Resulta muy difícil sustraerse al Stendhal continuo que Cimino cimenta en cada secuencia de esta obra imperecedera y dolorosamente metafórica ( tambien profética; resulta necesaria en vista de la actualidad norteamericana ) en su propia construcción: la base de la tragedia de un país, de una historia, pero de manera interdiegética, del propio Hollywood y de su director. Y complica, digo, sobremanera, la lectura racional de una película con errores, si, pero cimentada en la percepción espacial y dionisiaca.
Partiendo de que he visto el Bluray de la versión extendida que en su día no pudieron visionar en cines los espctadores de aquellos tempranos 80, asisto estupefacto ante un ejercicio de un romanticismo tan arrebatador , de la sensación de asistir a cuadros en movimiento en cada plano, como si Cimino dominara tanto su arte que no duda en dilatar el tiempo para que asistamos a cada fotograma como si de una pintura se tratase: toda la información está ahí, Wyoming es eso, el paraíso es esto, los conflictos son esto, grandes urbes o masas sociales en eterna interacción. Todo está retratado, no hace falta contar nada mas.
Contemplar esa panorámica del pueblo Wyoming enmarcado en las montañas, se puede palpar cada edificio, notar la perfección de cada vestimenta, calibrar el calor o la humedad de cada interior, deslumbrarte ante el sol de las horas mágicas...
Si a eso le añadimos el gran libreto que se trae entre manos , el resultado iba ser de todo menos un producto para todos los paladares: la fundación de un país, si, pero tambien la idea de la masculinidad desligada , la diversidad étnica como conflicto eterno en la configuración de USA y su equilibrio de fuerzas con los nativos, la perversión del ideal supeditada a la segregación racial , el paralelismo del baile romántico del prólogo con el de la parte central del filme en "la puerta del cielo" ( descomunal travelling sin dejar de lado a los patinadores ) y finalmente a la lucha entre universitarios alrededor del árbol de la plaza con el asedio final de los carros con la derrota llamando a última hora Cimino pasa del idealismo juvenil burgués a la alegría obrera terrenal y a la matanza civil racial. Todo usando el mismo movimiento: el círculo. El eterno retorno, el determinismo de la condición humana y de una tragedia existencial.
Todo ello en clave , aunque parezca lo contrario, antiépica, porque el tono empleado y expresado principalmente por su protagonista, un icónico Kris Kristofferson que nació no solo para este papel sino para interpretar cualquier western, no puede ser menos heroico. Parece ya desengañado de antemano, dispuesto siempre al abandono, a la huida ( él mismo parece haber huido de su esposa ) , sempiterno forastero y reacio al compromiso firme de amarrar en un territorio ( de ahí que Ella, una lúbrica, deseable y adorable Isabelle Huppert, en el mejor papel femenino de todo Cimino, se decida por Chris Walken, sensacional como alternativa mas que némesis de Kristofferson )
Uno de los aspectos mas inteligentes del film es el de no crear un conflicto maniqueo entre los dos hombres que se disputan a la misma mujer: de hecho, uno salva al otro a petición de Ella , y los dos satisfacen diferentes pulsiones femeninas... y funcionan asimismo como ejemplos de las vertientes norteamericanas: el soñador frente al pragmático, el idealista frente al vendido , el romántico frente al capitalista , el carro frente al fusil ( Ma-ra-vi-llo-sa la presentación del personaje de Walken ) . Ella es el propio país, que no duda en acostarse gratis con uno y cobrar al otro, en una lógica empresarial aplastante. Los dos se complementan y al final se reconocen como rivales legítimos... frente a Sam Waterston, este si, un personaje algo mas plano salvado por el buen oficio del actor. Su imagen de la alta esfera militar confirma la posición antibelicista de Cimino y nos remite a cierta esencia psicopática en su desenlace.
Hay mas , claro, está un sensacional Jeff Bridges como inmigrante y barman , un jovencisimo Mickey Rourke en un papelín antes de hacerse grande que demostraba el gran ojo de Cimino como descubridor de talentos ( hizo lo mismo con John Lone en Manhattan Sur o con Walken en El cazador ) , un John Hurt como la viva imagen del anacronismo , un magnético Brad Dourif como la dignidad del inmigrante...
No hay recreación tanto como dilatación en la violencia para transmitir mejor la brutalidad, el agotamiento... La propia configuración de USA y del ser humano parece condenada a un viaje infinito, a una derrota asumida, a un discurrir perdido en mitad del oceáno, en medio de ninguna parte, a la deriva del barco en un epílogo tristísimo en un- paradójico- paradisiaco enclave.