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De naturaleza violenta trata de convertir al asesino sobrenatural del slasher en protagonista, de poner en el centro del encuadre a esa presencia sin forma que acecha entre las sombras, siguiendo muy de cerca sus andanzas por el bosque descuartizando a adolescentes idiotas.
El argumento es calcado al de siempre y replica los tópicos del subgénero más tópico de la historia del cine, haciéndolo sin pudor, pero lo que interesa es el manejo del punto de vista, a veces mediante largos planos de seguimiento, a veces mediante cenitales; un alarde formal carente de banda sonora, con la cámara al servicio de una pura fuerza de la naturaleza que antaño fue humana, pero que ahora sólo se limita a ejecutar sin piedad y siguiendo sus propias reglas un ciclo de muerte que nadie sabe muy bien cómo detener.
Sólo podemos acompañar a una prudente distancia a esta alma errante que persigue un recuerdo de lo que fue, una humanidad remota que puede, puntualmente, salir a la superficie (el rostro oculto bajo la máscara, que junto con el hacha o las cadenas conforma la iconografía básica de la criatura)… pero sólo para volver a ser la bestia salvaje que mata todo lo que encuentra y que ocasionalmente demuestra la inteligencia perversa del cazador ante sus presas; genéricas, apenas entrevistas y que evocan a esos puros estereotipos que hemos visto mil veces. Queda un sentido del suspense y un notable manejo de los espacios abiertos, pero en una propuesta, creo yo, conseguida sólo a medias.
Viene a ser un ejercicio virtuoso cuyo director no lleva hasta el final, donde se mezcla ese virtuosismo técnico con decisiones torpes, cutres incluso, o diría que poco coherentes con la perspectiva tan arriesgada que se elige, de la cual la narración ocasionalmente se aparta. Sin ir más lejos, la idea parece agotarse en un tramo culminante donde volvemos a lo de siempre, que nos deja unos planos de la naturaleza ahora vacía, siendo de nuevo escenario ominoso y acechante en su carácter idílico, como volviendo a la premisa fundacional del género. Incluso en un momento dado se nos cuela un mini-flashback explicativo del todo innecesario, o una especie de visión-recuerdo que no pegan ni con cola.
Por otra parte, los asesinatos tan brutales, de tan retorcidos, logran ser involuntariamente cómicos; lo de la muchacha practicando yoga desde luego es de antología y muy susceptible de circular como clip en redes. Pero lo peor es un pegote final con un diálogo pésimamente filmado, una chapa impresionante que pretende poner en palabras una supuesta y profunda reflexión sobre la naturaleza irracional e inexplicable cuando despliega toda su crueldad. Una mirada amoral, distanciada, que de algún modo se imbrica con el componente profundamente moral (conservador) del slasher como ilustración del castigo (¿divino?) para los pecadores; en este caso, actualizado con apuntes de lesbianismo y cultura de la cancelación.