Ya he comprado (en blu-ray) y visto las casi cinco horas y media de la versión del director.
Pero las versiones uncut sólo se han visto en algunos festivales y poco más. Son prácticamente escenas de porno duro sin ningún tipo de diálogo más allá de sonidos guturales.
Al final resulta que no es así. Es cierto que aparecen momentos más explícitos en escenas ya vistas, pero su duración es efímera (segundos). El verdadero grueso de los aproximadamente noventa minutos de metraje extra (una media hora en el vol. 1 y sobre una hora en el vol.2) se centra en engordar lo ya existente y aumentar la densidad del conjunto con escenas nuevas que, especialmente en la segunda parte (la, a priori, más floja), mejoran y elevan un resultado que ya de por sí era muy positivo (atención a la larguísima escena del aborto, que comentaré después).
Eso sí, me suelo fijar mucho (a nivel de sonido) en los saltos de continuidad que afectan a la fluidez y la naturalidad de los diálogos (sucede cuando se aprecian cortes entre tomas) dentro de una misma escena, y creo que en esta versión sucede más que en la anterior; pocas veces, eso sí (son muchas horas), pero es algo que se podría haber solucionado fácilmente utilizando algún recurso en la sala de montaje. Dado que el resultado a ese respecto es muy bueno, no me gusta que no se hayan cuidado esos pequeños detalles. Ojo, no me refiero a algún corte brusco (también de imagen) que el director utiliza para zarandear al espectador (me viene a la cabeza uno con Joe tumbada contándole algo a Seligman, que parece que ha saltado la cinta o algo).
quiere ser el Kill Bill de la Ninfomanía
Las comparaciones con Kill Bill son pertinentes, más allá de la división en dos volúmenes y cada uno, a su vez, en capítulos. Por ejemplo, la escena del cartabón que menciono luego es comparable a aquella (deleznable) donde Thurman desvela su nombre.
Es que el episodio de la pistola, el que finalmente un personaje en las posiciones antagónicas en las que se encuentran, acabe dominando al otro, el que la "puta de Babilonia" acabe por seducir a la santidad, es el meollo intelectual que sustenta la obra.
Yo no veo tan clara esa división (lo del triunfo de lo dionisíaco sí). Seligman no es, desde luego, la santidad (ahí discrepamos). Es simplemente la voz de la razón; pura teoría del pensamiento occidental moderno que Von Trier utiliza para desenmascarar su hipocresía. De eso va todo (creo). El fulano dice en una ocasión que no le interesa la religión como tal, sino el concepto de religión, así como no le interesa el sexo pero sí su concepto teórico (los dos son aspectos irracionales del ser humano que él trata absurdamente de racionalizar... cuando irracional no quiere decir "en contra de la razón" sino SIN la razón; otra vía más de autoconocimiento basada en el instinto). Afirma arrogante que no se arrodillará ante ninguno, pero acaba haciéndolo en un final que dota de sentido a todo el conjunto y que, además, ya se viene anunciando desde el principio, porque el tipo se pasa cachondo toda la película (se fuerza a girar la vista cuando ella está en la ducha; lo del tren le parece una anécdota excitante y divertida; cuando ella dice que va a estudiar medicina se la imagina metiéndose un cartabón por el coño; cuando le habla de los negros sonríe y babea como un idiota y le pregunta que tal fue la cosa...) pero no lo reconoce; es una teoría (o conjunto de teorías modernas) que niegan lo instintivo; Seligman (ese pensamiento occidental moderno) se niega a sí mismo tratando de racionalizar lo irracional. Pero lo peor es que justifica conductas irracionales moralmente dañinas (malas en sí mismas) tratando de darles una justificación teórica fuera de la realidad mientras ella se destruye, sufre y hace daño a los demás. Todo ello no es más que la hipocresía de una época y una sociedad que exalta la libertad como fin y no como medio, sin tener en cuenta que su exaltación ciega es lo que, irónicamente, más esclaviza (el desgobierno de los instintos) por mucho que trates de dotarla de una absurda base racional. Gobernar esos instintos (o tratar de hacerlo, como manifiesta ella al final) sí es un verdadero acto volitivo y de libertad (Freud habla de la represión como algo necesario, algo que se suele obviar).
