La Diada 2012, ¿un antes y un después?

increible.jpg
 
acabo de publicar en el hilo de literatura que publico ya mi primera novela. Lo digo aquí porque no hay nadie en los otros hilos :D:D. Espero compras masivas y no ser boicoteado por los antisistema. Lojaume , te lo dedicaré con todo mi corazón.

 
Bueno, si hubiera causado un accidente, obviamente no iba a salir libre. Pero vamos, que en un país donde ha habido indultos a gente que ha echo terrorismo de estado, pues...
 
yo he venido para hablar de mi libro. No va de independentismo. Ni salen. Es un libro de entretenimiento, diversión y risas. Lo contrario a lo que pasa en la vida real.
 
yo creo que los indepes van como pollos sin cabeza al mando de un MEMO ahora mismo, nula repercusión internacional, muy mala imagen dada, Barcelona sufriendo las consecuencias económicas-sociales de todo este desaguisado, media población secuestrada por las imbecilidades totalitarias de la otra media...

y en el Parlament diciendo que van a hablar de autodeterminación.... cuando es de lo único que hablan desde hace años.

desde luego si querían "ensanchar" la base indepe estos días lo han hecho de la peor manera posible.
 
imagen-sin-titulo.jpg


Antes pensaba que celebrar un referéndum sobre la independencia de Cataluña podía ser la solución al conflicto en esta esquina de España. Que los independentistas y los constitucionalistas hagan campaña, pensaba. Que se impliquen, que informen, que ofrezcan motivos a favor de una cosa y de la otra, y que los catalanes expresen su parecer en una votación. ¿No es eso la democracia?, me preguntaba. Ahora pienso que no.

Mi principal motivo para pensar así no era un amor idealista por la democracia directa, sino puro pragmatismo. Estábamos en el verano de 2017 y el independentismo parecía decidido a celebrar su referéndum por las buenas o por las malas. Mariano Rajoy hacía de convidado de piedra. Yo pensaba, así lo escribí en este diario, que un referéndum en Cataluña no solo era una reclamación legítima sino que podía ser la solución.

Cambiar de idea no es fácil. Recuerdo una conversación con Miquel Iceta por aquel entonces. Me sorprendía que una persona tan abierta se mostrara tan tajante en contra del asunto. Sus argumentos no me convencían. Me decía Iceta que el referéndum era una excusa de los independentistas. Es decir: si saliera que no, propondrían otro. Escocia y Quebec le daban la razón, pero para mí los motivos a favor seguían prevaleciendo. ¿No deberíamos escuchar a la sociedad catalana igualmente? ¿No se podría pactar que no se repita la consulta hasta dentro de equis años? ¿Es miedo lo que hay tras sus palabras, señor Iceta?

Recuerdo también la impresión que me dejaron en aquella época un artículo de José Antonio Zarzalejos y un monólogo de Carlos Alsina. Ofrecían un motivo distinto en contra, y esta vez me resultaba más difícil de contrargumentar. Señalaban que la soberanía, tal como pone en la Constitución, recae en el pueblo español. Esto va mucho más allá de una línea escrita en un código. Dado que todos somos iguales y tenemos los mismos derechos, ninguna región puede imponer su voluntad al resto. Un referéndum de este tipo tendría que celebrarse, en todo caso, en todo el territorio nacional.

La igualdad de los españoles es algo que los independentistas se toman a chufla, pero yo no. Contra lo que piensan los populistas, la democracia no se basa en el hecho de votar (también se votaba con Franco o con Lenin), sino en unas instituciones y unas leyes que garanticen que el voto es libre y que el proceso es determinante. Los independentistas no se han molestado en discutir el tema de la soberanía española. Para ellos es una imposición, una religión patriótica, y despachan de un plumazo una cuestión de igualdad.

