Nicholas Ray

Exacto, son guiones y tratamientos muy adultos e inteligentes, algo impresionante teniendo en cuenta la magnitud de ambas películas.
 
Bueno, es que al parecer Bronston era sobrino de Trotski, así que algo de conciencia social se le debió de pegar :P, junto a su condición de judío sin patria. Es fácil de rastrear el poso internacionalista e integrador que desprenden sus epic.

Un saludete.
 
Exacto, son guiones y tratamientos muy adultos e inteligentes, algo impresionante teniendo en cuenta la magnitud de ambas películas.

Las películas son extraordinarias... pero esas lecturas sociopolíticas no dejan de ser idealizaciones bastante ingenuas (especialmente en el caso de La caída del Imperio Romano).

Para mí funcionan como retrato de individuos enfrentados al sistema (por su conciencia y honor); no como fresco histórico.
 
Exacto, son guiones y tratamientos muy adultos e inteligentes, algo impresionante teniendo en cuenta la magnitud de ambas películas.

Las películas son extraordinarias... pero esas lecturas sociopolíticas no dejan de ser idealizaciones bastante ingenuas (especialmente en el caso de La caída del Imperio Romano).

Para mí funcionan como retrato de individuos enfrentados al sistema (por su conciencia y honor); no como fresco histórico.

En ningún caso hablo de fresco histórico. Tienen más de realismo para 1960's que para principios de milenio, igual que Ford en Cheyenne Autumn.
 
En ningún caso hablo de fresco histórico.

Lo sé. Eso lo añado yo porque forma parte de la artimaña para filtrar cierta agenda (ya sea en los 60 u hoy en día; en España o en París...).

No creo que sea defendible el coger una realidad compleja y transformarla en una ficción maniquea y simple para colar un discurso histórico/político/social falso en la mente del espectador (me parece un juego muy nocivo y peligroso). Otra cosa es utilizar ese contexto pseudohistórico para hablar de valores universales y eternos (justicia, verdad, valentía, fortaleza, mesura, piedad...).
 
No creo que sea defendible el coger una realidad compleja y transformarla en una ficción maniquea y simple para colar un discurso histórico/político/social falso en la mente del espectador (me parece un juego muy nocivo y peligroso). Otra cosa es utilizar ese contexto pseudohistórico para hablar de valores universales y eternos (justicia, verdad, valentía, fortaleza, mesura, piedad...).

La frontera entre las dos cosas que dices puede ser muy difusa y todavía más si el director nos da su "visión del mundo". En cine todo es falso (o todo es verdadero). Pero Mann, Ford o Fuller (no hablemos ya de Ray) son inequívocos, a través de su cine, en su postura multicultural y anti-odio, y no creo que los incluyas en la primera opción que planteas. En cambio Walsh, Hawks o King no son dudosos, entran de lleno en la segunda opción, se centran en los individuos, sin juicios ni posturas.
 
La frontera entre las dos cosas que dices puede ser muy difusa y todavía más si el director nos da su "visión del mundo".

Lo es, sin duda. Pero hablamos de dos películas paridas mediante un sistema de producción muy específico. Yo creo que Mann asume con absoluta naturalidad esos condicionantes externos y se centra en lo que verdaderamente le importa: la psicología de los personajes y el drama que hay detrás. Ahí es donde brilla su cine, en la forma de retratar visualmente las pasiones humanas (sean éstas individuales o colectivas). El guión de La caída del Imperio Romano no creo que tenga un gran valor; si alguien lo rodara hoy en día, seguramente saldría un churro que pondría precisamente el foco en la exaltación de ese discurso facilón e hipócrita que apela a los buenos sentimientos del espectador. Es Mann el que lo eleva (¡y cómo!).

Pero Mann, Ford o Fuller (no hablemos ya de Ray) son inequívocos, a través de su cine, en su postura multicultural y anti-odio, y no creo que los incluyas en la primera opción que planteas.

