Will Smith simplemente echó su meada de macho alfa. Tenía que quedar como un máquina y al final ha terminado un idiota. Era la noche más importante de su vida profesional y decidió empañarla con una coreografía innecesaria. Con un simulacro falaz de realidad. Hay quien en mi muro apoya la actuación de Will Smith: suelen ser hombres y mujeres de otra época que no quieren ver en este suceso un caso de masculinidad tóxica. Las mujeres se pueden defender solas. No necesitan que las defiendas a no ser que te lo pidan. O ese es mi punto de vista. Will Smith tiene una relación abierta con su mujer. Y por lo que ha dejado entrever en numerosas entrevistas, no está satisfecho con ese modelo. Habla de ello con vergüenza. Quien crea que las relaciones abiertas o el poliamor son la panacea si tienes 100 millones de dólares, habrá visto que ni todo el dinero del mundo hace el trabajo interno que tienes que llevar a cabo para estar en una relación de esa forma. Will Smith es la fragilidad del moderno que quiere ser moderno y, al final, es otro conservador más.
Hay algo cómico en la manera de andar de Will Smith dirigiéndose a Chris Rock. Me recuerda a Denzel Washington en American Gangster o a Steven Seagal en esa maravilla de cine de autor que es Alerta máxima. Es la forma de andar de quien se sabe impune. Will Smith es mejor publicista que actor: no creo que nadie en su sano juicio me pueda decir que es un excelente actor solo por hacer de Ali. Will Smith es un publicista como todo el mundo del cine: la diferencia es que hay publicistas cojonudos con productos cojonudos como es el caso de Di Caprio, Christian Bale o Brad Pitt, productos excelsos pero con un marketing nefasto como Edward Norton y publicistas sin producto, como Will Smith: el amigo tonto de Pablo Motos que canta en El Hormiguero Torito guapo de El Fary.
¿Qué nos queda? Nada. Una maniobra de distracción perfecta. Nadie recordará Coda, como tampoco recordaremos El poder del perro, El método Williams. Nadie se acuerda ya de Parásitos, Roma, Moonlight o Judy. Nunca se ha hecho tanta mierda como en esta época. Vivimos en una era de producción masiva de basura en todos los sentidos; y cuando la pura y dura realidad falla, solo podemos tirar de simulacros como el de Will. Es esta una sociedad tan vacía, tan deseosa de brindis al sol, de gestitos, de falsa equidistancia, de personas que consumen azúcar, grasas saturadas, productos ultraprocesados y, por tanto, jodida física y mentalmente, que la industria cultural necesita chivos expiatorios en estas personas. Porque nunca lo olviden: el primer mandamiento de esta sociedad es divertirse. Divertirse hasta morir.