La Diada 2012, ¿un antes y un después?



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Ostia!! Las declaraciones de Caballé son muuuuy fuertes.

El hombre que rompió la nariz a un GC es pensionista por invalidez :roto2

"Llevemos croquetas a los piolines"

El municipio está partido en dos. Algunos residentes matizan que no sólo territorialmente. El Montbui antiguo es el de las familias catalanas, catalanistas, tradicionales; el Montbui nuevo, el de los llegados desde otros puntos de España a mediados del pasado siglo: trabajadores de fábricas textiles y votantes del PSC a los que se han ido sumando inmigrantes extranjeros.
En el Nucli Antic no suena el nombre de López Gómez. Con esos apellidos, dicen, puede ser un violento pero no un independentista. Para ellos, aseguran con un punto de clasismo, se trata de un vecino del «otro lado», uno de los 9.300 de la zona de los trabajadores. «Se dice que es un guardia civil infiltrado para hacer daño a Cataluña», defiende un vecino que aún no se sabe víctima de un mayúsculo bulo.

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Lo siento por los foreros catalanes, cierto que existe cierto gregarismo en todos sitios, pero si esto no implica que se trata, la catalana, de una sociedad profundamente xenófoba no se que mas puede ser.
 
Que la ANC de "puñetazos en la mesa" es la clara muestra de la locura que se vive en la política catalana. Esto no tiene arreglo, hay que cercenar y empezar de nuevo.
 
Las banderas de la rebelión española de Nuria

Hace un año decidió volver a hacer lo que hace 40. Entonces salió a las calles contra Franco y con banderas rojigualdas remendó señeras

Su historia aparece ahora en "No somos fachas somos españoles', el libro de esa rebelión cívica

Los rostros de la resistencia contra el procés

Nuria Beltrán (Mataró, 1955) nunca podría haber imaginado que acabaría manifestándose rodeada de banderas españolas. Tampoco que en Barcelona se reunirían más de un millón de personas gritando 'No somos fachas, somos españoles', que da título al libro que sale a la venta el próximo martes 9 de octubre.

De joven, Nuria se jugaba el pellejo arriando banderas nacionales para remendar señeras. E incluso se atrevió a ondear una bandera republicana en una manifestación. Con la llegada de la Democracia, Nuria guardó las banderas. «Todas».

Decía que estaban manchadas de sangre. De injusticia. También la estelada. Esa sólo representaba al nacionalismo. «Por eso dejé de salir los 11 de septiembre».

El 8 de octubre de 2017, Nuria y más de un millón de personas salieron a las calles de Barcelona para decir algo evidente. Que Cataluña es España y que el nacionalismo no tenía derecho a decidir por el resto de españoles. Aquel día se canalizó por primera vez la frustración de millones de españoles por la inacción de los políticos frente al desafío nacionalista.

«Salí porque no podíamos seguir cediendo el espacio público al nacionalismo», explica Nuria. Y lo hizo rodeada de banderas españolas. Le costó. Una de las herencias más perniciosas del franquismo ha sido sin duda la desafección, el complejo, respecto a todo lo relativo a España. «Yo es que no puedo», le decía a sus hijos.Todo empezó a cambiar el 1 de octubre, el día en el que Puigdemont y los suyos perpetraron su simulacro de referéndum ilegal.

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Por la noche, después de ver en el telediario las cargas de la policía, Nuria bajó a tomar el fresco con las vecinas. «¿Has visto lo que ha pasado? Nos han pegado. Esto es una dictadura», le dijeron llorosas.

Nuria contemplaba a su interlocutora atónita. De repente se le vinieron a la memoria aquellos años en los que se jugaba el tipo frente a los grises para remendar la señera. ¡Qué sabrían ellos de las dictaduras! De la incertidumbre que sentían los detenidos. De la falta de amparo ante el poder. Del silencio. No pudo reprimirse: «Durante el franquismo sí que asumíamos las consecuencias de nuestros actos. Y corríamos riesgos», les contestó.

En realidad, la reacción constitucionalista comenzó a gestarse el 3 de octubre después de que el Rey se dirigiera a los españoles. «Estamos viviendo momentos muy graves (...) es responsabilidad de los legítimos poderes del Estado asegurar el orden constitucional y el normal funcionamiento de las instituciones, la vigencia del Estado de Derecho».

El discurso, tan criticado por el nacionalismo, fue en opinión de Nuria, antigua militante del PSUC, «algo blandito». Pero lo cambió todo.

Una reacción popular
La historia de Nuria es uno de los testimonios que sirven como hilo narrativo de 'No somos fachas, somos españoles' (La Esfera) que narra cómo se gestó la manifestación constitucionalista del 8 de octubre. No fue el resultado de la acción planificada de ningún partido político. Tampoco de una plataforma cívica o de los medios de comunicación en España. Se trató más bien de una reacción popular que comenzó en algún rincón de España cuando un ciudadano o muchos ciudadanos anónimos sacaron la bandera constitucional al balcón para decirle a los no nacionalistas que vivían en Cataluña que no estaban solos.

El lema oficial de la manifestación era '¡Basta! Recuperemos el seny!', aunque lo que más se coreó fue el «No somos fachas, somos españoles». Un grito expresivo, unánime, que reflejaba el hartazgo de un país que según el estudio de J. W. Becker, 'Opinión internacional e identidad nacional' (2000, Unesco), tiene uno de los índices más bajos de nacionalismo.

