Respuesta: MAD MAX: QUEMANDO ASFALTO
Esta ya es otra cosa.
- Mad Max 2, el guerrero de la carretera (Mad Max 2: The Road Warrior, 1981)
Miller no perdió el tiempo, como tiene que ser. Si una entrega rula y lo peta no se debe dejar que la cosa se enfríe. 2 años después de la primera vino esta secuela, encajada perfectamente en un auténtico futuro post-apocalíptico, donde el páramo desértico de Australia es el ideal, dotando al héroe protagonista de una soledad que le va como anillo al dedo. Su aspecto desaliñado, acompañado de un perro cual único amigo y presentando la desesperación por la búsqueda de ese bien preciado como es la gasolina.
Mucho más rabiosa, más excesiva y sobre todo con la dosis de acción elevada al cubo, este western de guión sencillo, directo, sin reparar en mucho más que enfrentar a dos bandas con el tito Mel en medio adjudicándose el rol de salvador. Unos villanos muy esbirros, de fisonomía descacharrante pudiendo pasar perfectamente como miembros de los Village People (imposible no partirse la caja con la indumentaria de nuestro amigo Bennet: peinado Mohawk teñido de rosa, indumentaria de cuero, estola de plumas y de pose histriónica. El plano de él sujetado con una cadena por el jefe no tiene precio).
Pero está claro que quien se lleva la palma es el jefe de todo el tinglado: Humungus. Un Sloth con máscara de hockey permanente, marcando músculos cual figurante de la lucha libre hortera de los 80 y disfraz digno de El señor de las bestias, recitando sus speechs con micrófono de por medio y pose de figura articulada de los He-Man de antaño. La pena es la forma en como se lo sacan de encima. Merecía más metraje.
Una película clave en el género de acción de los 80, dotándolo todo de una fiereza llamativa, una cámara en constante movimiento y un cúmulo de escenas que son dignas de encomio llevándose la palma sin lugar a dudas la persecución final donde la fisicidad, las carreras y la acción forman un todo. Además, no escatima en violencia desatada como esos rehenes atados y reventados contra el camión. Incluso podría decirse que muchos momentos encajan perfectamente en el género del comic por su violencia sin concesiones y su rudeza seca.
Quizás le falla a día de hoy técnicas que en su día serían llamativas pero que hoy suenan a anticuadas o pasadas de moda como la cámara rápida para dotar de velocidad quedando ahora como algo más cómico que físico o unas formas en la exposición de los villanos que en algunos momentos peca de excesivo o demasiado tonto. Pero por lo demás es una película directa, que no decae en ningún momento y ofrece personajes llamativos como ese niño cromañón con el boomerang metálico o el giro argumental final que consigue darle un toque distintivo. Mención especial, sobre todo, a la partitura de Brian May.
Una grata sorpresa, sinceramente. Que no engaña con lo que ofrece y promete. Y que bien me cae Bruce Spence, un personaje en sí mismo.
Ahora me queda la tercera.