Respuesta: Películas que vais viendo en casita
(
The silence of the lambs, Jonathan Demme, 1991)
"
El mundo es más interesante con usted dentro, Clarice"
Hannibal Lecter no era la primera vez que veía la luz en la gran pantalla. Antes que este titulazo de proporciones épicas arrasase en taquilla, diese un giro al género marcando las pautas a seguir en los años venideros y cosechase los mayores premios en la gala de los Oscars el doctor canibal ya había tenido su carta de presentación de la mano de Michael Mann con Manhunter, siendo en este caso interpretado por Brian Cox en un papel acertadísimo, dentro de una película más que interesante.
Pero está claro que en la memoria colectiva siempre será Antonhy Hopkins el que quede en nuestra memoria como uno de los mejores villanos que ha deparado el cine de terror y suspense (y eso que se tuvo en cuenta a Gene Hackman - quien tenía pensado dirigir el mismo la película en un principio - Robert Deniro o Jack Nicholson para interpretar este personaje). Y lo mejor de todo es que su papel no ocupa más de 20 minutos en total a lo largo de toda la película pero esos 20 minutos sirvieron para ofrecer un tipo de mal al que no estábamos acostumbrados y si lo estábamos no de esta forma. Hopkins es el centro, el eje, el elemento de conexión con el espectador, con la historia y con el terror.
Jonathan Demme decidió llevar a la gran pantalla uno de los libros más interesantes de Thomas Harris y que daría pie a una de las sagas más interesantes siendo, para mi gusto, este ejemplar la más redonda / completa por muchas razones. Primero y principal por la forma de plasmar el terror y el suspense. No se trata aquí de regodearse en la saña descarnada, en la sangre empapando la pantalla. No, desde luego que no. Aquí se trata de crear una ambientación malsana, una agobiante sensación de peligro y sobre todo una desagradable sensación de estar indefenso ante la situación.
Harris primero, luego Demme como director y Ted Tally como guionista lograron una historia perversa, con dos de los villanos más terroríficos, psicológicamente perturbadores y a la vez interesantes para la psique humana. No sólo de Lecter viven estos corderos. Ahí tenemos a un Ted Levine como Jame 'Buffalo Bill' Gumb en estado de gracia perfecta, un Ted Levine que provoca, que transmite, que nos hace padecer y que nos hace sufrir. Un Ted Levine que provoca rechado, que provoca fascinación y a su vez provoca una de las interpretaciones más sórdidas, sucias y dementes del cine. Su simbiosis con su entorno (esa casa tétrica, dolorosamente insufrible y ese culto fervoroso por el gusano que se convierte en mariposa, donde el mundo de los insectos alados toma forma en un nivel superior es uno de los ejemplos que más fascina de toda la película). Para crearlo se fijaron y basaron en tres de los asesinos más tristemente sonoros de EUA. Un cóctel mortal en toda regla.
Pero está claro que Lecter es quien nos atrapa, quien nos engatusa, quien nos hipnotiza. Es él quien domina la situación, es él quien domina la película. Es su interpretación milimétrica, sistemática, perfecta, cautivadora la que domina la historia. Su primera aparición, ahí quieto, con la mirada fija, cual fiera enjaulada, dominando y conquistando, siendo el guía a un mundo de psicología dolorosa y diálogos posesivos, maquinados con mente fina y perversa las que hacen de su personaje uno de los mejores, mayores y más logrados iconos de la cinematografía en general. Su personaje es todo un mundo. Sus dominios son maestría pura. Y no es en modo baladí que Demme logró una de las mejores interpretaciones del actor (un Oscar más que merecido fue el resultado).
Aún y así sería triste fijarse sólo en la maldad de la historia. En el otro extremo tenemos la fragilidad puesta en el cuerpo de Jodie Foster (otro de los premios más merecidos de toda la gala). Su personaje, su Clarice Starling, es un claro ejemplo de la superación, de la mujer que se crece frente a la adversidad y que no hay monstruo físico ni psíquico que pueda dominarla. Sus intervenciones, entrevistas, relaciones y decisiones con el Dr. Lecter son poesía visual, son maravilla del cine. Cada una de las escenas que comparten pantalla son de quitarse el sombrero. Ver como la bestia intenta dominar, doblegar a su presa con preguntas que ahondan en lo más profundo y que Clarice logra enfrentarse al dolor por tal de conseguir su objetivo es de quedarse asombrado ante un cúmulo de elementos que consiguen lo mejor que puede deparar el cine. El momento donde Clarice decide llegar hasta el final siendo a la vez hipnotizada por el poder dominante de Lecter consumado con ese pequeño roce de dedos es toda una declaración de intenciones y una de las escenas más emotivas de toda la película.
La película sabe mantener el interés del espectador con una ambientación malsana, con una historia que es narrada con parsimonia, deteniéndose en todo detalle que por muy supérfluo que sea sirve para un común denominador. Interesante ver como el interés principal, más allá de capturar al villano es ver como el ser más frágil, aún estando solo (la escena donde Clarice se encuentra rodeada de todos los policías del lugar, sola, es otra declaración) logra salir a flote. Una mujer que se hace a sí misma (la primera escena lo dice todo: Clarice sufre pero no prevalece, corre pero no cae... una mujer que se prepara, una mujer que sigue adelante). La película contiene un montaje que a día de hoy funciona como un reloj suizo, funcionando en cada una de sus partes y sabiendo jugar las fichas de este ajedrez. Y cuando crees que la película no puede seguir Demme se encarga de que la cosa siga su curso.
Me es imposible no citar la escena final, la que da uno de los juegos visuales más divertidos y conseguidos de toda la película: ese doble montaje poniendo en juego a la policía, a Jodie Foster y Ted Levine con una seriedad pasmosa y a la vez con un logro que a día de hoy sorprende siendo creíble desde todos los puntos de vista. Aún viéndole el truco sigue fascinando y que por muchas veces que lo vea consigue hacerme aplaudirlo. Porque está conseguido, porque está logrado y sobre todo porque es creíble. Y lo mejor de todo es que da pie a uno de los finales más interesantes, tensos, maravillosamente orquestrado y con una dosis de terror, sensación de inseguridad y sensación de estar sufriendo lo que sufre y padece el protagonista (en este caso Clarice que es imposible no quitarse el sombrero). Ese Ted Levine alargando la mano, casi rozando a su presa, provocándole ese miedo y desesperación es uno de los mejores planos de toda la película.
Howard Shore consiguió una banda sonora compleja, con una partitura excelente, dotando a cada escena de la dosis justa de terror, ambientación y suspense. Con una fotografía perfecta, con ese tono frío para los exteriores, con esa oscuridad retorcida e insalubre dotando a la película de esa sensación de cuento perverso que ni en las peores pesadillas (la iluminación en el interior de la casa, en la celda de Lecter, en el almacen, etc. es perfecta, magnífica, realmente obsesiva).
Imprescindible, gloriosa, perfecta, obra maestra absoluta, todo un logro, un título muchas veces imitados y pocas veces conseguido (Seven sería una de las pocas) donde los actores, dirección, BSO, montaje, guión, fotografía, en resumidas cuentas: todo, sigue funcionando como el primer día.