Harkness_666
Son cuatro
La diligencia
Película de suma importancia y precursora de muchas cosas (el western, el subgénero “road movie”, el propio cine de Ford, sin ir más lejos) donde las dificultades del viaje y la amenaza apache transcurren en paralelo a las vivencias de unos personajes muy variopintos, unidos por las circunstancias, cuya odisea sirve como excusa para explorar relaciones y circunstancias personales. El tuerto nos brinda una narración modélica donde las haya, con una perfecta descripción de motivaciones y evolución, una suma de pequeñas historias donde cada protagonista añade el contrapunto a cada situación, por mucho que sirvan como punto de partida unos estereotipos indisimulados. La puta frente a la dama, el rufián frente al caballero, casi todos ocultan algo (el hombre serio y respetable es un ladrón, el jugador es un hombre honorable caído en desgracia, el rudo sheriff es un cacho de pan...), mientras que otros son gente sencilla (el conductor tontorrón, el ignorado vendedor de whisky...).
Se trata de una película humilde, pero aprovechada al máximo en sus posibilidades, con toda una variedad de temas; venganza, redención, amor, desarraigo, convencionalismos sociales... Hay un contraste notable entre intimismo y espectacularidad, costumbrismo y aventura. Optimista y previsible el final, adentrándose en las convenciones y en la mítica del género, y famosa la persecución, con sus especialistas y su criticado raccord. Los personajes no se definen sólo con palabras, sino con miradas que hablan por sí mismas, mientras que la puesta en escena deja imágenes tan características como esa presentación de Ringo Kid, o el plano desde encima de la diligencia al cruzar el río, al servicio del relato pero también como parte de una mirada reconocible y propiamente fordiana.
Equilibradísima en cada apartado, una joya del cine encantadora y atemporal, a la que nada se puede quitar o añadir.
Película de suma importancia y precursora de muchas cosas (el western, el subgénero “road movie”, el propio cine de Ford, sin ir más lejos) donde las dificultades del viaje y la amenaza apache transcurren en paralelo a las vivencias de unos personajes muy variopintos, unidos por las circunstancias, cuya odisea sirve como excusa para explorar relaciones y circunstancias personales. El tuerto nos brinda una narración modélica donde las haya, con una perfecta descripción de motivaciones y evolución, una suma de pequeñas historias donde cada protagonista añade el contrapunto a cada situación, por mucho que sirvan como punto de partida unos estereotipos indisimulados. La puta frente a la dama, el rufián frente al caballero, casi todos ocultan algo (el hombre serio y respetable es un ladrón, el jugador es un hombre honorable caído en desgracia, el rudo sheriff es un cacho de pan...), mientras que otros son gente sencilla (el conductor tontorrón, el ignorado vendedor de whisky...).
Se trata de una película humilde, pero aprovechada al máximo en sus posibilidades, con toda una variedad de temas; venganza, redención, amor, desarraigo, convencionalismos sociales... Hay un contraste notable entre intimismo y espectacularidad, costumbrismo y aventura. Optimista y previsible el final, adentrándose en las convenciones y en la mítica del género, y famosa la persecución, con sus especialistas y su criticado raccord. Los personajes no se definen sólo con palabras, sino con miradas que hablan por sí mismas, mientras que la puesta en escena deja imágenes tan características como esa presentación de Ringo Kid, o el plano desde encima de la diligencia al cruzar el río, al servicio del relato pero también como parte de una mirada reconocible y propiamente fordiana.
Equilibradísima en cada apartado, una joya del cine encantadora y atemporal, a la que nada se puede quitar o añadir.