Harkness_666
Son cuatro
Nightcrawler, de Dan Gilroy
Nuevo vistazo amargo al sueño americano y a la ética del emprendedor, es decir, la absoluta ausencia de ética. Como crítica del amarillismo extremo en los medios de comunicación, pues tampoco es que diga nada que no sepamos y resulta un tanto obvia, como mucho hunde más si cabe el dedo en la llaga; información más bien como manipulación descarada y como objeto de consumo para según qué sectores sociales, todo muy de nuestros días. El curioso submundo de esos camarógrafos aficionados que se matan por los muertos cual carroñeros, el tema del morbo y de cierto afán voyeurista (y cómo esto podría incluso aplicarse a la propia peli), la actitud de nuestro hombre como “artista” de lo suyo… son cosas que están ahí pero que no llegan a desarrollarse mucho y se quedan en lo anecdótico. Por otra parte, la película es un auténtico estudio de un caso clínico y ahí creo que acierta bastante, como radiografía de un auténtico miserable sin el más mínimo escrúpulo, pues aquí todo es pura carne cruda; se frustra el manido esquema de ascenso y caída, se enseña una gran y terrible lección “moral” a la gente de la profesión (o simplemente es que respetan al líder la manada…), y me parece de hecho valiente el renunciar por completo a mostrar un lado mínimamente humano del personaje, de quien por otra parte, no sabemos nada de su pasado y circunstancias. Seguimos sus andanzas por interés o curiosidad en hasta dónde será capaz de llegar, pero desde luego no por empatía, y cuando toma ciertas decisiones, los cierto es que nos impacta… pero tampoco es que nos sorprenda viniendo de semejante alimaña sin corazón.
Me imaginé por momentos a un nuevo Ripley, un tipo que no es nadie, venido de la nada, pero incluso Ripley es mejor persona que este cabrón. Sus discursos de autoayuda y de retórica emprendedora barata se los cree de verdad, no hay asomo de ironía en su voz, ni en sus ojos de pescado muerto; los suelta con total convicción, y ahí es donde está la mayor carga de acidez del film, próxima a un Verhoeven (otra faceta que podría haberse explotado). Verdadero pavor que esta gentuza exista en la realidad, pero lo más probable es que sí, y que acaben al frente de las grandes compañías como da a entender un final triunfante a la par que desolador, la propagación definitiva del virus, de personas que lo entienden todo, incluidas las relaciones humanas (los escarceos con la jefa), en términos de logros y competitividad feroz, que en el fondo odian a todo el mundo y que utilizan a los otros como medios para obtener algo (un detalle, el currante de toda la vida capaz de oler el mal en él, mandándole a puto paseo).
Por último, no anda mal la parte de thriller nocturno, con su persecución automovilística, en un envoltorio visual que se nota muy indie en su estética y de pocos medios, con preferencia por la oscuridad y las luces; prácticamente un documental de L. A. que revela esos grandes espacios, esas distancias descomunales, una jungla urbana donde medran a sus anchas los peores individuos y todo el mundo vive acojonado. La huella de Taxi driver está ahí, difícil sustraerse... pero en el fondo este tipo de comparaciones son absurdas y un poco injustas, y sólo el tiempo dirá en qué lugar quedan propuestas como la de este Gilroy.
Nuevo vistazo amargo al sueño americano y a la ética del emprendedor, es decir, la absoluta ausencia de ética. Como crítica del amarillismo extremo en los medios de comunicación, pues tampoco es que diga nada que no sepamos y resulta un tanto obvia, como mucho hunde más si cabe el dedo en la llaga; información más bien como manipulación descarada y como objeto de consumo para según qué sectores sociales, todo muy de nuestros días. El curioso submundo de esos camarógrafos aficionados que se matan por los muertos cual carroñeros, el tema del morbo y de cierto afán voyeurista (y cómo esto podría incluso aplicarse a la propia peli), la actitud de nuestro hombre como “artista” de lo suyo… son cosas que están ahí pero que no llegan a desarrollarse mucho y se quedan en lo anecdótico. Por otra parte, la película es un auténtico estudio de un caso clínico y ahí creo que acierta bastante, como radiografía de un auténtico miserable sin el más mínimo escrúpulo, pues aquí todo es pura carne cruda; se frustra el manido esquema de ascenso y caída, se enseña una gran y terrible lección “moral” a la gente de la profesión (o simplemente es que respetan al líder la manada…), y me parece de hecho valiente el renunciar por completo a mostrar un lado mínimamente humano del personaje, de quien por otra parte, no sabemos nada de su pasado y circunstancias. Seguimos sus andanzas por interés o curiosidad en hasta dónde será capaz de llegar, pero desde luego no por empatía, y cuando toma ciertas decisiones, los cierto es que nos impacta… pero tampoco es que nos sorprenda viniendo de semejante alimaña sin corazón.
Me imaginé por momentos a un nuevo Ripley, un tipo que no es nadie, venido de la nada, pero incluso Ripley es mejor persona que este cabrón. Sus discursos de autoayuda y de retórica emprendedora barata se los cree de verdad, no hay asomo de ironía en su voz, ni en sus ojos de pescado muerto; los suelta con total convicción, y ahí es donde está la mayor carga de acidez del film, próxima a un Verhoeven (otra faceta que podría haberse explotado). Verdadero pavor que esta gentuza exista en la realidad, pero lo más probable es que sí, y que acaben al frente de las grandes compañías como da a entender un final triunfante a la par que desolador, la propagación definitiva del virus, de personas que lo entienden todo, incluidas las relaciones humanas (los escarceos con la jefa), en términos de logros y competitividad feroz, que en el fondo odian a todo el mundo y que utilizan a los otros como medios para obtener algo (un detalle, el currante de toda la vida capaz de oler el mal en él, mandándole a puto paseo).
Por último, no anda mal la parte de thriller nocturno, con su persecución automovilística, en un envoltorio visual que se nota muy indie en su estética y de pocos medios, con preferencia por la oscuridad y las luces; prácticamente un documental de L. A. que revela esos grandes espacios, esas distancias descomunales, una jungla urbana donde medran a sus anchas los peores individuos y todo el mundo vive acojonado. La huella de Taxi driver está ahí, difícil sustraerse... pero en el fondo este tipo de comparaciones son absurdas y un poco injustas, y sólo el tiempo dirá en qué lugar quedan propuestas como la de este Gilroy.