La Diada 2012, ¿un antes y un después?

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David Simon no necesita ningún relato, es un intelectual colo la copa de un pino y se conoce la guerra civil al dedillo, podrá estar equivocado (yo creo que no, que a Companys lo mataron por indepe catalán) pero lo estará por sus propias conclusiones, no por haberse comido ningún relato.
 
A Companys lo fusilaron, entre otras cosas, por fundar el Comité Central de Milicias Antifascistas, responsables de centenares (miles) de muertes. Aparte de por estar como una puta cabra y haber sido ministro de la república (coño, si te fusilaban por haber sido oficial o policía republicano). Pero si quieres comprar el discurso épico de que era un pobre tipo al que asesinaron por sus ideas, adelante. Pero conmigo no cuentes para blanquear a semejante hijo de puta. Y con esto no estoy justificando que lo fusilaran , solo discrepo de POR QUÉ lo fusilaron. Había cientos de motivos antes que por ser "independentista". Pero ese es un relato que gusta mucho difundir por parte de algunos.
 
CUANDO LAS AUTORIDADES ABRAZAN EL TERROR

El propio Companys el mismo 19 de julio de 1936 se negó a restaurar el orden republicano tras la derrota de los alzados, presidió la entrega de armas a las milicias de la CNT-FAI, abandonó a su suerte - o su muerte - a los dirigentes de su partido y a los miembros del gobierno de la Generalidad y del Parlamento de Cataluña y propuso a los dirigentes de la FAI, con García Oliver al frente, la creación del Comité de Milicias Antifranquistas de Cataluña, no para defender un frente que no existía, ni para reprimir a los alzados, que se rindieron todos el 19 de julio, sino para asesinar sistemáticamente a los previamente apuntados en listas negras elaboradas mucho antes de la Guerra Civil por la CNT-FAI y el POUM.

Companys tuvo un comportamiento totalmente distinto al de Casares Quiroga, que pese a sus amenazas parlamentarias y vil comportamiento tras el asesinato de Calvo Sotelo, dimitió antes de entregar armas a sindicatos y partidos de izquierdas, porque eso suponía liquidar el estado y alentar las masacres. Aún más distinto del de Martínez Barrio, el masón encargado por Azaña, tras dimitir Casares, de pactar con los alzados, siendo rechazado por Mola, no porque confiara en la victoria, que confiaba poco, sino porque era "demasiado tarde". Tampoco se comportó igual que Giral, que si bien era partidario de entregar armas a los sindicatos y liquidar el Estado depurando, o sea, matando a los funcionarios no afectos a Frente Popular, se cuidó mucho de no firmar una sola sentencia de muerte. Como Azaña, Giral fingió que no sabía lo que se estaba haciendo.

Companys podía haber recompuesto el 19 de julio la IV División del Ejército y garantizar, si no en toda Barcelona, en el interior de buena parte de Cataluña las vidas de miles de personas que fueron asesinadas en los primeros meses de una guerra, cuyo frente más cercano, el de Aragón, estaba a 300 kilómetros de distancia. Lo que se ha llamado "revolución" en Cataluña solo lo fue en la parte económica, por la toma de casi todas las fábricas e industrias de la región. El resto fue una inmensa matanza, un gigantesco pogrom de católicos, especialmente sacerdotes y religiosos, que fueron asesinados sin que supusieran peligro alguno para los que habían tomado el poder, solo por el afán totalitario de comunistas "libertarios" y antiestalinistas, pero fieles al mismo guerracivilismo genocida de Lenin y Trotski.

La razón por la que Companys se puso al frente, simbólicamente, del terror rojo en Cataluña y, a diferencia de Giral en Madrid, firmó tantas sentencias de muerte, fue, básicamente, la de mantenerse en el poder e ir aprovechando los vaivenes de la guerra para reforzar su posición en un sentido separatista. Pero con García Oliver - el pistolero nombrado ministro de Justicia en el gobierno de Largo Caballero de septiembre - u Andreu Nin - consejero de Justicia de la Generalidad - hizo algo más: creó el modelo de represión que luego se siguió en Madrid. Y sin obstáculos, porque no hubo en Barcelona ningún Melchor Rodríguez que, aun siendo miembro de la FAI como Durruti y García Oliver, se negara a aceptar el genocidio como forma básica de construir una nueva sociedad.

El libro de Javier Barraycoa Los (des) controlados de Companys, El genocidio catalán, julio 1936-mayo 1937 (Libros libres, 2017) resume, con valiosas aportaciones originales, todo lo que esta última década se ha publicado sobre el escaparate y la trastienda de la Guerra Civil en Cataluña, que, lejos de la mitología nacionalista y poumista, fue mucho más y muchísimo peor que lo que Orwell entrevió en mayo del 37 y, en consecuencia, que lo que con él se han limitado a ver tantos desde entonces.

