Lo que falta de verdad en las finanzas internacionales
Las llamadas “inyecciones de liquidez” que están llevando a cabo los bancos centrales en los mercados financieros son tan inmensas que los ciudadanos normales perdemos cualquier sentido de la magnitud. Y como están realizándolas con tanta reiteración lo normal es que la gente piense que son esos recursos lo que verdaderamente se necesita para evitar que la crisis se agudice y se extienda.
Pero yo me temo que aunque las inyecciones sigan proporcionando más dinero líquido a los bancos que operan a escala internacional no podrán detener la crisis porque no es eso lo que realmente se necesita para controlarla.
Es más, quizá podría ocurrir que al poner a disposición de los bancos cada vez más recursos líquidos no se lograra sino que siguieran realizando el mismo tipo de operaciones que han provocado la crisis.
Como ya se ha explicado suficientemente para quien haya querido entender lo que ha provocado el actual desbarajuste financiero es un proceso bastante sencillo de entender. Al socaire del boom inmobiliario, muchos bancos principalmente norteamericanos multiplicaron su oferta de hipotecas, lógicamente, unas más seguras o arriesgadas que otras.
Como había una gran demanda de créditos llegó un momento en que los propios bancos necesitaron recursos ajenos para seguir ofreciendo títulos de crédito.
Como le ocurre a cualquier prestatario, también los bancos tenían que ofrecer garantías o contrapartidas para obtener esa liquidez adicional en forma de préstamos interbancarios. Y para que dispusieran cómodamente de ellas se les autorizó la creación de unos nuevos productos financieros que se derivaban de las hipotecas que habían concedido: las llamadas MBS (Mortgage Backed Securities u Obligaciones garantizadas por hipotecas).
Este producto era en realidad una especie de “paquete” en el que estaban las hipotecas buenas (prime) y las malas o muy arriesgadas (sub prime), es decir, que contenían a su vez productos seguros pero también otros muy arriesgados.
Y esos “paquetes” son los que han sido adquiridos, muchas veces sin saber en realidad lo que estaban adquiriendo desde el punto de vista del riesgo porque no se conoce lo que había “dentro”, por multitud de bancos de todo el mundo cuando han ido financiándose unos a otros.
La crisis estalló inicialmente cuando las hipotecas sub prime dejaron de pagarse y, como ya es fácil de imaginar, se extendió cuando se iba descubriendo el pastel en esos “paquetes” mencionados.
¿Por qué han de inyectar entonces tantos recursos los bancos centrales para hacer frente a la crisis desatada de esa forma?
La respuesta es fácil: no porque no haya dinero sino porque los bancos no se prestan entre ellos temiendo que la garantía recibida vaya, por así decirlo, contaminada de un riesgo oculto demasiado elevado. Y porque si los bancos no se prestan la crisis termina afectando no solo a los bancos sino a los industriales, a los empresarios, a los consumidores... como está pasando.
De momento, lo que están haciendo los bancos centrales es proporcionar liquidez a cambio, fundamentalmente, de... ¡los paquetes “sucios” (de altísimo riesgo) que tienen los bancos! Tratan así de sacar del mercado los productos de alto riesgo que al circular con nula transparencia paralizan la actividad bancaria.
Dicho de otra manera, la operación “salvadora” de los bancos centrales está consistiendo sencillamente en asumir el riesgo financiero que había creado la banca internacional pero lo que no está de ningún modo claro es que de esa manera vayan a poder evitar el desastre que, como una mancha de aceite, puede haberse extendido ya de modo irreversible por todo el sistema financiero internacional.
Me parece que esto último es así porque me yo creo que inyectando más liquidez no se asegura que los bancos dejen de suscribir y difundir títulos y productos financieros cada vez más arriesgados o irrealizables y, por tanto, acercándose así cada vez más a las fronteras de la insolvencia. Se quiera o no, la actividad bancaria es como ir en bicicleta: si te paras te caes. Es decir, que o siguen haciendo lo que hacían o generan pérdidas o insolvencia.
¿Por qué podemos sospechar esto? Porque, en realidad, lo que hay en el fondo de todos esos productos financieros derivados unos de otros y que hoy día constituyen el eje de la inversión financiera no lo sabe nadie. La opacidad es prácticamente total, entre otras cosas, porque así han querido y permitido los bancos centrales que sean las finanzas internacionales de nuestra época: sin control ni transparencia.
Téngase en cuenta que el proceso que ha desencadenado la crisis ha sido posible porque la Reserva Federal, el banco central de Estados Unidos, permitió en su día que de los créditos hipotecarios se “derivaran” en la forma que mencioné más arriba y porque todos los grandes bancos centrales han desoído reiteradamente las demandas para que establecieran mayor control y transparencia en todo este tipo de operaciones de alto riesgo que les hicieron incluso algunos gobernantes conservadores.
Ahora, cuando la crisis estalló y nadie sabe quién va a darle el cambiazo a quién, lo que ha ocurrido, como acabo de señalar, es que los bancos no se fían de nadie a la hora de movilizar los recursos de unos a otros, como es imprescindible que ocurra en los mercados financieros, ni tienen posibilidad de generar nuevos recursos sin asumir de nuevo riesgos elevados.
Los bancos centrales pueden seguir inyectando liquidez eternamente pero así no proporcionan el remedio que a estas alturas se necesita urgentemente: control, transparencia y confianza.
Juan Torres López / Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Málaga /
www.juantorreslopez.com