Saga Pesadilla en Elm Street

Comienzo un pequeño ciclo de esta saga que no sé si continuaré, ni hasta dónde.


Pesadilla en Elm Street

La presentación de un villano que sería un icono de la cultura popular, en parte gracias a un actor que quedaría para siempre asociado a su personaje y que aquí es una pura presencia sin apenas diálogo: habitante de un infierno de calderas cual guarida, dueño de unos atributos (máscara, guante, sombrero, etc.) casi surrealistas y con un punto bufo también (denota una imaginación retorcida y gamberra ese teléfono con lengua, por ejemplo). Un slasher atípico por varias razones, empezando por el concepto de un asesino onírico que ataca a sus víctimas dormidas, proponiendo una continua y siniestra alternancia entre el mundo del sueño y la vigilia, llegando éstos a confundirse y a hacer dudar (bastante lógica la evolución de la saga hasta llegar a la metaficción). La perturbadora conexión entre lo real y lo fantástico, que nos esforzamos por ignorar, puede que sea lo que más terror inspira; si el cine son sueños que se vuelven realidad mediante el celuloide, el cabrón de Craven trastoca la fórmula y ofrece literalmente pesadillas que irrumpen en la vida cotidiana del típico barrio residencial americano.

La figura de Freddy Krueger parece extraída de los cuentos, las canciones infantiles y las leyendas urbanas sobre el hombre del saco, de un fondo de creencias populares que son lo que le proporciona su fuerza (es decir, se alimenta del miedo de quienes creen en su poder). Las víctimas adolescentes se adecúan además a cada obligado estereotipo de estas producciones, siendo la protagonista esa chica virginal que acabará siendo la única capaz de plantarle cara al monstruo y comprender su modus operandi (los demás -el malote, el nerd, el pendón- son previsible carne de cañón). Un derroche de efectos especiales forma parte de secuencias capaces de traumatizar a cualquiera (la celebérrima de la garra en la bañera, el surtidor sanguinoliento, etc.). Se da una imagen muy negativa de los adultos, que son estúpidos, están ausentes o incluso son directamente los auténticos culpables, con su hipocresía y ocultamiento de lo que ocurrió; no tardarán en recibir las consecuencias en forma de venganza sobrenatural… todo ello sin que falte el aderezo del repetitivo sintetizador ochentero.


Pesadilla en Elm Street 2: La venganza de Freddy

La primera de las secuelas, despreciada en su momento aunque objeto de reivindicación reciente por distintos motivos, una cinta mucho menos creativa que la anterior, que guarda aspectos en común con la temática de casas encantadas y de posesiones diabólicas, y que abandona en buena medida el tema onírico para centrarse casi en exclusiva en su protagonista masculino, cada vez más bajo la influencia del asesino del guante. Menos sutil este Krueger, con la grandilocuente secuencia en la que irrumpe en una fiesta piscinera cual elefante en una cacharrería y liándola parda… tienen su peso unos efectos especiales muy físicos, de trasformaciones y criaturas varias (los chuchos con cara humana, tela marinera…), que pueden recordar a lo que hacía Cronenberg. Tema aparte es la cuestión de si estamos o no ante un slasher gay, en el que el asesino encarnaría las pulsiones reprimidas de un prota, por cierto, bastante afeminado (su interpretación y sus grititos causaron mofa en su momento, al parecer).

Cierto es que asoma una relación algo homoerótica por ahí (con el amigo), que hay un bailecito como para mear y no echar gota, y todo lo que rodea al entrenador malvado, con sus insinuaciones seguidas de una estrambótica muerte medio sadomaso, habla por sí sólo… pero no nos engañemos; la propia peli echa por tierra esta teoría con su final romántico, una cursi redención por el amor (amor muy hetero) en toda regla (de ser algo gayer, sería anti-gayer), asumiendo incluso el protagonismo la típica final girl en el tercio final, de manera harto convencional (la estética tan marcada de la época y los clichés de instituto también contribuyen a pensar maliciosamente). Todo esto habla más, creo yo, de cómo una subcultura como la LGTB busca referentes propios apropiándose, irónicamente, de un imaginario reciclado de la cultura pop, que de las supuestas intenciones de la peli. Dicho lo cual, ojalá que se haga algún día ese slasher homo, y que se haga de verdad y no sólo a base de pequeños guiños.
 
Pesadilla en Elm Street 3: Los guerreros del sueño

Digna secuela que recupera el espíritu de la de Craven más aún que la anterior, adentrándose en el tema de los sueños y buscando sacarle mayor partido a la idea de Krueger como psicópata onírico. Amplía la idea de los padres como culpables y seres desagradables, además de ser las autoridades científicas perjudiciales y los verdaderos malos de la peli (desconfianza en la mera razón, en la terapia y en el paternalismo hacia los adolescentes, para enfrentar al mal). Reaparecen la prota y su progenitor, pero la gran ocurrencia son los poderes del sueño, beneficiada un tanto psicotrónicamente por un festival de efectos especiales ochenteros, de un despliegue de imaginación truculenta (la víctima convertida en marioneta -el de las cuchillas siempre ha tenido algo de siniestro titiritero del inconsciente-, los chavales luchando con sus temores más arraigados -cosa, por otra parte, muy vista-…).

