camaradería, rivalidades, convivencia, etc. vuelven a ser el asunto central, siendo el argumento algo más circunstancial y telón de fondo, diría yo. Lo demás no deja de ser la típica historia sobre el último día (o días) antes de la jubilación, de un protagonista muy noblote y buena gente al que no le queda nada fuera del mundo que conoce, es decir, esa sociedad aparte que es el ejército con sus propias leyes y tradiciones. Pese a la apariencia alegre y festiva, así pues, el trasfondo parece cargado de la amargura y de la nostalgia de una despedida. La artificiosa fotografía, con esos amaneceres encendidos como leitmotiv, parece poner de relieve esa idea de crepúsculo y de final de una forma de vida.

Como película, se mueve dentro de un contexto de grandes gestas, de una mitología característica y típicamente americana. La derrota del general Custer, el tráfico de armas… no son casuales como apuntes negativos. Como contrapunto al drama está la comedia, el humor un poco tontorrón de taberna y borrachera, o esas mujeres de armas tomar, ya se sabe. Ford rinde tributo a la caballería, a sus ideales y a su legado, pero ni mucho menos de manera militarista. De hecho la idea es el pacifismo, normal por otra parte con una guerra a cuestas.

Comparable a "Fort Apache" como clásico. Y la canción mola mucho.


Río Grande

Mientras los indios amenazan la frontera con México, el coronel York (John Wayne) se reencuentra después de muchos años con su esposa (Maureen O’Hara) a causa de su hijo, que ha ingresado en la caballería tras fracasar en West Point.

Se la suele colocar un peldaño por debajo del resto de la “trilogía de la caballería”, siendo más desconocida e incluso polémica, por ser en la que más evidente resulta la simpatía hacia lo militar y en la que peor parados salen los indios (malos malísimos), considerándose incluso un film propagandístico de la guerra de Corea. Lo cierto es que en este drama familiar se confrontan esas dos instituciones, ejes del universo fordiano, como son la familia y el ejército (que a su manera es algo parecido) y que lejos de ser incompatibles entre sí, terminan por reconciliarse. El acento recae en esas relaciones personales durante toda la primera parte, casi un drama romántico con el preciso ojo de Ford para la sutileza y el gesto. A partir de la mitad, la película vuelve al espectáculo épico, más convencional pero igualmente apabullante.

Como película parece que recicla de las anteriores respecto al argumento, luego están los lugares comunes como el sentido del humor (a veces demasiado sin venir a cuento), puñetazos por aquí, canciones por allá… por su parte, el blanco y negro proporciona un aire expresionista a las imágenes, sobre todo en los ambientes más cerrados del principio.

Independientemente de lo conservador o no, o de si es mejor o peor, solo por Maureen O’Hara (eso es una madre) lavando la ropa en el campamento, yo digo que sí.
 
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He vuelto a ver "Centauros del desierto", que encima esta noche me ha servido como terapia personal. El cine como tratamiento psicológico y emocional de choque, vaya.

Aparte de alegrarme la noche, me ha servido para dejarme arrebatar definitivamente por esta película. No estaba entre mis predilectas fordianas, quizá porque su fama es tal que uno tiende a buscarle cualquier pero posible (por nimio que sea). Sin embargo, creo que ahora ha escalado hasta el puesto nº 1, y esto es así porque pienso que aquí la lírica fordiana es más pura (y visceral) que nunca para gozo de sus fans e irritación de su detractores. Porque más allá de si el indio muerto enterrado respira (que sí lo hace), de si el tiempo de búsqueda no parece avanzar tantos años (no estoy de acuerdo, pues me aferro al simbolismo episódico representado en la lectura de la carta), de si la pelea en la boda es boba (tampoco de acuerdo, dado que me parece lógica a nivel de alivio cómico... y también como justificación dramática), de si la narración parece cortada a hachazos en la segunda mitad (hummm... ¿y si fuera así, qué?) o de si el jefe indio Scar va pintado con tiralíneas y tal, lo cierto es que la película no sólo va más allá de esas posibles objeciones, sino que es otra cosa de alcance mucho mayor.

