fruslerías
@alonso_dm en Twitter.
No canten victoria 12 octubre, 2016
Seguramente habréis leído que ésta es la peor semana de Donald Trump desde que empezó su carrera a la Casa Blanca. Desde luego, la prensa se está frotando las manos (ya sin ningún tipo de disimulo, queda muy poco para el gran día y no hay tiempo para hacerse el remilgado con banalidades como la objetividad o la ética periodística).
Primero vino la grabación clandestina con sus comentarios vulgares y luego la espantada de varios dirigentes del Partido Republicano. En medio, el segundo cara a cara con Hillary.
Y al fondo, algunas encuestas muy contradictorias entre sí. Por ejemplo, según los sondeos, los estadounidenses no dieron excesiva importancia a la grabación del viernes y vieron a Hillary como ganadora del debate del domingo. Sin embargo, Trump perdió mucha intención de voto después de la publicación de esa grabación y recuperó algo después del debate. Algo no encaja.
¿Mienten las encuestas? Seguramente. Aunque tiendo a pensar que quienes más están mintiendo son los encuestados. Me explico: por un lado, a la gente no le gusta que la juzguen por mojigata, por eso si nos preguntan por una conversación sexual es posible que no queramos admitir que nos ha escandalizado. «No es para tanto, yo soy moderno». Sin embargo, a los seres humanos tampoco nos gusta ser identificados con pervertidos, así que cuando nos pregunten si vamos a votar a un candidato que según un vídeo que acaba de salir a la luz lo es, probablemente tampoco nos hará gracia reconocerlo.
Dicho esto, en este momento la campaña de Clinton está cometiendo dos fallos gordos que se le pueden volver en contra muy rápido. Primero, insistir con el tema de la grabación. La gente ya la ha visto y ya se ha sentido avergonzada, en parte por la propia conversación y en parte porque todo el que la ha escuchado se ha sentido identificado de una u otra manera. Yo, por ejemplo, no pude acabar de verla.
Y es que hipocresías al margen, todo los hombres del mundo han tenido y tienen conversaciones de esa naturaleza o peores cuando están en confianza. Y ellas hacen exactamente lo mismo. Negar esto es bastante ridículo.
Cuando Hillary y los medios de comunicación no sólo se recrean en las declaraciones privadas de Trump, sino que las convierten en una especie de acusación de abuso sexual, lo que en realidad están haciendo es llamar abusadores sexuales a todos los votantes. Y sí, todos sabemos lo que dicen las encíclicas de la corrección política y todos podemos justificar que cuando nosotros hablamos o actuamos así no es tan grave, pero internamente, a nivel subconsciente, siempre sufriremos cierto grado de disonancia cognitiva (sostener dos ideas contradictorias al mismo tiempo). Y es verdad que el tema daña la imagen de Trump, claro que sí, pero no es buena idea machacar a los votantes con cosas que les violentan.
El otro gran error de Hillary y uno de los grandes motivos por los que sigo convencido de que va a perder las elecciones es que no está sabiendo aprovechar estos momentos de subidón en su campaña para presentar su alternativa. Al revés, se pone en posición de asedio y sigue atacando a Trump, si cabe con más agresividad. Y es que aunque Hillary ha vendido bien esa parte –machacar al votante con que Trump representa un peligro para EEUU y para el mundo–, en este momento a su campaña le sobra mucha negatividad y le falta añadir emociones positivas e ilusionantes. Porque si no, lo que le está diciendo a los electores es que su única opción es conformarse con lo que hay, algo que resulta que a los electores tampoco les gusta, según
todas las encuestas y según el voto masivo que recibieron los candidatos outsiders en la temporada de primarias.
Por el contrario, Trump sí ha hecho los deberes. Primero dibujó un panorama sombrío de EEUU para persuadir al votante de que tenía que huir de ahí y después creó un escenario paradisíaco en el que éste estuviera encantado de refugiarse, esa ‘América grande otra vez’ que es muy fácil de vender porque cada cual puede interpretar la grandeza como mejor se adapte a sus deseos. De hecho, de ahí la ambigüedad calculada de Trump en tantos temas.
En definitiva, Hillary ha creado una emoción de rechazo, pero no su antítesis. Y de hecho, ninguno de los muchos periódicos que la han apoyado ha sabido ir más allá de decir que Trump es un ogro y ella está muy preparada. ¿Preparada para qué? ¿Para dar a los ciudadanos más de lo mismo?
Ahí está uno de los grandes fallos de esta campaña, el mismo que cometieron los partidarios del
Remain en el Reino Unido. Entonces también enfocaron toda su energía en pintar toda clase de peligros si ganaba el Brexit, pero nadie supo explicar cuál era la alternativa, más allá de seguir en una Unión Europea que no les convencía ni a ellos mismos. Nada que ver con toda la épica y la vuelta a la grandeza imperial que vendieron los partidarios del
Leave. Y allí la elección era irreversible. En EEUU, lo irreversible es quedarse con el producto de siempre; si no compran a Trump ahora no podrán comprar algo parecido jamás. Pero si lo compran y no les gusta, siempre pueden devolverlo dentro de 4 años.