Siendo mínimo cualquier afán de sutileza, aquí lo que importa es tirar la casa por la ventana. ¡Hasta nos deleitan con un alarde de stop-motion digno de Jasón y los argonautas! Y gente como Badalamenti, o Darabont implicado en el guión, hacen pensar que hay algo más de lo habitual en una secuela tardía. Se profundiza un poco más también en la mitología del asesino y sus orígenes. El final no puede sino quedar abierto, con la posibilidad siempre en el aire de exprimir un poco más la franquicia (aparte de que nunca ha tenido gracia el hecho de vencer y todos tan felices).

Algún detalle de coña marinera, como el cameo de Zsa Zsa Gabor en plan diva decadente, y unas influencias (además de la reciente de Los nuevos mutantes) que las veo claras en Insidius (el rescate de un comatoso adentrándose en una guardia infernal, una estética barroca copiada, o poco menos, por el Wan).
 
Me la vi el otro dia, debo de ser el rarito que pone a la segunda solo por detras de la primera y de La nueva pesadilla.
 
Pesadilla en Elm Street 4: El amo del sueño

Secuela que recupera a los protas de la anterior, aunque no tardan mucho en morir y ella directamente es sustituida por otra actriz, para después recaer el protagonismo en su amiga. Musicotes y estética ochenteros hasta el paroxismo, sin que falte lo de rigor; el sueño con la mansión tétrica y las niñas con la comba. Los adultos, como siempre, horrendos y despreciables, mucha empatía con el tema de la adolescencia incomprendida, mostrando una galería de secundarios deliciosamente estereotipados en sus roles de instituto americano. Se luce el Harlin, debutante o poco menos, con un plano inspirado (la cámara girando enloquecida), siendo un film cargado de imaginación truculenta (en cuanto al bodycount) y humor negro, pues ofrece un buen festival de efectos especiales muy físicos y conseguidos (las víctimas emergiendo del cuerpo de Kruger, bastante espectacular). Miedo, lo que se dice miedo, nulo a estas alturas. Pero tenemos a un Englund pasándoselo bomba y animando la función, como cuando aparece travestido de enfermera (momento cumbre), o bien soltando unos chascarrillos dignos de Matías Prats (“¿has tenido un sueño húmedo?”, “has sido… suspendida”).

Se atreven incluso con un muy gratuito bucle temporal, al estilo de Atrapado en el tiempo, aunque sin mucho recorrido. Entre lo peor, un guión inconsistente y sin terminar (o eso parece), que no añade nada a la mitología de Freddy Kruger: la mención al “amo del sueño” parece que llevará a algo pero ahí se queda, mientras que el medio para derrotar al engendro se lo sacan de la manga a última hora. Es un canteo ver cómo se quedaron sin presupuesto para rematar ciertas escenas, como la de la pesadilla oriental, y ahí la cosa decepciona un poco.

Salta a la vista que es un film tan comercial como pendiente de las modas más trasnochadas de la época, de ahí un rollito karateka que no aporta nada (secuencia de entrenamiento metidísima con calzador), o una metamorfosis insectoide al estilo Cronenberg, que en este caso veo como algo positivo (de verlo para creerlo). El final, cómo no, abierto: Freddy no puede morir porque es un ser sobrenatural, pero también porque necesita seguir dando dinerito a los productores de la saga… siendo esta entrega una de las que más pasta recaudó, si no la más taquillera directamente. Muy decadente todo, pero con su punto de gracia y salero.
 
Pesadilla en Elm Street 5: El niño de los sueños, de Stephen Hopkins

Mal asunto cuando en una saga nos cuelan al “hijo” del ente terrorífico de turno en el asunto… porque si la cuarta parte aún se mantenía en pie, creo yo, ésta no hay por dónde cogerla. Pura repetición y una trama próxima al todo vale y al refrito descarado y carente de gracia, aunque la idea no deja de tener su potencial: la maternidad y los temores a ella asociados son el punto de partida, con un niño aún por nacer que recibe los influjos maléficos de Freddy Krueger (se intuye un fin de ciclo con la graduación del instituto, responsabilidades adultas, etc.), pues el de la garra busca regresar con otras estrategias, corrompiendo a los inocentes, perpetuándose con las generaciones, etc. pero en fin, que ésto no lo manejan nada bien y no saben por dónde tirar, retomando incluso al espectro de la monja, los orígenes del mal y su lucha eterna contra el bien...

