Hay ególatras infinitos. Uno de ellos es José Mourinho, que, de tanto puntuarse ante el espejo, ha llegado a creerse por encima de la institución que le emplea. Por muy especial que se considere, nada justifica que tenga derecho a pedir en público el amparo presidencial para su histeria. Con ello pone en entredicho no solo una supuesta debilidad de un superior, Jorge Valdano, sino la de un club cuya dimensión está fuera de la órbita hasta de quienes se sienten elegidos por los dioses. Por su vocación absolutista, este portugués se ve legitimado para que el heráldico Real Madrid actúe al antojo de sus caprichos mientras él lo mismo interpreta al mesías que se concede un papel victimista. Poco le importa, al parecer, la imagen del club.
Durante más de 100 años, el Madrid se ha defendido a sí mismo como pocos y lo ha hecho a partir de sus éxitos universales y la defensa de un estilo y unos valores, más o menos acentuados según la época, pero que para la mayor parte de su hinchada siguen en vigor. Por ahora, que se sepa, Mourinho en nada ha contribuido a forjar la maravillosa leyenda de este club. Por el contrario, la institución, apremiada por las urgencias, se ha entregado a él de forma desproporcionada: es el entrenador mejor pagado del mundo, transita por Madrid con toda una corte de auxiliares que se han visto involucrados en más de un episodio de matonismo, su representante también ha hecho caja con otros jugadores, le han permitido que manosee todas las estructuras del club y hasta la decoración de algún despacho. Tanta cobertura le ha dado el club que se atrevió a flirtear con Portugal tras un ataque de repentino patriotismo. La realidad es que, hasta la fecha, con Mourinho el Madrid solo ha logrado multiplicar sus enemigos, distorsionar su marca caballerosa, mostrar una debilidad extrema ante el Barça (5-0) y, para sonrojo institucional, ver a su septuagenario delegado de campo por los suelos por un ataque de furia de uno de sus ayudantes.En su teatrillo posterior al duelo con el Sevilla, Mourinho no solo pasó por alto el incidente de Silvino Louro con el histórico Agustín Herrerín. En su esperpento mediático, Mou olvidó que, tras su fichaje, fue precisamente Valdano el primero en tender una mano a la mutua reconciliación y mandar al limbo sus críticas precedentes al estilo futbolístico de los equipos del luso. También fue su director general quien salió al quite durante el incendio con Preciado. En definitiva, Mourinho, cuyo divismo quedó muy tocado tras el varapalo del Camp Nou, ha querido saltarse la cadena de mando y buscar el hombro del presidente para fabular una supuesta conspiración arbitral que le sirva de tapadera a otros males. Pura y nada ingeniosa demagogia para enmascarar un 5-0 y las bienaventuranzas de su máximo adversario. Su ridícula intervención tras el partido con el Sevilla revela a un técnico simplista cuya única argumentación para la presunta trama es un papel que le ha dado no se sabe quién al término de un encuentro mal dirigido por Clos Gómez. Por cierto, el mismo árbitro que tuvo un conflicto con Pep Guardiola cuando este le llamó mentiroso, secuencia que Mou, tan estudiado cuando le interesa, obvió ante los medios. Eso sí, Howard Webb, ese policía inglés que dio cuartelillo a la violencia holandesa en Sudáfrica y en esta Liga de Campeones avaló un gol de Inzaghi en fuera de juego al Madrid, le parece un gran árbitro.
Así es la irrealidad de Mou, que se parapeta en su papel de defensor de la plantilla para pedir una defensa superior. ¿No necesitaron esa defensa Canales, Pedro León, Alonso, Benzema y otros a los que puso en la diana pública? Pese a lo que diga Butragueño, en el Madrid no hay seres superiores, sino un presidente legitimado por los socios entre otras cosas para preservar la imagen de la sociedad. Pero ni él está por encima de la institución. Ni mucho menos Mourinho, que ya debería saber, por ejemplo, quién fue Miguel Muñoz, qué es y qué significa el Madrid. Él, por ahora, no es más que un transeúnte y no el verdadero ser superior que se cree y le hacen creer. Es el Madrid el que debería defenderse de Mou.