Lo que me resultó fascinante de Los Cronocrímenes la primera vez que la vi era la intuición de que más allá de un juego narrativo, la película estaba hablando de otra cosa.
La mecánica narrativa de Los Cronocrimenes se sostiene sobre la resolución de las paradojas que todo viaje en el tiempo provoca. Las paradojas, por tanto, son resolubles (Héctor uno se convierte en Héctor dos y consigue que la paradoja Héctor uno haga lo que tiene que hacer para convertirse en Héctor dos y así sucesivamente) La película explica esto con una sencillez tan apabullante que a nada que uno tenga la mente un poco retorcida en seguida empieza a creer que hay algo más. Lo cierto es que sí hay algo más, pero no está ahí. Todas las críticas que han dicho que Los Cronocrímenes no se entiende mienten. Los Cronocrimenes se entiende tan bien que no nos lo creemos.
Lo que hace a Los Cronocrímenes una película diferente no es su mecanismo narrativo, sino el motor del mismo: El punto de Partida.
El hombre con los prismáticos.
Los Cronocrímenes trata de un hombre que va en su coche desde un supermercado hasta su casa y, por el camino, ve a una chica en bicicleta, una chica guapa, una chica que le gusta. El personaje de Barbara Goenaga va por la misma carretera por la que sube Héctor al principio de la película.
Héctor llega a su casa y coge sus prismáticos para ver si puede observar un rato a esa chica. Le gustaría ver a esa chica desnuda. Le gustaría imaginarse con esa chica. Su mujer está bien, pero es el día a día, es la cotidianidad. No es el deseo. Esa chica sí. Y de pronto, mirando por los prismáticos ve como sus deseos se hacen realidad y la chica se desnuda para él.
Y en el momento en que la chica se desnuda y él sale en su busca empieza un viaje contra si mismo.
Hector va a buscar a la chica y eso le lleva al primer salto temporal. En ese primer salto, el motor de la obsesión es sencillo: Otro, que no soy yo, está en mi casa con mi mujer. Héctor tiene celos de si mismo. En el momento en que el deseo toma el poder y Héctor se imagina con esa bella chica en bicicleta, también se construye una alteridad. El otro no me gusta. El otro piensa cosas sucias sobre chicas en la carretera, el otro soy yo. Y me conozco. Y solo yo sé lo asqueroso que puedo llegar a ser. Ese íntimo conocimiento lleva a la paradoja de pensar que yo mismo no sería bueno para mi mujer y que si pudiera me impediría estar con ella.
Héctor dos cumple los pasos proféticos, ayuda a desencadenar la obsesión, clava la tijeras y, de pronto, pierde el control de la situación cuando la chica va hasta su casa y cree ver a su mujer muerta. “Dios mío, mi obsesión ha matado lo único concreto- y real- que tengo, no puedo permitirlo”. “Tengo que evitarlo”
Héctor tres es el encargado de volver a ponerlo todo en su sitio. Pero, ¿qué es Héctor tres más que la suma de los anteriores? ¿Más que la suma de las violencias que purgan sus propias obsesiones? Cada Héctor peor que el anterior, más golpeado, más humillado, más sucio. Pero más determinado, más decidido, más en el mundo. Más maduro.
Héctor tres se da cuenta de que la única forma de salvar a su mujer es matar su obsesión. Matar a la chica guapa de la bici.
No hay moralidad en el asesinato del personaje de Barbara Goenaga, porque no se está matando a una persona, sino a una idea. A un objeto de obsesión. La mujer de Héctor es real, el personaje de Barbara Goenaga, no. Lo único determinante que sabemos de ella es que “Es preciosa” (Y es una definición a partir de los ojos de Héctor)
Cuando Héctor tres fuerza el accidente de coche de Héctor dos, él tiene su propio accidente. Se despierta completamente ido y llama por el Walkie Talkie al científico. La música de la película cambia y nos centramos en un plano contraplano. El plano es el del propio Héctor tres hablando, acompañado de una música romántica, inédita en toda la película. El contraplano es un zoom lento que intenta seguir (casi como unos prismáticos) los movimientos de Barbara Goenaga intentando escapar de su presa, Héctor 2. En ese momento Héctor 3 les pregunta al científico: ¿Por qué tuviste que poner en marcha la máquina? El científico responde que se iba a inaugurar en seis meses pero que el tenía curiosidad.
Héctor tres dice “Querías mirar antes y querías mirar de cerca, ¿no?” Pues eso.