Se nos reserva aún algún sueño potente y marca de la casa. El de la comida puede que esté entre lo más truculento de la saga y el final vuelve a ser un disfrutable desparrame de efectos… pero los chistes de Freddy son tan malos que ya no son ni chistes, y gran parte de las escenas se basan en reciclar sin disimulo lo que estaba de moda por aquel entonces: el videoclip de Take on me, las escaleras escherianas de Dentro del laberinto, los superhéroes comiqueros, la moto ciberpunk… tirando de técnicas animadas que se han quedado muy viejas. Por cierto, muchas incoherencias (la confusa secuencia del accidente al principio, la facilidad de la peña para dormirse al volante incluso cuando aún ni sospechan de la vuelta de Krueger), y eso sí, lo que no puede faltar son los malvados padres de los chavales, como siempre tontisimos y jodiendo todo lo que pueden.


Pesadilla final: La muerte de Freddy, de Rachel Talalay

Aquí se hace lo único que puede hacerse con una sexta entrega, nada más y nada menos, que es tomársela a cachondeo. Ante el agotamiento de la fórmula, esta “pesadilla final” (como reclamo se anuncia ya en el título que van a dejar descansar en paz al pobre Freddy, con créditos finales a modo de homenaje incluidos) a lo que más puede recordar es a Sam Raimi. Se sacan de la manga una explicación definitiva y mitológica del porqué de la existencia de nuestro chamuscado amigo como asesino de las pesadillas y volvemos al pueblo donde comenzó todo (tampoco es que tuviéramos la sensación de habernos ido de allí, por cierto). La peli se puede definir como un carrusel de disparates a ratos delicioso, a ratos (los más) infumable y desde luego carente de pies y de cabeza desde el minuto uno, con ese homenaje al mago de Oz (el retorno a hogar y eso). Protagonizan una panda de niñatos conflictivos que son muy malotes y muy grunge, como corresponde a la moda noventera (al menos nos deleitan con algún tema guitarrero que no está mal)… el caso es que les deseas la muerte desde el principio.

Lo del “videojuego” es de largo la cosa más tonta de toda la saga, difícil cuando menos idear una parida de tal calibre, y otra vez parte del afán descarado de meter como sea las cosas que molaban entre la juventud… como esas gafas de 3D, o un montón de efectos cutre-fantásticos que no aportan nada. Más simpático, por pasado de vueltas, me pareció lo de los alfileres, que es cartoon en estado puro (incluso en horas bajas encuentras una perla que otra). O la idea absurda de todo un pueblo de pirados obsesionados con los crímenes del pasado. La peor de las siete, por mucho que su predecesora no se quede muy atrás.


La nueva pesadilla de Wes Craven

Cuanto menos curioso e inesperado apéndice de la saga que contribuye a dignificarla tras las dos chapuzas anteriores, con una apuesta por el metacine en la que vemos a los propios actores y personal implicado en las películas sufriendo su particular pesadilla en su vida real. Mucha autoconsciencia y un retorno, a manos del autor de la original, a la más pura esencia; la que surgía de los terrores atávicos, de los cuentos de hadas, de un mal que cobra vida y que penetra en mundo material y de lo cotidiano (en tal sentido, la idea de lo “meta” es del todo coherente). Al homenaje a la saga se le añade una reflexión sobre el fenómeno cinematográfico, el paso del tiempo, Freddy como icono pop, ídolo de fans… cierta mala conciencia y miedo al legado que se lleva a cuestas, del que no puedes librarte, aunque no falta la crítica hacia quienes contemplan con moralismo el género de terror y a sus artífices. También es como si esos adolescentes de las pelis se hubieran convertido en adultos, con la vida hecha; han pasado a ser por lo tanto en la fuente de todo mal, lo que tanto se ha despreciado a lo largo de la saga.

El problema está en que Craven intenta hacer algo distinto, pero cayendo en los mismos convencionalismos (como la médico malvada… disimulados, eso sí), pues es la obra de un señor un poco flipado consigo mismo (¿un dios despiadado, incluso?), que no duda en exponer su discurso (lo pillamos, Wes), convertido en demiurgo, en el auténtico Krueger de la función. La relación materno-filial, que vendría a ser el núcleo de la peli… es precisamente lo que peor funciona (fallo mortal), pues en lugar de resultar entrañable, humana, acaba cayendo en lo pasteloso, pues Wes no es un Spielberg, y por si fuera poco, el niño da mucha cosica (al menos eso ayuda cuando pretende dar miedo). Menos mal que remata con un enfrentamiento final épico y fastuoso, entre el fuego y el agua, con Freddy siendo por fin el coco o la bruja del cuento que siempre ha sido; al final todo es puro espectáculo, pura representación… propuesta fallida, la de un tipo a veces con más ideas geniales que habilidad para plasmarlas, pero merece un elogio por el riesgo y que nos quedemos con lo bueno.
 
Es una pena que en la 5 estén recortadidimas las muertes por culpa del máster del montaje USA, era lo poco salvable de ella, están en youtube y son un gozo. Una muestra:
 
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Anda que no molaría.
 
Buena noticia. Siempre me ha dado pena que se la metiera dentro del cine de terror ochentero de slahser contra adolescentes, cuando está claro que va mucho mas allá. Ojalá un remake pero hecho en condiciones y acojonando al personal... lo que podía haber dado esto de sí.
 
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