Respuesta: MATALOS SUAVEMENTE. Dominik y Pitt se apuntan a una de mafiosos
Le tenía esperanzas, pero me ha decepcionado. Que conste que me gustó moderadamente la de Jesse James, pero esta "Mátalos suavemente" me ha parecido bastante fallida (y coincido con casi todo lo que se ha dicho en este hilo).
A ver, estoy de acuerdo con muchas cosas que escribe el crítico de CAIMAN. Está claro como el agua que ese microcosmos criminal de baja estofa, de extrarradio, es una prolongación o reflejo de la crisis de valores, social y económica de un país que se sustenta en la mentira de la unidad, la fraternidad, la libertad, la igualdad, etc... Personajes que se mueven por dinero o por miedo, altas esferas indeterminadas e incapaces, víctimas necesarias del sistema, el método de "asesinar" desde la distancia y con asepsia al ciudadano/contribuyente/votante, trabajos que se tuercen y se llevan a cabo a trancas y barrancas, estructuras degradadas y decadentes, diálogos aletargados o intrascendentes, ambientes grises y en descomposición...
Todo lo anterior es cierto y está en la película. Es una traslación de una realidad mayor y global al territorio particular de los márgenes de los bajos fondos, como si fuera un espejo. Pero, para mí, el problema es el exceso del vehículo elegido, es decir, el exceso en dictar un discurso político absolutamente MACHACÓN, REPETITIVO, SUBRAYADO CON FOSFORESCENTE E ILUMINADO CON NEONES. Quiero decir que la intención puede estar bien, pero no es de recibo que Dominik nos inyecte con fuerza bruta el mensaje de una manera tan obvia y pesada, usando pantallas de TV, audios y ¡diálogos entre personajes! para emitir esa retórica que acaba por fagocitar la película y casi neutralizar sus virtudes.
Tampoco acabo de entender qué necesidad hay de dilatar hasta el absurdo determinados monólogos/diálogos como los del personaje-parodia de Gandolfini, que, más que ingeniosos, resultan tediosos y demenciales. O qué necesidad hay de tratar de hacer gracietas constantes en las escenas de los dos
losers drogadictos, que parecen pertenecer a una mal entendida comedieta
pseudo taranticoeniana.
Quedan cosas aquí y allá, como el atraco a la timba de poker, el ensañamiento sobre el personaje de Ray Liotta (convertido en un muñeco de pim-pam-pum casi cartoonesco) o el resultón trabajo visual. Demasiado poco para una película que, a priori, prometía mucho más.