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A finales del pasado año saltaron las alarmas en el país tras descubrirse varios casos de alumnos que desfallecían en clase tras horas, e incluso días, sin probar bocado. Nikos Papaspyru, un portavoz de la Federación de Profesores, explicaba en diciembre que cada vez se ven más casos de niños que no están bien alimentados, especialmente en los barrios donde se ceba el desempleo. «Algunos niños dejan las clases antes de que terminen para acudir a comedores de caridad», añadía Papaspyru.
Entonces, la ministra de Educación, Anna Diamantopulu, desmintió el problema acusando a los profesores de «propaganda populista». Hasta que, esta semana, el ministerio se ha visto obligado a tomar cartas en el asunto. El lunes, respondiendo a una pregunta parlamentaria, la viceministra Evi Jristofilopulu reconoció que su departamento ha elaborado un plan que entrará en vigor la semana próxima y por el que, en 18 colegios de barrios populares del Ática (la región en la que se encuentra Atenas y se concentra un tercio de la población griega), se comenzarán a repartir volantes de comida gratuita por valor de entre dos y tres euros. Con ellos, los alumnos recibirán un almuerzo compuesto de leche, galletas, fruta y un bocadillo.
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El nuevo programa de lucha contra la desnutrición será financiado por fondos de la Unión Europea, además de acuerdos de cooperación con la iglesia ortodoxa y empresas privadas, ya que el presupuesto de Educación para 2012 ha sido recortado en un 60 % por exigencia de Bruselas.
Lo que llevaba ayer a un bloguero griego a comparar la situación con los repartos de leche en las escuelas en los cincuenta, financiados por el Plan Marshall después de que la ocupación nazi y la guerra civil dejasen al país en ruinas. En aquella época, Grecia condonó las reparaciones de guerra que le debía Alemania. A día de hoy, serían 95.000 millones de dólares.