La maldición de Frankenstein, de Terence Fisher
La primera de las aportaciones de la Hammer a la temática de monstruos clásicos, con el estilo tan reconocible de los títulos de la productora británica, especialmente la fotografía en colores vivos (para apartarse lo más posible de los films de la Universal y buscar una estética propia). Una versión más libre si cabe, una narración concentrada y centrada en los personajes y en el diálogo durante gran parte del metraje, de forma un poco teatral, administrando efectismo sabiamente. El verdadero monstruo aquí no es otro que el mismo doctor Frankenstein, en lo que supone una reformulación muy cabrona del personaje, un loco obsesionado con lo suyo y que no siente el menor escrúpulo, no dudando en engañar a quienes le rodean y en buscar provecho como sea, incluso matando.
La prometida es medio lerda y le importa un comino en realidad a nuestro ¿héroe?, el amigo es un pagafantas a quien chantajea, y el acabóse es lo de la criada, a la cual se percute porque le da la gana... por otra parte, la criatura (Christopher Lee, en un papel discreto y sin tanto protagonismo) produce un profundo horror y desagrado, un engendro sin humanidad, una parodia grotesca del ser humano perfecto que Frankenstein aspiraba a crear. Normal que sea él mismo quien labre su propia perdición, inspirando compasión pese a las maldades cometidas, y el amigo termina dejándolo por imposible, no hay salvación para él. ¿No es el final poco claro? No sabemos si es que ella no murió, o si incluso ha sido revivida por el ex-amigo. En cualquier caso, adaptación morbosa y más acorde con los tiempos entonces.