Es la historia de la salvaje obsesión de un solitario, de un desarraigado, que vuelve a "casa" años después de que haya terminado la guerra civil... cargado con un sospechoso saco de monedas (ver cómo el hermano lo esconde rápidamente en el falso fondo del sillón) y sin concretar qué ha hecho y dónde ha estado en ese tiempo, lo cual conduce a pensar en posibles actividades como bandido. También queda en el aire la auténtica relación (pasada) entre Ethan y Martha (impresionantes todas sus suaves interacciones, como el momento en el que ella le entrega con delicadeza el uniforme... y cómo otro personaje bebe de la taza haciendo la vista gorda). En este sentido, la cantidad de pequeños detalles es de una riqueza tremenda (ojo a los gestos sutiles de los personajes, a sus miradas, a sus silencios, por parte de actores verdaderamente espléndidos). Pero a lo que iba: la búsqueda sin descanso de Debbie es el propósito vital de un antihéroe que, a fin de cuentas, no tiene nada (es un hombre ajeno a la tradicional familia fordiana) y que parece rellenar su vacío mediante un objetivo alimentado por el odio. Incluso en el aspecto racista aquí uno va viendo muchísimos matices en Ethan, que compone un papel ambiguo, contradictorio: en realidad y en el fondo, no odia (a pesar de sus prejuicios, de sus reparos, de su hostilidad) a los indios, sino que odia a los indios asesinos, y por ahí es explicable tanto su reacción final con Debbie (emocionantísima y conectada a las primeras escenas de la película, cuando Ethan llega) como su reconocimiento (el legado) al mestizo Martin y hasta su permisividad burlesca con la india gorda (no he podido evitar soltar la carcajada cuando Martin le da un patadón y sale rodando, lo siento). Y dejarle fuera del hogar al final, en el que es uno de los planos más grandes de la historia, representa una visión que cuestiona el mismo mito que el propio Ford cimentó. Un cuestionamiento que también se extiende, de alguna manera, a la Caballería en la figura del joven y envarado soldadito, que puede ser otro mero alivio cómico... o bien una puya desencantada.

Hablar de la grandeza del paisaje, de cómo encuadra a tropecientos personajes al mismo tiempo (escena en la casa, antes de salir a peinar la zona para determinar el peligro) o de la inquietante luz en tonos rojizos y anaranjados que inunda la casa en los minutos previos al ataque indio como si de una antesala situada en el infierno se tratase... pues... como que no hace falta. Muchos, muchos planos ostentan una belleza infinita.

Eterna e inagotable.

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Última edición:
Me he escuchado el coloquio que hizo Garci & co. sobre la película, con un lamentable Lamet (as usual), y hay una cosa muy interesante que dicen en relación a Ethan: obsérvese que vuelve a casa con el uniforme confederado, de manera que entendemos que es un perdedor de la guerra, detalle definitorio que cuadra perfectamente con el personaje y que le otorga un background de dureza y frustración, pero también algo de categoría si tenemos en cuenta que posee medallas (si bien no valen mucho, según creo recordar que dice un personaje). De hecho, el primer tercio de la película es asombroso en cuanto a aportar información mediante detallitos, siendo un torbellino narrativo increíble, pues te está contando historias del pasado de los personajes de forma esquinada y de la forma más sintética que pueda uno imaginar. Hay que ser un narrador sobrehumano para conseguirlo.

Los contertulios de Garci también comentan que igual Ford arrancó varias páginas del guión porque iba retrasado en el rodaje y porque en la segunda mitad de la película la narración no es tan fluida como es habitual en Ford, sino que se perciben cortes abruptos entre escenas. Yo no tengo ni idea de lo que sucedió, pero quizá también haya que pensar que Ford lo hizo así deliberadamente. El resultado fue una película que escapa a la narración clásica, que de alguna manera se revela vanguardista y que desconcierta a carcamales como Lamet.
 
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Duke, tú leíste la novela de Le May, ¿no? ¿Qué tal está? ¿Hay diferencias notables con la película o hay fidelidad? Y sobre todo: ¿el enfoque de Le May tiene toques cómicos y románticos o apuesta por una mayor sequedad y dramatismo?

La colección Frontera de Valdemar tienta...
 
Max, mira que me gustan tus críticas (aunque esto no te viene de nuevas) porque no se te escapa nada pero esta pasa a ser una de mis favoritas. Has descubierto cositas que se me pasaron en su día y me gusta mucho como has destacado los "supuestos" fallos que luego no lo son tanto.

Mi más sentido aplauso, compadre.
 
He vuelto a ver "Centauros del desierto", que encima esta noche me ha servido como terapia personal. El cine como tratamiento psicológico y emocional de choque, vaya.

Vaya, me alegro mucho. A mí también me sucedió algo parecido con esta película hace varios años.

de si la narración parece cortada a hachazos en la segunda mitad (hummm... ¿y si fuera así, qué?) o de si el jefe indio Scar va pintado con tiralíneas y tal.

