Cuando salí del cine me pareció excesiva la somanta de palos que está llevándose la película, tanto por parte de la crítica profesional como del espectador medio. Se hablaba de algo a la altura de “Daredevil”, “Electra” y truños por el estilo. No creo que llegue a tanto, pero vamos, la castaña está garantizada; entre todos la mataron y ella sola se murió. Porque esta nueva adaptación de los Cuatro Fantásticos es un lamentable desastre, la típica peli-engendro donde mete mano hasta el apuntador y el resultado es una cosa amorfa, absurda y carente de definición. Para empezar, se nota que el tal Trank ha querido hacer una de superhéroes en plan intimista, centrada en contar orígenes, en las circunstancias y en las relaciones que se dan entre los protagonistas, etc. (nada nuevo bajo el sol, por otra parte), dejando de lado la acción pirotécnica, el humor fácil, las referencias nostálgicas, las concesiones al público objetivo del género, en definitiva.
Pero... ¡ay! Dicen los productores. ¡No hay hostias! Y toca meter unos quince minutos finales, absolutamente con calzador, de una marvelada genérica con muchas luces, explosiones, y con el puto rayito de los cojones que abre una puerta a la puta dimensión paralela que va a destruir a la humanidad. Con un villano, el Doctor Muerte, que no puede estár peor tratado, peor definido, que no puede ser más cutre y deudor de un capítulo de los “Power Rangers”. La película se va a la mierda de la manera más tonta, y el entramado de relaciones personales que se intentaba conseguir sencillamente no lleva a nada, queda en un mero esbozo, completamente falto de carisma, de interés. El rollo cronenbergiano ocasional, el detalle que supone el origen de la famosa frase “es la hora de las tortas”, indican que algo había detrás, pero algo que nace muerto.
El resultado no puede ser más insatisfactorio; quienes esperen una historia original, cercana a los personajes, sus motivaciones, conflictos, etc. va a encontrarse un “quiero y no puedo”, y quienes esperen una de mucha diversión palomitera y dejarse el cerebro en la puerta, tampoco van a recibir tal cosa. Los cuatro fantásticos me han parecido siempre unos superhéroes muy chorras, y la idea de llevarlos al cine, arriesgada y con altas posibilidades de derivar en un esperpento ridículo y “kitsch”. La idea que al parecer tenía Trank no estaba mal, pues al fin y al cabo, se trata de unos aventureros, científicos, inventores, etc. que perfectamente pueden protagonizar fantasías científicas al estilo de Julio Verne, y quedar un resultado muy digno. Pero hay que meter más acción, más digitaladas y más épica de andar por casa, aunque no venga a cuento. El truñete resultante no resulta ofensivo, no produce hilaridad ni tampoco entusiasma, más bien inspira compasión ante tanto desbarajuste, ante un intento tan fallido.