No entiendo lo de descartar nombres pensando en cómo lo abreviarán o cambiarán otros que traten con el niño. Ya estamos sobreprotegiéndole desde el útero, y no sabemos muy bien de qué. Tampoco entiendo muy bien la obsesión de que tu nombre sea igual en boca de todos y en tu DNI (Pepe es Jose y viceversa, coño!). Los diminutivos o hipocorísticos no cambian a la persona, son parte del nombre y tiene su gracia que el niño tengo un nombre y al cabo del tiempo la vida o el entorno se lo acabe moldeando. Va con la personalidad, no sé.
También está la opción de elegir directamente un diminutivo. Si a tu niño le pones Alejandro pero desde el minuto 0 lo llamas Jano, por ejemplo, conjuras el peligro de Álex. Algunos nombres que no me gustan demasiado tiene diminutivos que sí me gustan, como Rodrigo-Rui. (tanto Alejandro como Jano me gustan)
Por cierto que es curioso, muchos de los nombres que descarta Magnolia por ser demasiado comunes por mi entorno catalán son rarezas totales en gente de menos de 30 años, empezando por Pablo (en catalán sí es común, pero a mí me resulta un nombre indulso, sin sonoridad) o Fernando (este, tanto en castellano como en catalán).