Posibles SPOILERS
Se puede hacer reiterativa, tiende al exceso y a la ida de olla, pero bien pudiera ser lo mejor que ha hecho este hombre en bastante tiempo, incluso diría que está todo mejor pensado de lo que parece. Con la premisa del psicokiller elabora un manifiesto en torno al asesinato como forma de arte, adoptando formas de ensayo y de diálogo con el que Lars cuestiona su propia obra y se cuestiona a sí mismo. La mezcla de atrocidades a cada cual más cafre con grandilocuentes digresiones explicativas me ha recordado a la Justine de Sade. El único artista a la altura de dar la réplica a alguien con un ego de tal calibre sólo puede ser el poeta Virgilio, vaya que sí. Se afana nuestro amigo por traspasar todos los límites de lo que se puede mostrar sin ser un cabrón, y aunque lo haga en clave de humor negro, el pico de sordidez y de no tener puta vergüenza creo que lo alcanza a mitad de peli con lo de la “familia”… a partir de ahí creo que uno se inmuniza y no puede sino tomárselo a coña (tampoco es que sean cosas muy fuertes, más bien es la carencia de escrúpulos y la crueldad con que se afrontan, incluso dilatando agónicamente algunas situaciones). Ni siquiera falta la cuestión de la misoginia, poniendo un discurso anti-feminista en boca de… un asesino de mujeres. La metáfora de la casita y sus materiales de construcción resumen lo básico de esa mezcla de estética y horror que persigue Jack/Von Trier.
De la arquitectura de las catedrales a las técnicas de maduración de la uva, pasando por la cita directa… ¡de las propias películas del danés!, el tal Jack va evolucionando, llevando cada vez más lejos su peculiar arte y sus conceptos (esa alusión al “icono”), conforme la peli abandona ciertas referencias al subgénero (el slasher de carretera y las invasiones domésticas en los primeros capítulos) para acabar con veinte minutos finales de cine fantástico, con un par; imágenes infernales alucinantes en pleno contraste con la habitual desfachatez formal (cámara temblona, saltos de eje, etc.), que abrazan un esteticismo pictórico al máximo. Cuestiones incómodas, una visión desoladora de un mundo de cazadores y presas, de tigres y corderos; del ser humano (parece que todas las víctimas merecieran morir), incluso de la providencia que permite el mal (un mal, nos sugieren con mucho relativismo, que una vez fue indistinguible del bien -ese puente roto-). Un ser tan indeseable merece arder en el averno, aunque en cierto modo sigue siendo uno más (como sus trofeos, él también se convierte en una imagen en negativo), inocente a su manera en semejante contexto. Los campos elíseos ¿una belleza absoluta, o inocencia perdida, más allá del bien y del mal, capaz de conmover incluso a un monstruo? Y la puta canción que mete en los créditos finales ya es el acabóse.