Pereirano
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Respuesta: La metastasis financiera: camino a la perdicion
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Teoría y Práctica del Colectivismo Oligárquico
Lunes, 24 de Octubre de 2011
El neoliberalismo económico es una doctrina basada en una serie de premisas falsas, por lo que es inevitable que conduzca a los desastrosos resultados que en estos días observamos.
De todas ellas la premisa más famosa – y más falsa – es la de “mano invisible” que regula a los mercados. Más o menos reza:
“Los mercados no necesitan regulación ya que se regulan por si solos”
En realidad los mercados son una entidad legal, ya que son creados por leyes. Inclusive podría argumentarse que es económicamente ineficiente la no regulación ya que los actores del mercado perderían gran cantidad de energía y recursos defendiéndose o atacando en un mercado sin reglas.
En realidad la premisa quiere decir:
“No quiero que nadie me regule, quiero hacer lo que me dé la gana y que otros corran con las consecuencias”
El ejemplo paradigmático del mercado sin reglas es el de las drogas.
Cada capo se quiere quedar con el negocio de los otros capos, pero estos a su vez no se van a dejar. El resultado es una guerra permanente donde los diferentes capos emplean gran cantidad de sus recursos psíquicos y económicos en defenderse cuando no en atacar a los otros capos en un permanente sin vivir en lugar de dedicarse a lo suyo: producir y distribuir más drogas. En realidad quienes principalmente impiden que las drogas lleguen a la calle son ellos mismos y su eterna guerra, no los cuerpos de seguridad.
Si los capos tuviesen dos dedos de frente o un poco menos de testosterona lo que deberían de hacer es reunirse y acordar como va a funcionar el negocio. Tal zona para fulano, esta otra para perencejo, nadie se mete en el territorio del otro, acordarían algún tipo de mecanismo de resolución de conflictos – tribunales, consejo de ancianos, etc – que no fuesen las pistolas, es decir establecerían reglas o lo que es lo mismo: regularían sus mercados. Esto liberaría los inmensos recursos invertidos en el aparataje de protección/ataque para ser utilizados en el negocio. Ahora dispondrían de más aviones, más barcos, más dinero para sobornos, mas medidas antirradar y pondrían más hectáreas en cultivo. Con el tiempo hasta podrían llegar a fundar un banco mancomunado para lavar su propio dinero sin tener que pagarle a los otros bancos, establecer planes de pensiones, seguros de vida y salud para todos sus empleados, mulas y sicarios. Todo esto sin olvidar que cada uno de los capos multiplicaría por cien sus probabilidades de llegar a viejo con vida y disfrutar de sus millones y sus nietos.
Estas son las ventajas de la regulación económica: estabilidad para dedicarse al negocio. Claro que el regulador debe entender muy bien lo que esta regulando y ser un poco inteligente, no estar al servicio de los capos pero escucharles y sobre todo: no trabajar, haber trabajado o esperar trabajar para ellos. El trabajar para ellos, tal como sucede hoy en los mercados financieros, anula totalmente las ventajas de la regulación y el ser poco inteligente también ya que nadie que participe en el mercado verá las ventajas de una regulación estúpida. Ahora si ya se dan los dos casos al mismo tiempo, como en el mercado eléctrico español, entonces apaga y vámonos.
La bandera utilizada por los economistas neoliberales para atreverse a proclamar que un mercado “liberalizado” es más eficiente que uno bien regulado es el archiconocido libro “Una investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones” escrito por Adam Smith en 1776. Para hacer que la mentira sea creíble no hay nada como decir medias verdades a la vez que uno se arrima a un buen árbol. Quizás Adam Smith y Karl Marx sean los economistas-filósofos más citados y menos leídos por la comunidad económica.
- ¿ Por qué hay que liberalizar los mercados ?
- Porque lo dice Adam Smith en su libro.
- ¿ Por que si esto es así los mercados no han estado liberalizados desde 1776 ?
- Ehhh…bueno..no-lo-se pero aquí estamos nosotros los neoliberales para retomar la antorcha. Venga vamos a liberalizar el mercado eléctrico.
- Oye que se ha ido la luz.