Sin embargo, discutía para mis adentros con Zarzalejos, Alsina y tantos otros, el referéndum no tendría por qué ser vinculante. Una consulta sin más efecto que saber lo que piensan los catalanes no es anticonstitucional. De esta forma, la soberanía de los españoles se mantendría intacta, nadie vería pisoteados sus derechos, y el Estado podría ofrecer a los catalanes una vía de expresión. Sería un primer paso para salir del atolladero. Así es como lo escribí.

Tras las sesiones de septiembre de 2017 del Parlament, a las que asistí perplejo, me quedó claro que la invocación de la democracia que hacían los secesionistas era un cuento, un discurso vacío. Después, cuando los escuchaba decir mil veces que el resultado de esa estafa del 1 de octubre los legitimaba, cuando tomaron el camino unilateral, me quedó claro que pactar un referéndum con ellos podía ser una trampa. Y aun así, todavía no había cambiado de idea. Pero entonces empecé a estudiarme el Brexit.

Han pasado tres años de la votación británica y dos del 1 de octubre. La sociedad catalana ha terminado de partirse en dos. Tras la sentencia, ha estallado el vandalismo en las calles sin que nadie se detenga a leer el texto del Supremo, y hoy hay menos personas dispuestas a cambiar de idea de las que había en 2017, que ya es decir. Mientras unos arrojan bolsas de basura a la sede del PSC en Reus, otros piden más porrazos. La sola idea de someter a referéndum un asunto tan trascendental me pone ahora los pelos de punta.

¿Por qué? ¿Qué me ha hecho cambiar de idea exactamente? Tocqueville escribe en 'La democracia en América' sobre el peligro de una sociedad que toma decisiones sometida a la propaganda. Ortega sugiere en 'La rebelión de las masas' los límites de la democracia participativa. Thompson estudia cómo se ha destruido el lenguaje político en 'Sin palabras'. Haidt señala en 'La mente de los justos' que estamos diseñados para agruparnos y decidir, más todavía en momentos de incertidumbre extrema, gobernados por la emoción.

Este último autor explica un experimento. Los investigadores dividieron a personas heterogéneas en dos grupos lanzando una moneda al aire. Unos tenían en común que había salido cara, y otros que había salido cruz. Les hicieron preguntas, utilizaron dinámicas, y los investigadores descubrieron que la división no solo era evidente, sino que era radical. El mero azar había trazado dos países, dos credos, dos políticas irreconciliables.

En otros experimentos se agrupaba a gente por su día de nacimiento, o se les mostraba una imagen de una mano recibiendo un pinchazo y se les informaba de cuál era la religión del pinchado. Adivinad: los marcadores neurológicos del sujeto experimental se volvían locos si le decían que estaban pinchando a un creyente de su misma religión, pero se mantenían estables en la indiferencia si pinchaban a 'otro'.

Quiero decir con esto que desde 2017 he pensado mucho en lo que significa la polarización visceral, y sobre los límites emocionales de la democracia, que llegan al máximo cuando lo que se propone no es votar entre un montón de partidos políticos sino dirimir un asunto trascendental en una pregunta de sí o no. Hoy sabemos que elegir entre muchas opciones fomenta hasta cierto punto el pensamiento crítico, la decisión consciente, mientras que elegir entre 'nosotros' y 'ellos' fomenta solamente el fanatismo, el gregarismo y el impulso emocional.

Hoy creo que el mayor problema de Cataluña no es dirimir su pertenencia o no a España, sino la división interna. Es decir: me preocupa más el odio de unos catalanes contra otros que el marco territorial. Las preguntas con dos opciones son una solución nefasta para una sociedad dividida por las vísceras. Lo vimos en el Brexit: los británicos votaron de manera irreflexiva, desinformados sobre las complicadísimas consecuencias de salir de la Unión Europea, gobernados por emociones nada cívicas. ¿Hubiera sido posible que votaran de otra forma? No, porque cualquier pregunta cuyas respuestas sean apelaciones a la identidad es una trampa.