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Ruido, 15 octubre,
Estos días, EEUU y el mundo entero están siendo testigos de uno de los asedios políticos más épicos que ha presenciado nuestra generación. O eso parece desde fuera. La campaña de Hillary Clinton, la Casa Blanca y unos medios de comunicación totalmente entregados a ambos han aprovechado unos comentarios de muy mal gusto de Donald Trump para lanzar un ataque por tierra, mar y aire e intentar acabar de una vez por todas con su figura.
El resumen es el siguiente. Hace 10 años, cuando apoyaba al Partido Demócrata, Trump
fue grabado de forma clandestina presumiendo de poder tirarse a prácticamente cualquier mujer que se le pusiera por delante. Aunque en la misma grabación reconoce de forma implícita que no hacía nada con ellas si no había consentimiento (
«I moved on her, and I failed. I’ll admit it. I moved on her like a bitch, but I couldn’t get there») y que cuando hacía algo era sólo porque ellas se dejaban hacer (
«they let you do it»), lo cierto es que el sector de la opinión pública que no quiere ver a Trump en la Casa Blanca ha vendido esto como si Trump fuera un violador.
Por si fuera poco, a raíz de este episodio varias mujeres han salido a la palestra alegando, a tres semanas de las elecciones y todas a la vez, haber sufrido todo tipo de abusos y vejaciones por parte de Trump hace años. El New York Times, antaño cabecera de prestigio, hoy altavoz indisimulado del Partido Demócrata, y el resto de publicaciones y medios audiovisuales alineados con la plantación Clinton, no han dudado ni un segundo en dar voz a todos esos testimonios sin siquiera buscar pruebas o testigos que los sustenten mínimamente. Todo muy chusco, muy descarado, muy coordinado con la campaña de Hillary y muy todo, pero cuando es el futuro del mundo lo que está en juego, uno no puede perder el tiempo fingiendo ser el paradigma de la sofisticación y la ética periodística.
Que los medios de comunicación han dejado al margen la neutralidad que reclama la profesión para impedir que Trump se acerque a la Casa Blanca es algo que no sólo no se molestan en negar, sino que
reconocen sin que nadie se lo pregunte. Pero esta vez los ataques son tan bestias (¡se le acusa nada menos que de ser un violador en serie!) y están tan bien coordinados que otro en la situación de Trump seguramente habría tirado la toalla, huido con lo puesto y permanecido oculto en las sombras el resto de sus días.
Por suerte para los que sí queremos ver a Trump en la Casa Blanca, él no es un político cualquiera. Ni siquiera es un político. Y aún mejor, los medios de comunicación siguen sin entender lo que está pasando. En efecto, con el material que hay encima de la mesa, en un mundo en el que
Cincuencua Sombras de Grey es récord de ventas en las estanterías femeninas de todas las librerías
, realmente nadie, ni el mayor enemigo de Trump, ni la persona que vomita viéndolo en la tele, se cree realmente que haya abusado sexualmente o violado a ninguna mujer. Todo el mundo sabe que todo esto forma parte de la contienda política. Nada más. Lo que pasa es que el papel de abusador sexual encaja tan bien con la narrativa mediática del momento (Trump es un misógino, ligar equivale a acosar, lanzarse equivale a violar, etc.) y se ha producido en un momento tan bueno, a tres semanas de las elecciones presidenciales, que para la prensa era un caramelo imposible de rechazar.
Por supuesto, nada de esto va a definir quién gana y quién pierde.
Las elecciones están prácticamente decididas desde el día en que Trump anunció su candidatura. Lo que se decide a partir de ahora es sólo la magnitud de su victoria.
Para empezar, fuera de la burbuja política y mediática, nadie que no sufra alucinaciones considera que esa conversación de Trump con un amigo sea un indicador de que es un abusador sexual. Lo que dice en esa grabación es chabacano, asqueroso, hortera y seguramente perjudica su marca entre el electorado más puritano, pero no tiene nada que ver con lo que la gente entiende por una agresión sexual. En su fuero interno, las personas normales, es decir, todo el mundo, sabe perfectamente a qué tipo de mujeres se refiere Trump en esa grabación, sabe que esas mujeres existen y sabe que la gente rica y famosa tiene acceso ilimitado a ellas.
En su ceguera crónica sobre lo que está ocurriendo en el mundo, los medios de comunicación han vuelto a creer que bastaba con volver a acusar a Trump de algo muy, muy grave y volver a poner cara de mucha, mucha indignación para que, esta vez sí que sí, tirara la toalla. Y así, de la manera más tonta posible, han convertido algo que tenía poca defensa y ante lo que por primera vez había tenido que agachar la cabeza en el enésimo rasgado de vestiduras mediático innecesario.
Intentando exponer a Trump, los medios se han vuelto a exponer a sí mismos, y lo único que han conseguido con eso es darle más puntos, pues a estas alturas de la campaña estos ataques han tomado un cariz tan cómico que apenas tienen ya ninguna credibilidad. Al estilo de lo que ocurre en España cuando Inda ataca a Podemos o La Sexta dedica un especial 24 horas contra el PP, pero mucho peor.