Hombre que sí, que tiene excepciones, pero no me reconocéis que mayormente, fácilmente un 75% de su filmografía, era un personaje muy arquetípico de buenazo.
No. De arquetipico nada. ¿Un buen hombre? Sí. Muchas veces. Igual que otro gigante, James Stewart.
Estáis hablando de un cine, el americano de cierta época, que contaba fábulas. Fantasías. Y la verdad y la complejidad se hallaba debajo de esa superficie. Había personajes heroicos, personajes villanescos, y personajes que representaban ideas, conceptos, actitudes, y roles pertinentes a cada una de ellas. Con la profundidad, el matiz y la sutileza que supieran darle sus creadores. Esto no era la nouvelle vague ni el neorrealismo italiano. No por faltar dragones y unicornios esto pretendía ser realista. Y dentro de este contexto estilístico hay que juzgar las capacidades y las decisiones creativas. Y dentro de este contexto, Peck era un maestro precisamente del matiz y la profundidad como no los ha habido ni una decena en Hollywood.
La versatilidad es una virtud, pero no es un criterio definitivo sobre la cualidad ni calidad de un actor. Sobre todo porque se suele ignorar lo que la versatilidad invisible, es decir, aquella que se basa en la riqueza de la caracterización en lugar de una general tipología de personaje. Es la más importante, pero también la menos obvia de las dos. Y en ese aspecto es donde brillan actores como Peck. Cada personaje es de una riqueza inmensa, de una distinción matizada y sutil casi ilimitada, aunque una mirada superficial pueda falsamente sugerirnos lo contrario. El genio está en el detalle, pero para percibir el detalle hay que tener perspicacia.
Después ya está la cuestión más industrial y sociológica del problema. Estamos también hablando de un sistema de estudios, de un tipo de contrato casi exclusivo, de una venta basada en estrellas, que no dejan de ser, igual que los géneros, una tipología clara de producto para atraer a un cliente que pudiera desearla. ES imposible entender el arte sin entender sus circunstancias. Al final, todo talento debe de sobrevivir a los obstáculos y las limitaciones que le son impuestos por todo lo que les rodea y, a veces, lo que llevan dentro. Pero ignorar dicho contexto es tan absurdo como pretender entender el arte europeo sin entender el cristianismo.