Tampoco creo que Joe sea la Puta de Babilonia, porque ella sí busca esa "santidad". Toda su relato es una búsqueda de la trascendencia (aunque diga que no es religiosa); un proceso de autodescubrimiento (que culmina en ese árbol solitario y torcido al borde de un amenazante abismo). Desde niña suelta frases como "es terrible que todo tenga que ser tan trivial"; "siempre le pedía más a la puesta de sol"; necesitaba algo más... algo como la experiencia mística que vivió de niña en la montaña y que trata infructuosamente de volver a conseguir (sin éxito). Esa tendencia (en este caso al mal) es irrefrenable y necesita un cambio de rumbo, pero Seligman (el felizmente arrogante) no ve "pecado en ninguna parte". Así que ese vacío existencial (que ella niega y atribuye a otros en un momento dado; planos cosmológicos incluídos en el trauma infantil de la operación) lo intenta rellenar "por todos los agujeros".
La cosa empieza a pervertirse en serio con la amiga lideresa del vulva máxima (el rebaño, como lo llaman acertadamente) y la escena del tren que ella protagoniza casi a contragusto (después del traumático tres más cinco que le hace el desgraciado que no sabe ni arrancar una moto). El mal supremo no consiste en hacer algo extraordinariamente malvado, sino pervertir a alguien inocente para que lo haga (primero ella, luego el devoto marido). Todo ello a ritmo de "Born to be Wild" para delimitar dónde empieza el origen cultural de esa forma de pensar y de actuar (el 68, los hippies, la "liberación sexual",etc.). Von Trier es un iconoclasta, y lo más iconoclasta que se puede hacer actualmente es criticar la uniformidad de pensamiento que hoy se impone casi sin que nos demos cuenta, desmontándola en su propio terreno de culto a la diosa razón que todo lo sabe y todo lo puede. De ahí que remate esta seminal (en muchos sentidos) y significativa escena del tren con un comentario sobre el "frenesí conjunto que hace que todos los peces empiecen a picar como locos mientras se sienten seguros siguiendo la corriente todos juntos" (comentario extensible a las pescadoras, a nosotros como espectadores y peces, y a toda una época y forma de pensar). Ella es consciente de que ese comportamiento hace daño a los demás y a sí misma; busca esa censura pero a Seligman le parece todo cojonudo (si tiene alas, ¿por qué no volar? dice con descaro ante la estupefacción de ella. Ícaro redivivo).
Y es que le he visto mas de comedia que de drama a toda esta historia
Hay mucha comedia que no lo es. Me viene a la mente las escena Thurman que es muy graciosa en su patetismo, pero en el fondo no tiene ni puta gracia. El tema es que ella, harta de tener que cargar con la jodienda de la libre elección (libre albedrío), se despreocupa de todo jugando a los dados con sus amantes; pero eso tiene consecuencias. Utiliza esa tabla como un método racional de base irracional para su vida de jodienda y desenfreno. "No se puede hacer una tortilla sin romper algunos huevos" dice ella; la misma frase que le soltó un estalinista convencido (justificando las purgas) a aquel escritor que estaba de visita en Moscú (el cual le replicó: "veo los huevos rotos... pero ¿dónde está la tortilla?").
O la famosa escena de las cucharas, que tiene su reverso tenebroso en la (nueva y brutal) escena del (auto)aborto (ríete tú de Prometheus). Lo gracioso es que ella deja de estudiar (pierde el interés) cuando asiste a una clase de eso en la facultad de medicina. Años más tarde pasa lo que pasa. La escena sirve para poner de manifiesto de nuevo la hipocresía de Seligman (y lo que representa). El detallismo es escalofriante incluyendo material de archivo, ecografías, ganado sacrificado y el símil de los caracoles.