Pena de muerte, de Tim Robbins
Tema serio y polémico, además de relumbrón actoral, para una producción de la peligrosa pareja de bolcheviques Sarandon y Robbins basada en una historia real, aunque con sus licencias; la de la monja Helen Prejean y su relación con un criminal sentenciado a muerte durante los días previos a su ejecución.
Película que se propone afrontar semejante cuestión con objetividad, y lo cierto es que lo hace teniendo en cuenta todos los puntos de vista; el del asesino, con su chulería y su personalidad aborrecible, la familia de este, los seres queridos de las víctimas, cuya vida ha quedado devastada y su postura de “ojo por ojo “ se nos ofrece, por otra parte, como la más natural y comprensible… incluyendo lo más anecdótico, como los guardias o el sacerdote de la prisión. Nada bien parado un sistema penal que depende del indulto y de la imagen del político de turno, estando reservado el corredor de la muerte para los más tirados y sin posibilidad de costearse un abogado en condiciones, sin olvidar el típico racismo sureño y la labor siempre tan dañina de la prensa sensacionalista. Justo en medio está la monja, alguien lleno de dudas ante lo que está haciendo, buscando un frágil equilibrio entre las partes que no todo el mundo comprende, pues se mete en el lío un poco sin comerlo ni beberlo, guiada únicamente por sus buenas intenciones, por algo más que simple fe en Dios.
Si la peli se posiciona desde luego lo hace en contra de la pena capital, desde una perspectiva entre católica y progresista, una creencia firme en que incluso la peor alimaña sigue formando parte de la especie humana. En el amor y en el perdón como barrera contra un odio que se apodera tanto de víctimas como de verdugos; desde luego, cosa nada fácil, conflictiva y que exige un esfuerzo personal (nada de una religiosidad heroica o triunfante, más bien lo contrario). Podemos pensar que incluso se humaniza demasiado al pobre asesino (es malo porque no le quiere nadie y el mundo le hizo así… hasta que viene un alma pura a salvarle), que así no son las cosas en la vida real… ahora bien ¿sirve de algo el perdón y la redención, en el caso de haberlos? La presencia de flashbacks un poco chirriantes no entorpece un relato sobrio, con poca música y bastante diálogo. La secuencia clave de la peli, montada en paralelo con un hecho traumático, revela tanto lo brutal y despiadado de un crimen como la eficacia profesional de una maquinaria de muerte plasmada con detalle y con música de ópera (aquí te pasaste, Tim) ¿Dejar decidir al espectador, o equiparar dos asesinatos, el legal y el ilegal, como la misma cosa aborrecible? Queda el acierto de incluir algún que otro chiste de humor monjil, en medio de lo chungo que es todo, de apuntes tan terroríficos como el de esas dos manifestaciones enfrentadas.