Pues aún con todo, Verhoeven es afortunado y es capaz de verle un sentido a la gibsonada, aunque sea uno que él deteste (supongo que el poso protestante holandés tiene algo que ver también).
Yo en cambio, nunca fui capaz de apreciar valor alguno ni razón de ser real para este film, tanto en su primer visionado como en los posteriores. Ni experiemcia estética, visceral o espiritual, ni nada que se le parezca. Apenas una exhibición gratuita de sadismo, aunque en verdad tampoco es que la violencia de las torturas al Chuchi me impresione demasiado más allá de alguna grima ocasional.
Por otro lado, formalmente es un film atroz, por muy bonica foto que le haga Deschanel, sigue siendo un festival de cámaras lentas por que sí, no sea que a velocidad normal la peli se nos acabe a los 20 minutos. Su sentido de la solemnidad, así como la manera en que narra literalmente ciertos pasajes bíblicos, son tan cursis como los de la mayor parte del peplum bíblico. Y luego claro, los sustitos para que el adolescente interior de Gibson quede satisfecho, y de paso despertamos al personal que empiece a sentir modorra con tanto ralentí.
Un saludete.