A partir de entonces, el mundo pudo ver que en realidad Cataluña estaba dividida en dos. Y sacar la bandera al balcón, como otras muchas cosas dejó de ser considerado facha, una palabra con la que la izquierda con pretensiones de superioridad moral y el nacionalismo supremacista pretenden arrinconar a los que no piensan como ellos.

Hasta entonces, los acomplejados de izquierdas y derechas habían advertido sobre los peligros de despertar el legendario nacionalismo español, ese «león (símbolo tradicional de España) dormido», si nos atenemos al argot progre. Pero nada había de franquista o nacionalista en esa marea roja y amarilla

Porque no fue el fascismo sino los ciudadanos como Nuria los que salieron a la calle. No es éste un hecho aislado en la Historia de España. Cuando llegan las grandes crisis siempre se puede contar con la nación española, la encarne el alcalde de Móstoles en 1808 frente al invasor napoleónico (con la complicidad melindrosa de esas élites) o un millón de personas cantando en las calles de Barcelona el 'Que viva España' de Manolo Escobar.

A la manifestación del 8 de octubre (y la del 29) asistió la derecha, la izquierda, la socialdemocracia, el viejo comunismo, hasta algún liberal... Félix Ovejero compartió escenario con Piqué, Frutos, Teresa Freixas, Borrell, que entonces no tenía perspectiva alguna de ocupar un cargo público... ¿Quién hubiera dicho hace unos meses que en el centro de Barcelona se darían vivas a Felipe VI, uno de los canalizadores del espíritu del 8 de octubre, y a España?

El fin de la leyenda negra
Ese día la hispanofobia patria -«si habla mal de España, es español», escribió Bartrina- hubiera hecho crisis. Entonces comenzaron a caerse del guindo esas élites -sobre todo, la progresía exquisita- que no solo advertían de ese inexistente león dormido sino que se quedaron asombrados de que en la prensa extranjera se diera crédito al relato nacionalista. El famoso Francoland contra el que clamaba Muñoz Molina. Durante años, se habían dedicado a vender que hablar bien de España no era de españoles sino de fascistas. Otro prejuicio.

El libro analiza el cambio acontecido en la sociedad española. En los últimos años, gran parte de los ciudadanos han superado (otra cosa es olvidar o reivindicar) los prejuicios legados por el franquismo y esa excepcionalidad que se le supone a España. Asimismo, durante 2016 asistimos a una reconciliación de los españoles con su pasado, con su presente pero también con sus símbolos. ¿Qué pasó?

Recordarlo parece en nuestros días parece más necesario que nunca. Sobre todo porque en los últimos meses, hemos asistido al intento por parte de la izquierda radical y el nacionalismo de desacreditar cada uno de los elementos que canalizaron el ánimo de los españoles: es decir Felipe VI y la constancia de que el constitucinalismo representa al menos a la mitad de los catalanes.

Los españoles nos hemos creído nuestros propios tópicos por inocencia. Se nos ha vendido que hemos llegado tarde al Renacimiento, a la Ilustración, pero eso contrasta con nuestros logros. Ahí está el Museo del Prado para demostrar lo que llegó a ser España.

¿Por qué creen que Azaña dijo que la pinacoteca española era más importante que la República y la Monarquía juntas? Porque no solo demostraba el poderío y el humanismo del Imperio sino también la excelencia de un sistema (según Alfredo Alvar) que llevó a Felipe IV a escoger a Velázquez y a Rubens para continuar la colección real.

Pero no hay que retomar el pasado glorioso para querer ser español. Eso es, en efecto, carca. Pero no está de más (y ni mucho menos es de fachas) recordar que somos pioneros en el reconocimiento de derechos de minorías, en servicios públicos, en las leyes de protección a los más débiles... Y ser conscientes del legado histórico y cultural de España en el resto del mundo.

Aregañadientes, Nuria y su marido salieron a la calle el 8 de octubre. «A saber qué tipo de gente había en la manifestación», pensaba Nuria. Sus temores comenzaron a disiparse en cuanto se subió al tren. Allí había de todo. Chicos jóvenes, viejos socialistas, chinas, una chica rusa... Sin complejos.

Ha pasado un año desde aquella manifestación. Las banderas siguen en muchos balcones de España y se resisten a abandonar las calles de Cataluña. Es cierto que ya no se ven tantas como en los días posteriores a las manifestaciones de los no nacionalistas, pero el espíritu del 8 de octubre subyace en cada una de las personas que se atreve a quitar un lazo amarillo, el nuevo emblema con el que el nacionalismo pretende expropiar el espacio público, el espacio de todos los ciudadanos.

No se tema fascista por leer este libro. Usted es sólo es un español -o si le apetece más, un ciudadano-, que quiere serlo. Eso piensa Nuria.

¿Fachas?

En el libro analiza cómo surgió la España de los balcones.

1. Reconciliación con el pasado. El libro repasa y desmonta la leyenda negra y otros tópicos de la Historia de España

2. Reconciliación con el presente. España no es el país más corrupto, machista e intolerante.

3. Reconciliación con los símbolos. El desafío nacionalistas invitó a los españoles a reconciliarse con la bandera y con Felipe VI, héroe del 3-O

Las banderas de la rebelión española de Nuria

PD Durante el franquismo sí que asumíamos las consecuencias de nuestros actos. Y corríamos riesgos
 
Pero si no hay nada que investigar, es una protección de fondos públicos ante un territorio que quiere secesionarse unilateralmente. Que habría que ser burro para no hacerlo, es solo otra excusa para echar mierda y crear un "agravio".
 
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