Me sigue gustando el cine de este hombre. Yo creo en la forma. El fondo no es nada para nosotros y todo lo que vemos y oímos en pantalla son gestos, movimientos, luces, colores.... todo ello distribuido de una determinada manera por un cineasta con una mirada específica. Detesto muchas películas porque me resulta insoportable y manierista de la peor manera posible el modo en el que el cineasta filma a sus personajes que se mueven por el mundo. Veo un desajuste entre la idea y la materia del mundo que me repele. Pero lo que siempre ha persistido en el cine de este hombre es una adecuación perfecta entre idea y materia. Seguimos atándonos a las ideas de la crítica "oficial" y nos dejamos llevar por discursos imperantes que en poquísimo tiempo nos explotarán en la cara. Nos creemos por encima de ciertos tipos de cine (que si demasiado radical, que si demasiado ridículo) y ni siquiera hemos visto las malditas películas. Les estamos haciendo eternas felaciones a críticos basura. Empecemos por ver, empecemos por oír, las películas. Y luego hablamos. Podemos hacer una lista de directores que en su día fueron despachados como si se trataran de unos completos miserables y de otros de los que nadie dudaba (de su ¿factura? ¿seriedad?) y que ahora, gracias a Dios, no los recuerda ni su santa madre. ¿Será Paul W. S. Anderson revalorizado en el futuro? Ni idea, pero la condescendencia idiota que algunos profesan hacia su cine no es que me produzca rabia, es que hace que me ría altísimo cada vez que leo ciertos mensajes. Vamos a ver cine. Que la primera página de este subforo da penilla, maldita sea.
Yo os puedo decir lo que veo aquí: sigo viendo una preocupación por el espacio, un gusto por el plano general de alto esmero compositivo, algo que parece estar más ocultado debido al montaje totalmente finito de Doobie White (finito en el sentido de que cada imagen parece tener una vida absolutamente ridícula, es una película del todo asertiva desde la manera de filmar la acción hasta la manera de montarla, que a veces bordea la abstracción). Cada gesto, cada golpe, cada secuencia, resuena y está filmada con total control del universo. Sigo viendo una apasionante reminiscencia langiana en ciertos encuadres y composiciones, en el gusto por los corredores subterráneos y la claustrofobia de la puesta en escena. También observo una inteligencia e intuición muy bonitas en la manera en la que Anderson plantea el drama a través de la geometría de los espacios: todo se reduce a crear un método para llegar del punto A al B. Resistir, resistir y resistir. Todas estas películas van directas al grano y condensan todo su discurso en la acción y el movimiento. La resistencia como último acto de valor, de entereza, en un mundo que se descompone en diferentes niveles, fases, espacios, que Anderson parece obsesionado en delimitar, en hacernos conscientes de cómo uno se relaciona con el otro.
Pero de la total limpieza y claridad de Retribution pasamos a la sobredosis de planos y a la cuasi abstracción de The Final Chapter. Por mis propias preferencias estéticas prefiero las propuestas de montaje de las inmediatamente anteriores películas de Anderson (esta es de largo su película más sucia, más deslavazada en ese sentido) pero me sigue satisfaciendo porque encuentro una intención, unos patrones de ritmo en ocasiones altamente excitantes, que fluyen de una manera, repito, asertiva, y hasta con cierta limpieza dentro de esa suciedad. Ya se proclamaba en Retribution algo así como "es como una cámara, apunta y dispara". Alice como gran heroína de acción del cine contemporáneo, que atraviesa un ilimitado número de pruebas y recorridos plagados de minas y obstáculos. Recordemos que el cine es una mujer moviéndose del punto A al B mientras el fondo está pintado de rojo.
Tampoco voy a decir mucho más. Ahí tenéis la absoluta claridad y rotundidad de encuadre, composición y montaje de The Three Musketeers. Y si con eso no os basta para reconocer algo a este hombre, no pasa nada. No todas las barreras se pueden sortear.