Está claro; ni de coña los metería en esa categoría... pero, claro, habría que matizar MUCHO. El problema es que no existe una única forma de defender (o entender) la "multiculturalidad" o eso que se ha dado en llamar "anti-odio". De hecho, confieso que ambos términos me mosquean mucho porque han sido sobradamente manoseados para que piten sólo en una dirección; no se utilizan como una forma de unir o enriquecer sino como arma para dividir, atacar y silenciar al disidente (utilizar conceptos a los que nadie puede negarse para colar un pensamiento único y monolítico... justo lo contrario de lo que hacían esos directores que citas). El (llamémosle) humanismo (para entendernos, aunque tampoco esté muy de acuerdo con el término) de Fuller, por ejemplo, es muy diferente del de Ford.
 
Muy de acuerdo con todo tu comentario, aunque yo no creo que los valores (de subtexto) que veo en La caída se limiten al guion (que, efectivamente, hoy podría ser un desastre) sino de cómo se lo cree Mann y nos lo hace creer a nosotros, la mirada de esa película es suya, no de un trozo de papel, de ahí que sea un error monumental llamarle artesano.

Lo del nombre ok, llámalo cómo quieras pero sabes exactamente a lo que me refiero y qué y a quiénes denuncian Ford y Fuller (este también lo hace con los comunistas), y es totalmente cierta la demagogia de charlatanes a sueldo que engloban cualquier atisbo de derecha en ese discurso que señalas, como también lo es que el reducto que sí responde de veras a esa descripción de odio vota lo que vota y todos sabemos lo que vota en cada país.
 
Pues a mí el poso ideológico de los dos Mann con Bronston no me resulta nada maniqueo ni indigno, ni mucho menos conectado con la hipocresía de cierta multiculturalidad de hoy. Porque si ambos films tienen ciertas dosis de hipocresía, no va precisamente en un sentido 'progre', que diríamos ahora. Pero bueno, yo creo que aquí ya entramos en valoraciones más relacionadas con la ideología personal nuestra (yo el primero, ojo). Aunque coincido en que el guión de ambas, entendido como sucesión de acontecimientos y relaciones entre personajes, no es ninguna maravilla ni se sale en demasía de ciertos tópicos melodramáticos del género. Pero tiene la suficiente fuerza para ofrecer una base conceptual muy sólida que, gracias a la puesta en escena del director, la BSO, el milimétrico detalle de los decorados, y, es tontería negarlo, el buen trabajo de casi todo el reparto (a pesar de que la Loren tuviese nula química con Heston o Boyd), consigue crear ese aura de grandiosidad y trascendencia que fascina aún seis décadas más tarde.

Edito: me extiendo un poco más sobre la hipocresía de la que hablaba. En 'El Cid', se lanza un mensaje de convivencia entre culturas y religiones, pero también deja muy claro que los valores que propician dicha convivencia vienen forzosamente del cristianismo. El rey de moros y cristianos que celebra el Cid sólo puede ser legítimo si es cristiano, en ningún momento se deja la puerta abierta a que dichos valores puedan venir de un gobernante musulmán.

En cuanto a 'La caída ...', otro tanto de lo mismo. Se nos deja bien claro que Roma (osea, Occidente) es la civilización, el ideal que se persigue es la multiculturalidad pero siempre dentro de los estándares del sistema romano de asimilación y dominación cultural. Esto es evidente en la escena en que los bárbaros, tras comprobar la fortaleza del personaje de James Mason al soportar la tortura que le inflingen, tiran al suelo una talla de su dios Wotan, en señal de renegar de sus creencias ancestrales. Por no hablar del retrato de los armenios como reino traidor (y eso que históricamente fueron el primer país en adoptar el cristianismo como religión oficial ...), y de los persas como otro imperio bárbaro en búsqueda de arrasar Roma en su ambición expansionista.

Un saludete.
 
Última edición:

Indigno es una palabra muy fuerte... A ver, que va a parecer que yo le tengo cierta inquina a estas películas cuando las ADORO. Simplemente no creo que entre sus virtudes estén esas lecturas políticas; especialmente en La Caída del Imperio Romano.

me extiendo un poco más sobre la hipocresía...

En cuanto al tema hipocresía, en realidad estamos hablando de lo mismo: sólo que (en la ecuación final) lo que tú consideras X yo lo considero Y (y viceversa). Por eso sus verdaderos valores los veo más allá de cualquier sesgo ideológico (incluyendo el mío, claro).

la mirada de esa película es suya, no de un trozo de papel, de ahí que sea un error monumental llamarle artesano.

