Es La gran belleza dirigida por alguien sin sentido del humor.
Es su película más radical, un film kamikaze dentro de la industria; probablemente por ello esencial dentro de su carrera, y por desgracia lo más flojo en ella (¡hasta ahora! ¡Song to song allá vamos!).
Los rasgos más parodiables de su cine están aquí, si no extremados, sí desnudos y quizá por eso menos desconcertantes que (por ejemplo) en los peores momentos de La delgada línea roja. Es justo decir: el método de rodaje fue una improvisación monstruosa con actores de serie A, pero Malick y Lubezki son lo bastante avispados como para ir encontrando bellezas accidentales, destellos frescos y, en el caso del primero, encontrar significados en elipsis y contraplanos meses después, editando lo ineditable. Ahí pones a Fincher y el segundo día lo ingresas en un frenopático. Por otro lado, resulta difícil tragar tanta machacante espontaneidad con mil planos de Batman INTERIORIZANDO; como decía Emurion, da penita ver a actores dudosos revoloteando en torno a un Bale en modo pared (quienes más van a su bola, Poots y Blanchett, salen mejor paradas).
La mala fama y los temores hacen que la recibas mejor de entrada, porque una vez asumido el estilo (que en su defensa, va a capón desde el inicio), todo el inicio realmente está bastante bien, con momentos bonitos como la comunión con la tierra durante el terremoto (aunque la peli es poco panteísta comparada con otras suyas) o la disgresión/videoarte de las fotos en B/N. Sin embargo cuando empieza a recorrer secundarios (qué espanto lo de Dennehy y el hermano) la cosa empieza a irse de madre hasta un tramo final difícil de digerir.
Por un lado es una pena que alguien con tanto talento estético lo dedique a algo que resulta tan frustrante, tan relamido. Por otro, hay que reconocer que ha hecho la peli que le ha salido de los bebos, para bien o para mal; que tras ello pueda seguir rodando pelis, otra vez las que él quiere hacer y como quiere hacerlas, y que siga con medio Hollywood a un telefonazo... pues algo tiene que quedar dentro de ese cabezón texano.