No me fío de nosotros. Así de claro. Creo que estamos demasiado calientes para tomar una decisión como esta. Un referéndum que pregunte, con la fórmula que sea, si eres más catalán o más español, me parece hoy la forma perfecta de empeorar la situación. Lo que necesita Cataluña no es lanzar una moneda al aire, sino políticas que recuerden a las dos mitades qué es lo que tienen en común. Mientras no seamos capaces de ver al otro sin escupirle en la cara, no le veo el sentido a una pregunta tan trascendental.

JUAN SOTO IVARS

 
acabo de publicar en el hilo de literatura que publico ya mi primera novela. Lo digo aquí porque no hay nadie en los otros hilos :D:D. Espero compras masivas y no ser boicoteado por los antisistema. Lojaume , te lo dedicaré con todo mi corazón.


¿Incluye una cena?
 
Otegui arremete contra España en una carta en defensa de los líderes del «procés» en «The Guardian»

Otegui arremete contra España en una carta en defensa de los líderes del «procés» en «The Guardian»
El líder de EH Bildu sostiene en su tribuna que España es un «país autoritario» y que eso «no es nuevo»

Arnaldo Otegui
ha escrito una tribuna abierta en «The Guardian» en la que el coordinador de EH Bildu arremete contra España y argumenta en defensa de los líderes políticos del «procés». En su texto, el líder abertzale califica el referéndum ilegal del 1-O de «pacífico» y la sentencia del Tribunal Supremo de «injusta». «The Guardian» sirve de esta vez de altavoz para un político que sostiene que los etarras condenados por terrorismo son, también como los líderes del «procés», «presos políticos».

Otegui, que carga contra la Justicia y las leyes, tilda a España de estado «autoritario» y va más allá: asegura que esto no es «nuevo» y que es algo que los vascos ya conocen. «La negación y el rechazo de la naturaleza política del conflicto armado en el País Vasco se convirtió en algo fácil para ellos [para España], sobretodo después del 11 de septiembre», esgrime.

Incluso tiene palabras para Alfonso Pérez Rubalcaba, considerado parte fundamental del fin de ETA, para después defender que la violencia de la banda terrorista en el País Vasco terminó desapareciendo «no gracias a los esfuerzos del Gobierno sino a pesar de sus obstáculos». Otegui se refiere así a las conversaciones para rubricar el fin de la organización terrorista.

La carta del líder abertzale prosigue, desgranando lo que para él son las sistemáticas muestras de que España «no está interesada en la democracia y usará la violencia para encubrir su naturaleza antidemocrática». En su opinión, los acusados por terrorismo, muchos de ellos considerados autores materiales de alguno de los 850 asesinatos de la banda terrorista, y que no han mostrado un ápice de arrepentimiento, que están en prisión son «240 políticos presos». Y lo son, «a pesar de que ETA anunció el fin de la violencia en 2011».

Para Otegui, el nacionalismo vasco y catalán comparten una misma actitud: «están comprometidos con la paz». Mientras que España «va en la dirección contraria». Así, Otegui sostiene que la cuestión catalana debe tener una solución que tan solo puede llegar si «el conflicto» se internacionaliza. Una estrategia que, desde su huida, defiende Carles Puigdemont, hoy huido en Waterloo (Bélgica). Según Otegui, mientras España mantiene una «política de represión», «las instituciones europeas y sus países miran hacia otro lado».

La carta de Otegui llega apenas un día después de que el Parlamento Europeo rechazase por 299 a 118 incluir un debate sobre la situación en Cataluña (promovido por los Verdes/Alianza Libre Europea, grupo que acoge entre otros partidos a Esquerra Republicana). Desde la Comisión Europea ya se ha clarificado, en más de una ocasión, que su posición es la de «respetar la acción del Estado de derecho en España.
 
Eso no es cierto.
Iba para el comentario de Juan vaca.
Haber me he perdido , que no es cierto ?

Enviado desde mi SM-J710F mediante Tapatalk

Que si llega a derribar el helicóptero también lo habrían soltado.
Hombre lo normal seria que no , pero si a esta tentativa el premio es en el carrer pues en fin que puedes pensar cosas peores veriamos sin duda pero si el juez dicta a acatar no hay más
 
Arriba Pie