Estoy de acuerdo, sólo que su mirada yo no la veo enfocada ahí.

Lo del nombre ok, llámalo cómo quieras pero sabes exactamente a lo que me refiero y qué y a quiénes denuncian Ford y Fuller (este también lo hace con los comunistas), y es totalmente cierta la demagogia de charlatanes a sueldo que engloban cualquier atisbo de derecha en ese discurso que señalas, como también lo es que el reducto que sí responde de veras a esa descripción de odio vota lo que vota y todos sabemos lo que vota en cada país.

Discrepo.

No es tema para este hilo (bastante hemos "offtopiqueado" ya) pero el odio es algo transversal (no es patrimonio de nadie... o, mejor dicho, es patrimonio de todos). También hay una forma políticamente correcta de odio (dirigida desde arriba) en cada tiempo y lugar para que la gente se desfogue (los aliados y amigos de hoy pueden ser los chivos expiatorios mañana) y la masa se suele dejar arrastrar por esas "modas" (me acuerdo del personaje de La niebla de Darabont que pasa en pocos minutos de descreído a fanático; de odiar a alguien, a compartir fervorosamente los odios de ese alguien...).

No nos dejemos arrastrar por prejuicios; las personas que caen en el odio simplemente están buscando una excusa para dar rienda suelta a su frustración (el objeto de ese odio es coyuntural; puede ser una cosa o la contraria... porque, en el fondo, les da igual: lo importante es culpar al otro).
 
Discrepo.

No es tema para este hilo (bastante hemos "offtopiqueado" ya) pero el odio es algo transversal (no es patrimonio de nadie... o, mejor dicho, es patrimonio de todos). También hay una forma políticamente correcta de odio (dirigida desde arriba) en cada tiempo y lugar para que la gente se desfogue (los aliados y amigos de hoy pueden ser los chivos expiatorios mañana) y la masa se suele dejar arrastrar por esas "modas" (me acuerdo del personaje de La niebla de Darabont que pasa en pocos minutos de descreído a fanático; de odiar a alguien, a compartir fervorosamente los odios de ese alguien...).

No nos dejemos arrastrar por prejuicios; las personas que caen en el odio simplemente están buscando una excusa para dar rienda suelta a su frustración (el objeto de ese odio es coyuntural; puede ser una cosa o la contraria... porque, en el fondo, les da igual: lo importante es culpar al otro).

No creo que discrepes de lo que digo o, al menos, tu texto no lo hace. Ford y Fuller hablan en muchas de sus películas, explícitamente, de odio por raza, racismo y eso es a lo que me refería, y me parece (y creo que a ellos también) suficientemente universal como para no vincularlo a modas. Ellos y otros también hablan en otras películas de odio en general, que es lo que describes.
 
No creo que discrepes de lo que digo o, al menos, tu texto no lo hace.

:mparto:mparto:mparto

MAESTRO.

jjajaja En realidad lleva razón... discrepaba con él más bien en esto: "El reducto que sí responde de veras a esa descripción de odio vota lo que vota y todos sabemos lo que vota en cada país".

Que es una forma velada de aludir a cierto partido que (por mucho que se repita) no es de extrema derecha... aunque no niego que pueda haber votantes, simpatizantes e incluso miembros que sí lo sean (pero que un tipo del KKK vote al Partido Republicano no convierte a ese partido en racista).

Las cosas no son siempre lo que parecen; el ser humano no es tan simple: Hay Kowalskis de la vida que juegan a ser racistas pero no lo son; y Junqueras que van de santurrones y prohombres de izquierdas pero asoman la patita hablando de diferencias genéticas entre los catalanes y el resto de españoles.

También hay tipos mezquinos que, tras declararse de izquierdas, creen que tienen barra libre para sembrar antisemitismo, odio a los useños, a los españoles... o al negro de Vox (generalmente apostillan un "de mierda", al final).

Ford y Fuller hablan en muchas de sus películas, explícitamente, de odio por raza, racismo y eso es a lo que me refería, y me parece (y creo que a ellos también) suficientemente universal como para no vincularlo a modas. Ellos y otros también hablan en otras películas de odio en general, que es lo que describes.