El libro de Adam Smith y su pensamiento es quizás uno de los más influyentes en la economía capitalista al ser el primer libro de economía moderna que se escribió. En realidad Smith nos habla en su obra no de la “liberalizacíon” pero si de la especialización del trabajo. Smith, agudo observador, hizo patente a casi todo el mundo que las especialización del trabajo es la clave para aumentar la productividad y por lo tanto el nivel de vida. En aquellos años lo normal era el trabajo del artesano que construía una silla de montar completa. Smith decía que la clave era que unos se dedicasen a producir hebillas y solo eso, otros estribos, otros cordeles y otro a ponerlo todo junto. Así entre todos ellos producirían mas sillas que si cada uno fabricase una por su cuenta y entre todos serían más ricos. En realidad está hablando de cooperación y no de competencia.
Adam Smith vivió en la Inglaterra y Suiza de mediados del 1700, donde la economía estaba compuesta principalmente por PYMES dirigidas a pie de taller por su propio dueño. En este escenario no existe nadie que domine el mercado, ni existen grandes oligopolios y los negocios se hacen directamente con el propietario. Fue aquí donde concluyó que la competencia es saludable ya que si cada quien obra en su propio interés en realidad aumenta la riqueza general y eso beneficia al conjunto. Existe una “mano invisible” que regula al mercado, claro: nadie domina dicho mercado, todos son PYMES. De aquí viene el concepto de que los mercados se regulan solos: de una economía formada por PYMES.
Adam Smith dijo muchas otras cosas, que curiosamente parecen olvidar nuestros modernos neoliberales.
No se menciona por ninguna parte es lo que opinaba Smith sobre las grandes corporaciones por acciones dirigidas por unos administradores profesionales que no eran los propietarios y que hoy conocemos como directores.
“The directors of such companies, however, being the managers rather of other people’s money than their own, it cannot well be expected that they should watch over it with the same anxious vigilance with which the partners in a private copartnery frequently watch over their own.”
No se puede esperar que los directores de estas empresas, siendo administradores de los dineros de otras personas en lugar de los suyos, supervisen las operaciones con la misma vigilancia ansiosa que la que tendrían si la empresa fuese efectivamente suya.
Por lo menos tuvo la delicadeza de no mencionar la corrupción, los sueldos astronómicos y la búsqueda del beneficio personal en detrimentos de los accionistas, clientes, empleados y suministradores, pero es evidente que no les tenía en gran estima.
Otra cosa que no se menciona de Smith es lo que opinaba acerca del pago de los impuestos, donde dejaba bien claro que aquellos que más se benefician de la protección del estado en cuanto a proveedor de un medio estable para hacer negocios deben contribuir más a su mantenimiento. Y por más no hablaba de proporcionalidad, por más hablaba de progresividad: si te beneficias el doble que tú vecino debes contribuir con más del doble de tu vecino. Adam Smith, el padre del liberalismo era un acérrimo defensor de los impuestos progresivos.
Por otra parte se le cita como que Smith abogaba por un estado mínimo, por lo que hay que desmantelar al estado. Smith abogaba por un estado limitado no nulo, pero por las siguientes razones:
“Civil government, so far as it is instituted for the security of property, is in reality instituted for the defence of the rich against the poor, or of those who have some property against those who have none at all.”
La verdadera función dl estado civil, tal como se encuentra instituido es la defensa del rico contra el pobre y de los propietarios contra los que no tienen nada.
Smith argumentaba que un estado grande lo único que hacía era destinar los impuestos a subsidiar a las élites cuando no a proteger sus intereses monopólicos. Smith estaba apasionadamente en contra de los grandes estados y de las grandes corporaciones, era alérgico a cualquier concentración de poder ya que eso destruye el libre mercado y lo consideraba moralmente cuestionable. Por esto estado y empresas debían de tener un tamaño pequeño de forma que no tuviesen tanto poder.
Otra cosa que promulgaba Smith era que el costo total de producción debe ser imputado a lo producido, no deben existir costes externalizados. Por ejemplo: una compañía minera destroza un paraje para explotar una mina, el mineral se vende y cuando aquello se acaba marcha dejando la comarca hecha un erial, ya los habitantes y ayuntamientos de la zona se encargaran de arreglar el estropicio. En este caso la compañía minera ha externalizado el coste de reponer el paisaje. Se lo ha ahorrado y con ese ahorro o ha sido más competitiva quitando negocio a s competencia o ha aumentado sus beneficios. Smith dice que en el coste del mineral se debe incluir el de reponer el paisaje. Y para estas cosas es para lo que existe el gobierno y las regulaciones.