Eso es algo que la novela analiza pero que es casi intrasladable para una película de dos horas: la vasta extensión de territorio comanche en donde se mueven los personajes, varias veces del tamaño de España, para que os hagáis a la idea; además de la propia naturaleza del pueblo comanche, nómadas para todo: las tribus y sus miembros tan rápido cambian de emplazamiento como de nombre. Así, la misión se torna similar a intentar coger con la mano una voluta de humo. Es más, ya avanzada la novela, ambos se dan cuenta de que en todo momento han estado próximos a su objetivo, pero los indios siempre se han ido tapando entre ellos gracias a esta naturaleza totalmente nómada para todo.

Es la historia de la salvaje obsesión de un solitario, de un desarraigado, que vuelve a "casa" años después de que haya terminado la guerra civil... cargado con un sospechoso saco de monedas (ver cómo el hermano lo esconde rápidamente en el falso fondo del sillón) y sin concretar qué ha hecho y dónde ha estado en ese tiempo, lo cual conduce a pensar en posibles actividades como bandido. También queda en el aire la auténtica relación (pasada) entre Ethan y Martha (impresionantes todas sus suaves interacciones, como el momento en el que ella le entrega con delicadeza el uniforme... y cómo otro personaje bebe de la taza haciendo la vista gorda). En este sentido, la cantidad de pequeños detalles es de una riqueza tremenda (ojo a los gestos sutiles de los personajes, a sus miradas, a sus silencios, por parte de actores verdaderamente espléndidos).

Pues fíjate que los 20 primeros minutos donde se cuenta todo lo que hay antes del principio de la película son prácticamente invención de guión. En la novela todo empieza in media res momentos antes del asalto al rancho. Es ya más tarde, cuando Martin (a través de cuyos ojos se cuenta la historia) analiza para sí mismo la figura de su compañero, cuando llega a la conclusión de que éste era como era debido a que estaba enamorado de su cuñada.

La película en cambio juega más a la sutilidad en este sentido y como dices da pequeñas pistas para que el espectador vaya rellenando los espacios por él mismo: la escena del capote, la medalla del ejército francés que entrega Ethan a Debbie, sugiriendo que tras la guerra se fue a México con Maximiliano como mercenario; las inscripciones en las tumbas...

Pero a lo que iba: la búsqueda sin descanso de Debbie es el propósito vital de un antihéroe que, a fin de cuentas, no tiene nada (es un hombre ajeno a la tradicional familia fordiana) y que parece rellenar su vacío mediante un objetivo alimentado por el odio. Incluso en el aspecto racista aquí uno va viendo muchísimos matices en Ethan, que compone un papel ambiguo, contradictorio: en realidad y en el fondo, no odia (a pesar de sus prejuicios, de sus reparos, de su hostilidad) a los indios, sino que odia a los indios asesinos, y por ahí es explicable tanto su reacción final con Debbie (emocionantísima y conectada a las primeras escenas de la película, cuando Ethan llega) como su reconocimiento (el legado) al mestizo Martin.

La clave, al menos para mí, reside en que llega un momento en que todo trasciende a que más que recuperar a la cautiva, la búsqueda por sí sola se convierte en un modo de vida y a la postre en un fin en sí mismo, además de que una vez finalizado lo que durante tanto tiempo se ha buscado, qué es lo que queda tras ello...

Todo esto, a parte de las conexiones que ya se han comentado hasta la saciedad con La Odisea, abre una nueva puerta de "héroes" en el western que son herederos directos del Ethan Edwards fordiano, como son los personajes de Randolph Scott en el ciclo Ranown de Boetticher o el Jim Lassiter de Richard Boone en Río Conchos.


hasta su permisividad burlesca con la india gorda (no he podido evitar soltar la carcajada cuando Martin le da un patadón y sale rodando, lo siento). Y dejarle fuera del hogar al final, en el que es uno de los planos más grandes de la historia, representa una visión que cuestiona el mismo mito que el propio Ford cimentó.

El pasaje de Look es casi calcado en la novela, aun cuando Ford le da, en principio un trato más liviano pero que no esconde la brutalidad con la que es tratada, primero por Martin (y aquí deja subyacer la idea de si Debbie se habrá acostado ya con algún indio) y posteriormente con el trágico desenlace de dicho personaje.


Un cuestionamiento que también se extiende, de alguna manera, a la Caballería en la figura del joven y envarado soldadito, que puede ser otro mero alivio cómico... o bien una puya desencantada.