Entiendo lo que dices pero yo creo que no debemos establecer distinciones entre odios (de primera o de segunda). El odio por raza no es, en realidad, diferente de cualquier otro; sólo es una excusa coyuntural más. La hipersensibilidad con un determinado colectivo (en cada época y lugar) no es casual (es un arma de dominación). A mí me parece igual de grave y repugnante que alguien diga "moro de mierda" que "gordo de mierda", pero a la sociedad actual no... ¿El racismo es universal? Claro, como todos los demás "odios"... pero se manifiesta de forma coyuntural. De haber nacido en el seno de una familia blanca de Mississippi en el S.XIX seguramente tú también lo hubieras sido.

Esto me recuerda a algo que me indignó mucho en su momento de una película supuestamente progresista como American History X. El hermano mayor, presuntamente rehabilitado, le dice a su hermano pequeño que su colega obeso mórbido (continúa habiendo formas socialmente aceptadas de representar físicamente la maldad de un personaje... igual que las caricaturas de los judíos que hacían los nazis) no le conviene porque..... ¡¡¡¡TACHÁANNN!!!!! ¡¡¡¡¡Se dedica a fumigar casas para ganarse la vida, el muy hideputa!!!! "Tú no quieres ser así", le dice a continuación... Como si trabajar fumigando casas fuera algo indigno y de lo que avergonzarse; algo propio de gentuza... Ese clasismo asqueroso, que a veces asoma claramente la patita entre determinada progresía, me repatea (lo he visto y escuchado demasiadas veces).

Y es que existe una forma muy sibilina (y socialmente aceptada) de racismo (y de misoginia; y de clasismo; y de...) que consiste en tratar a ciertas personas como un colectivo monolítico de seres humanos disminuidos (inferiores) que necesitan siempre de la ayuda de los demás (normalmente de los malvados blancos, para más inri). A mí NUNCA me tendrán ahí; nunca humillaré a un negro, a un indigente o a un obeso con una mirada de pena o de condescendencia... porque esas miradas hacen más daño que una somanta de hostias. Los veo de frente y los trato como iguales porque yo sí creo (sin fisura alguna) que somos el mismo puto barro. Me encanta precisamente El sargento negro de Ford porque Rutledge es un tipo orgulloso, que sabe que tiene que mantener su dignidad intacta y esforzarse al máximo para demostrar (con hechos incontrovertibles) a esos racistas hijos de Satán que están equivocados; que es mejor de lo que ellos podrán ser nunca.

En definitiva, no es un tema sencillo y que se pueda despachar así como así. Y menos aquí... que le estamos (estoy) dejando un hilo precioso al pobre Ray...
 
Última edición:
Muy de acuerdo en lo de las 2 películas, de hecho pesqué American History X hace unas semanas por el digital y quedé paralizado cuando oí ese comentario repugnante, la película nunca me había gustado, por manipuladora y pornográfica; también en lo de la condescendencia y la dignidad, la película de Ford es tremenda en este sentido y Ford tenía bien claro este tema.
 
Pues Bitter Victory (1957) también me ha parecido Ray en modo dios, de las top, top, un bélico como excusa para una lucha de egos, de almas destrozadas, con mujer de por medio, algo extrañísimo, contenido y muy misterioso, con unas historias pasadas en los personajes jamás mostradas, que se intuyen, se medio cuentan y unos comportamientos contradictorios que no hacen sino aumentar el misterio de una película que tiene unos 20 primeros minutos de presentación que no se pueden describir con palabras. Maravilla absoluta.

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Hombres errantes (1952)
me gusta más que el título original, Lusty Men; es enorme, joder, cómo condensa y despliega grandes temas del cine americano, del país y del western, porque western moderno es sin duda, con escenas mil veces vistas pero aquí con una profundidad extraordinaria, el comienzo ya es pura épica intimista, con Mitchum destrozado físicamente, moviéndose como puede, volviendo a la casa de su infancia, casi en la mitad de su vida, sin nada en los bolsillos, sin nadie, solo pasando el rato o la vida, a ver por dónde tirar; puro cine crepuscular, y luego eso tan de Ray que es la sinceridad de las relaciones que construye en sus pelis, es increíble, sobre todo en torno a Susan Hayward, me vuelve loco esta peli.