Smith era un acérrimo defensor de la economía nacional cuando decía:
“By preferring the support of domestic to that of foreign industry, he intends only his own security, and by directing that industry in such a manner as its produce may be of the greatest value, he intends only his own gain, and he is in this, as in many other cases, led by an invisible hand to promote an end which was no part of his intention.”
Al preferir el soporte de la industria nacional y no de la extranjera solo busca su propia seguridad, y dirigiendo su empresa de forma que su producción tenga el máximo valor solo busca su propia ganancia y de esta forma y como en muchos otros casos es guiado por una mano invisible que promueve un fin que no forma parte de sus intenciones.
Ese fin es el bien común. La firma local que compra local promueve el bien común. Smith nunca se hubiese llevado la producción a China.
En ninguna parte de la obra de Adam Smith dice que la economía ideal estaría compuesta por unas cuantas multinacionales oligopólicas en clara connivencia con los estados, sin raíces en ninguna nación, dirigidas por unas personas que no son sus propietarios, que solo les interesa su beneficio personal y que les importa un pito sus mercados, productos, empleados, suministradores, colaboradores y que venderían la casa de su madre dejándola en la calle para comprar la nueva alfombra del recibidor. El mundo de Smith era todo lo contrario, era un mundo de empresas regentadas por los propietarios conocidos, que arriesgaban sus pertenencias y se encontraban afincados en el territorio . La economía global de hoy día era anatema para Adam Smith, ya que destruye el mercado.
También abogaba claramente por que el propietario de una empresa, así fuese por acciones, fuera responsable solidario de la misma hasta por el monto de todas sus propiedades. El mismo Adam Smith despotricaba de la sociedad Anónima, donde el propietario es responsable solo por el capital invertido. Es decir que su empresa puede quebrar y su casa, su dinero en el banco y sus cuadros son intocables. De esta forma, ante una quiebra, mientras suministradores y empleados hacen cola para que alguien les pague dicho propietario se va al club de equitación a echar unas risas.
Es muy curioso que hoy día la forma de empresa llamada Sociedad Anónima sea en realidad de responsabilidad limitada y la forma de empresa denominada Sociedad de Responsabilidad Limitada sea en realidad no limitada ya que en este tipo de firma el propietario si responde con todos sus bienes. También llama mucho la atención que la sociedad Anónima – donde el dueño puede escapar ante la quiebra – sea el tipo de empresa de la gente con dinero y la sociedad de responsabilidad limitada – donde el propietario pierda hasta la camisa ante una quiebra – sea el tipo de empresa de las personas con menos recursos.
Hasta qué punto se puede tergiversar el pensamiento del padre de la economía moderna para acomodarlo a los intereses de clase y a los mecanismos de dominio subyacentes.
Inclusive todos parecen olvidar que la guerra de independencia de los Estados Unidos en realidad fue una guerra contra la principal trasnacional de la época, la British East India Company que cotizaba en la bolsa de Londres, tenía hasta sus propios ejércitos y de dedicaba a todo tipo de desmanes a lo largo y ancho del imperio británico. Esto fue tan así que desde 1776 – año de la declaración de independencia – hasta mediados del siglo XIX este tipo de empresas — sociedades anónimas por acciones — estuvo prohibida en el país y solo se autorizaban durante un tiempo limitado para grandes obras públicas. Se las consideraba poco menos que engendros del diablo.
En realidad esta forma actual de contubernio corporaciones-estado dentro del mundo industrial siempre tuvo un nombre: fascismo. Este es su verdadero nombre y no los atributos y florituras tomados prestados de la inmensa obra de Smith que con calzador les quieren trasplantar los economistas a sueldo del régimen.
En realidad lo que parecen haber leído muy bien es el libro ficticio “”Teoria y Practica del Colectivismo Oligarquico” del también ficticio Emanuel Goldstein. Es un muy interesante libro nunca escrito por un autor que no existe, pero ni falta que hace para entender su contenido.
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