Mezcolanza de intriga, giallo y terror sobrenatural en una historia tipo “coming of age”, a la vez que homenaje nostálgico al Londres de los años 60 y musical encubierto en el que no cantan, pero en el que las continuas canciones hacen avanzar el relato, lo cual creo que es la principal novedad y seña de identidad de este señor.
Me ha parecido una película bastante hueca que lo intenta disimular mediante una puesta en escena potente en lo visual, a la que es difícil negarle aciertos. El enfoque onírico de las realidades superpuestas, u “otros mundos dentro del nuestro”, el doble al otro lado del espejo, el proceso creativo del artista… da la impresión de que todo esto queda muy pobremente esbozado, cayendo incluso en lo gratuito e incoherente (¿entiendo que ella sueña con el fantasma de una persona… todavía viva?). A Wright le quedan, eso sí, los giros de tuerca de una trama muy tonta, con un Terence Stamp cuya imponente presencia se agradece, pero que acaba siendo una personaje que no aporta mucho más allá del simple jugar al despiste (su muerte, además, es descarada exigencia del guion), al igual que el pasado de la prota y su rollo materno-filial.
Los referentes, pues Polanski, cómo no (mujer desequilibrada en problemas, pudor frente a sexualidad desinhibida), y en concreto, El carnaval de las tinieblas, con referencia muy directa en ese maquillaje y en el diseño de los fantasmones. Me ha interesado más la desmitificación de ese Soho pretérito de luz y color, tan fácil de idealizar desde un presente, eso sí, totalmente gentrificado y “prostituido” en favor del despendole estudiantil. También la ambigüedad de la chica del pasado, víctima y verdugo, ese reconocimiento y solidaridad final pese al monstruo en que se ha convertido. Que esa es otra, adentrándose la peli en una denuncia explícita del abuso contra las mujeres que además se prolonga en el tiempo y sigue ahí larvado, una fantasía de fama y glamour que encubre una explotación sistemática y una anulación de la personalidad (“qué nombre más bonito”)… para concluir que no, que todos son muy malos y la violencia engendra violencia… pues vale. Te puedes imaginar esos derroteros de investigación detectivesca para unir todas las piezas, que tarda demasiado en llegar, y en fin, queda una propuesta que me funciona sólo a ratos.