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Más poderoso que la vida

Melodrama en imponente formato “cinemascope” en torno a la América idílica de los 50 y sus apenas disimuladas miserias, mentiras y frustraciones. Las de un cabeza de familia (James Mason) que debe cargar con grandes responsabilidades y no puede detenerse sólo porque esté cansado, o porque no le llegue el sueldo de profe y deba pluriemplearse en secreto, o por minucias de nada, como una rara dolencia que se abre paso en su cuerpo y requiere de un tratamiento experimental por entonces, la cortisona, que le produce gravísimas alteraciones mentales.

Lo concreto de la cuestión médica y cómo la enfermedad afecta a quienes la padecen y a sus allegados pasa a ser metáfora de una sociedad enferma, en la que algo decididamente no funciona bien y el individuo se ve por completo alienado de sí mismo, pierde el control en cuanto deja de ser operativo y funcional. Por si fuera poco, las mujeres parece que no tienen derecho a decir ni pío ante la autoridad del varón, por cuestionable que pueda ser esta (ese aguantarse “por amor”) y son las criaturas inocentes las que sufren la violencia física y psicológica. Se desprende una ironía terrible de la actitud de nuestro hombre, de sus propios valores pervertidos, conforme se adentra en el abismo y se vuelve su propio “doppleganger”, reflejado en un espejo roto; un monstruo autoritario y sin piedad que no atiende a razones, mutando desde la simpatía de un padrazo, de un pobre tipo algo desvalido, hasta convertirse en el mismísimo Jack Torrance en un tramo final de creciente tensión que se inclina hacia el terror.

Es en cierto modo el retrato de una época ingenua que pierde dicha ingenuidad en lo que respecta a las drogas, legales en este caso, la adicción y sus perniciosos efectos, lo cual incluso puede aplicarse a día de hoy; plena era de los ansiolíticos como remedio fácil de todo problema y sustituto de nuestras almas hechas polvo (en este caso, el detalle del balón de fútbol revela un pasado de fracaso como deportista). Se puede ver como una crítica del conservadurismo pero hay un factor religioso, al menos como excusa para un discurso sumamente humanista. El que parte de un sentimiento de profundo afecto por la familia unida, por los niños, seres incorruptos aún por la intransigencia del mundo adulto y que son lo más valioso (por algo protagonizan los créditos iniciales)... de cierto desprecio por lo material y consumista. Confianza y ausencia de secretos entre unos y otros como lo deseable, frente a la paranoia cada vez más obsesiva y el ensimismamiento.

Los personajes sufren mucho, como en todo buen dramón con tintes sinfónicos, y se enfrentan a disyuntivas difíciles de salvar. El uso del formato en un género de historias íntimas, de interiores, ofrece una enorme profundidad de plano, un uso exacerbado del color y las sombras, mucha presencia de objetos y mobiliario, con varios niveles dentro de encuadre a veces… un poderío visual que explota hacia el final como una alucinación, mascándose la tragedia, con gente perdiendo mucho y muy fuerte los papeles; apoteósico, y pudiendo haber caído en la parodia sin pretenderlo por lo extremo del material.


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Maravillosas (y no me esperaba tanto) dos de sus últimas películas, Muerte en los pantanos (Wind Across the Everglades, 1958) y Los dientes del diablo (The Savage Innocents).

Además son dos películas que riman mucho, con una primera parte casi documental, la primera de la naturaleza salvaje de los pantanos de Florida y la segunda del polo norte y el modo de vida esquimal. En ambas esta voluntad documental imprime a la película, por una parte, la admiración ante algo tan puro (no en vano Plummer es un ecologista y Quinn es un esquimal sin contacto con el hombre blanco) y, por otra, la inquietud por las conductas primarias, la violencia inherente a la naturaleza.

La segunda mitad de ambas películas podría decir sin tapujos que es un proto-Peckinpah, un enfrentamiento entre antagonistas (enormes todos, Plummer y Burl Ives, y Quinn y O'Toole), casi enemigos, que se comprenden, empatizan y hasta simpatizan, con unos finales absolutamente memorables en ambas.

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Bellísimas y románticas.
 
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