Federico Jiménez Losantos, Memoria del comunismo, págs. 434-436
 
No hay en toda la II República y la Guerra Civil un político relevante con un nivel intelectual y moral tan discutible como el de Companys. Fue el hijo indolente de una familia rica de Lérida que tardó dieciocho años en terminar Derecho y se dedicó a defender a los terroristas de la FAI, mientras iniciaba su carrera política en el Partido Radical de Lerroux, feroz antinacionalista. Debutó como concejal obligando a Carrasco i Formiguera, luego fundador de la democristiana UDC, a gritar ¡Viva España! antes de tomar posesión. Por eso, los que conocían sus orígenes nunca creyeron en su sinceridad separatista, sesgo que tomó al ventear - fue su única cualidad: el olfato - que la política catalana iba a evolucionar de la Lliga y el lerrouxismo, hegemónicos en las dos primeras décadas del siglo XX, al separatismo y el anarquismo, dueños de las urnas y las calles en los trágicos años treinta.

o. cit., pág 439
 
La herramienta básica para ese terror bi-comunista fueron las Patrullas de Control, formadas por la CCMA pero sobre la base de los Cuadrs de defensa de la CNT. Según Jordi Albertí en El silencio de las campanas, hubo 200 comités de milicias y patrullas de control en toda Cataluña. Barraycoa da su organigrama e incluso un esquema en catalán (tal vez de la Generalidad) de la compleja estructura de las patrullas en Barcelona. Su sede estaba en Gran Vía de las Corts Catalanas, 617.

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El 2 de agosto de 1936 se crea con 700 patrulleros el Departamento, que insistimos actuaba ya como Comités de Barrio a partir de los Cuadros de Defensa de la CNT. En abril de 1937, antes de la guerra civil entre comunistas, ya eran 1.300 solo en Barcelona. Y el POUM tenía 400 solamente en Lérida, actuando con el nombre de Brigada Social, desde el comienzo de la guerra. El tribunal revolucionario en Lérida lo presidía Josep Laroca, "El Manco", un sádico semianalfabeto cuyo "juzgado" ornaban un enorme paño rojo y una calavera en la mesa del juez, que era, naturalmente, "El Manco". Su gran hazaña fue condenar al alcalde Joan Rovira por haber permitido la Cabalgata de los Reyes Magos, fiesta de la chiquillería pero reaccionaria. No se permitía defensa: "El tribunal ha deliberado y considerándolo un enemigo del pueblo trabajador ha acordado condenarle a ser fusilado esta misma noche". Y con él, otros siete. Al día siguiente, diez más. El 1 de agosto, veintidós. Nadie diría leyendo al Gorkin maduro que en Lérida, predio del POUM, se ejercía la justicia revolucionaria con tan pocas luces. Pero es que el Gorkin de 1936 llamaba a sus camaradas del POUM a no ir al frente y quedarse en la retaguardia haciendo la revolución... sin peligro.

Las patrullas no eran incontroladas, sino controladoras, y tampoco iban zaparrastrosas, como recién llegadas del fango laboral de Germinal. Vestían uniforme de cazadora de cuero con cremallera, pantalones de pana, gorra miliciana y pañuelo rojo y negro, los colores de la CNT. Cobraban muy buenos sueldos - en Gerona, 50 pesetas diarias, cinco veces el sueldo de un soldado, que ya se consideraba alto; el jornal del campo era de tres o cuatro pesetas -, amén de lo que se quedasen de lo robado a los asesinados. Tenían una credencial acreditativa y lucían una insignia de la Generalidad, prueba de la total identificación de Companys con las patrullas de control.

Nunca hubo freno o control del terror por parte de la Generalidad, que amparaba legalmente en Barcelona lo que lamentaba ante Madrid. Por otra parte, los comités o patrullas, desde que se disolvió el ejército y se depuró o huyó un buen número de oficiales y guardias, obedecían al CCMA solo cuando les parecía que les daba aún más poder, no cuando una Generalidad burguesa se lo quitaba. La ERC tenía su propio centro de detención y tortura, pero Companys, como prueba su decreto para personarse en los juicios militares, tenía especial predilección, rodeado de algunos militares de su cuerda, por firmar las ejecuciones de los militares comprometidos en el alzamiento, o de eclesiásticos como Irurita, obispo de Barcelona, que había pedido que le conmutaran a él esa pena tras el golpe de 1934, o de mujeres que despertaban en él un instinto sádico: fue el caso de Sara Jordá.

Sucedió en 1938, la guerra ya estaba perdida y Azaña, aunque tarde, hablaba de "paz, piedad y perdón". Jordá había sido denunciada por ayudar a huir a Francia a los perseguidos por el terror, entonces ya estalinista pero siempre con el paraguas legal de la Generalidad. Era un caso de humanidad evidente, sin relevancia militar, y el cónsul británico le pidió expresamente que no firmara la sentencia de muerte. Pero Companys contestó: "Para los traidores no hay piedad", la firmó y fue fusilada.