El cuestionamiento del papel del Ejército en las guerras indias yo lo veo más evidente en el episodio invernal en el fuerte. A Ethan no le basta con matar indios, sino que también acaba con los búfalos, la base de su existencia. Acto seguido escuchamos a la tropa mientras la vemos cruzar triunfante un arroyo congelado. Imágenes de una supuesta glorificación que no esconden la dura realidad de los poblados indios arrasados con mujeres y niños inclusive. Poco después, vemos la llegada al fuerte, con imágenes en principio parecen inofensivas pero que a poco que se preste atención resultan de las más duras, crueles y desmitificadoras de la cinta: los soldados conduciendo a los prisioneros como si se tratara de vaqueros arreando ganado hacia barracones donde habrán de permanecer hacinados y trastornados por la traumatización. El gesto final en la cara de Wayne durante la visita a los barracones a mí personalmente me estremece y me da miedo. Veo el infierno en su mirada; repugna, odio y una catarsis que, en apariencia, ya no tendrá vuelta atrás: para él Debbie ya es una comanche, y si la encuentra la matará...

Qué decir de que Wayne está descomunal.

Eterna e inagotable.

Amén.
 
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Duke, tú leíste la novela de Le May, ¿no? ¿Qué tal está? ¿Hay diferencias notables con la película o hay fidelidad? Y sobre todo: ¿el enfoque de Le May tiene toques cómicos y románticos o apuesta por una mayor sequedad y dramatismo?

La colección Frontera de Valdemar tienta...

Sí, tengo las dos ediciones españolas que existen. Ésta y la de Nebular de hace una década. Yo te la recomiendo a ojos cerrados porque no es buena, sino excelente. Y sí, hay fidelidad novela-película y pasajes en la primera más serios y también más duros, además de lo que ya comentaba antes, un retrato histórico y conocimiento preciso de los comanches encomiable.

Y sí, la colección de Valdemar está muy bien. A mí me gustaría que publicasen algo de Walter Van Tilburg Clark. Ahora mismo estoy leyendo de él The Track of the Cat (llevo un 40%) en inglés y es muy buena. Igual les mando un correo recomendándosela...
 
Coño, con todo lo que he puesto creo que incluso podría ponerme a escribir un libro con todo lo referente a la película: de la novela y antecedentes históricos hasta sus influencias posteriores...


P.D: Y ahora vendrá el Dussy poniendo photoshops de hipotéticas portadas, jejeje.
 
Grandioso post, Duke. Cojonudas las aclaraciones que has puesto. Se nota que te la sabes de memoria, ¿eh? :)

Por todos estos motivos, es una película a ver una y otra vez. Le encuentras detalles insinuados, ocultos, que enriquecen lo visto porque te aportan un background sólo perfilado. En este sentido, hay un misterio en el pasado de los personajes muy interesante. Y también en lo que va sucediendo en el interior de un personaje como Ethan, porque hay que ver lo mucho que se ha discutido sobre todo lo concerniente al protagonista. Además, claro, de la polémica sobre el racismo de Ethan, que alguno ha trasladado al propio Ford.
 
En el índice, capítulo dedicado al análisis del patadón de Martin a la india gorda y su posterior caída rodando como un tonel. Contexto histórico y psicología de la violencia sobre la mujer india con sobrepeso. Estudio del humor fordiano de gordas.
 
Recordemos que Carpenter es rendido admirador hawkasiano.

¡HABLA, DUSS! ¿QUÉ DICE?
 
Dice algo así como que la primera mitad es brillante y luego se convierte en una comedieta irlandesa lamentable.
 
Bua, a saber que diría Ford de Carpenter... Jipi!!! Y Snake lleva un parche como yo. No he encontrado la Sofilm este mes... en mis caladeros habituales no estaba. Hasta la semana que viene no podré ponerme con ella.
 
La SO Film aún no ha llegado a las aldeas levantinas, confírmolo... :(

¿Comedieta irlandesa lamentable? Joder, el Tito John empieza a chochear... :mutriste
 
Cito concretamente: "... [Ford] novelaba demasiado. El arranque de CENTAUROS DEL DESIERTO, los treinta primeros minutos, es brillante, pero luego se convierte en otra película, cuando entran en la casa: la fiesta, la boda, la pelea... Se convierte en un vodevil irlandés, se lo carga todo."


Tampoco dice nada FALSO, claro. :cool
 
You are wrong, Mr. Carpenter! :notok

Pero al firmante de La Cosa LE PERDONAMOS.

A ti no, Duss.
 
Y Bergman rajaba de Orson Welles, y Quevedo de Gongora.

Y yo de Sorel, claro.
 
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