Las últimas víctimas de Companys, fusiladas en Montjuich en agosto de 1938 fueron sesenta y cuatro, "entre ellas seis mujeres en avanzado estado de gestación". (Francisco Gutiérrez Latorre, La república del crimen; cit. en Barraycoa, 2016). Lo de matar embarazadas no impedía el celo revolucionario. Hay casos como el de Carmen Clapés, de Vilobí (Gerona), con una niña de tres años y embarazada, que se empeñó en acompañar a su marido Vicenç Cornellá cuando una patrulla se lo llevaba "a declarar". Mataron a los dos.

Sara Jordá, que no tendrá una calle a su nombre, fue, sin embargo, fusilada tras un juicio, algo poco frecuente; y sin encarnizamiento ante la plebe, algo más que frecuente en condenados tras un juicio con visos de legalidad. Fue el caso de cuatro oficiales en el Campo de la Bota, el 23 de septiembre de 1936. Según cuenta en Las catacumbas de la radio Domingo de Fuenmayor:

Hombres y mujeres, gente madura y mozalbetes de catorce años, con fusiles, pistolas, carabinas y navajas, se adelantaron al encuentro de las nuevas víctimas, las atraparon y sin formación de cuadro, sin ni siquiera una parodia de formalidad en el supremo trance, acribilló, despedazó en un instante a los cuatro caballeros oficiales.

Esa gran máquina de terror, perfectamente comparable a la de Lenin y Dzerzhinski, consiguió el letal resultado que solo una larga preparación hacía posible. Entre el 18 de julio de 1936 y el mes de septiembre fueron asesinadas 4.682 personas, según Barraycoa, número que acepta Federica Montseny en Anarcosindicalismo y revolución en España (1930-1937):

Es posible que nuestra victoria haya significado la muerte violenta de cuatro o cinco mil ciudadanos de Cataluña, catalogados como hombres de derechas, vinculados a la reacción política o a la reacción eclesiástica.

o. cit., págs 460-462
 
Última edición:
Es que Companys lo primero que dijo después de declarar la independencia fue "ahora ya no dirán que no soy independentista", era un trepa pringado que jamás llegó a controlar a los anarquistas y a los trotskistas que, de hecho, le llegaron a usurpar las funciones de seguridad ciudadana.

Todo esto no quita que a Companys se lo cargaron por ser el catalán que declaró la independencia. Companys se vio forzado por los suyos a declararla (igual que Puigdemont, por cierto), lo que evidencia un conflicto nacional (que Espartero tenía claro cómo mantener a raya).
 
Todo esto no quita que a Companys se lo cargaron por ser el catalán que declaró la independencia. Companys se vio forzado por los suyos a declararla (igual que Puigdemont, por cierto), lo que evidencia un conflicto nacional (que Espartero tenía claro cómo mantener a raya).
:roto2

Es imposible mezclar más cosas. Pero bueno que si te ponen bibliografía delante, se podría poner de distintos autores y seguiría siendo mas o menos lo mismo, y todavía crees que "lo mataron por ser catalán". Pues poco hay que decir.
 
Todo esto no quita que a Companys se lo cargaron por ser el catalán que declaró la independencia.

No, Ropit. Companys fue fusilado por comportarse durante la Guerra Civil como un criminal. El golpe de estado que dio en 1934 ya fue juzgado anteriormente, no por Franco, ni por Felipe V, ni por los Reyes Católicos: lo fue por los tribunales de la II República Española. Y fue condenado. Y después amnistiado cuando ganó el Frente Popular.

Companys era un trepa, sí, pero permitió, cuando no fue directamente el causante, de muchísimos asesinatos en Cataluña. Y eso no tiene nada que ver con independencia o no independencia.
 
El golpe de estado que dio en 1934 ya fue juzgado anteriormente, no por Franco, ni por Felipe V, ni por los Reyes Católicos: lo fue por los tribunales de la II República Española. Y fue condenado. Y después amnistiado cuando ganó el Frente Popular.

Claro, y era justo, si declaras la independencia con armas y fracasas lo normal es que vayas a la cárcel.

Por otra parte, los motivos que figuran en su juicio sumarísimo los sé, pero que Companys era caza mayor por ser quién era, lo que había declarado en el 34 y lo que representaba, también.
 
Lo que era es un hijo de la gran puta y un asesino de mierda. Lo de independentista, aparte de ser por conveniencia, era solo un aspecto secundario de los mil motivos más importantes que había para darle billete. Pero el independentismo, como bien cuento que es, necesita mártires, aunque sean inventados.
 
Los que están insultando mi inteligencia y mi pudor son los que se rasgan las vestiduras con una estatua del marqués de Comillas, mientras homenajean a este puto asesino demente en cada ciudad catalana.
 
Esto es lo que el puto independentismo ha hecho con los catalanes.



Leed los comentarios, no tienen desperdicio.
 
Es increípla que no estén los rótulos en catalán.
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