Harkness_666
Son cuatro
El espíritu es muy de serie B, dicho como algo positivo. La idea se exprime sobre todo para generar una serie de situaciones entre angustiosas y estrambóticas, manejando a un grupito que no gana para disgustos, en una espiral del horror donde se mezcla (como no podía ser de otra forma con el indio) el drama personal con una premisa fantástica, con los habituales diálogos temibles, el tono humorístico peculiar y el sello visual de este señor, en forma de planos y encuadres poco habituales y de un uso llamativo del color. El escenario único de la playa tiene el acierto de ofrecer una sensación de amenaza a plena luz del día en un entorno en apariencia inofensivo; aún así, parece que el centro de interés son siempre los personajes y no creo que el espacio llegue a constituirse como un personaje extra. Tenemos un zoológico humano en miniatura que examina nuestras miserias contemporáneas: racismo, culto a la belleza, crisis familiares y de pareja… además de cosas un poco más “universales” como el miedo a la muerte, a la enfermedad, o las angustias de la pubertad. Por supuesto, están ahí los temores más profundos de cada uno a los que enfrentarse tarde o temprano.
Más que de lo cotidiano, la amenaza viene del intento por romper esa cotidianeidad (tan falaz, eso sí, como nuestro turismo de masas). El guión parece que recurre a conveniencias y a coincidencias: los corales un poco como deux es machina, la supervivencia la familia protagonista precisamente… con unos personajes bastante estereotipados y de chiste, buscadamente odiosos algunos. Está la organización en la sombra dedicada a un bien común, a un utilitarismo nunca cuestionado que saldrá derrotado ante las cosas importantes de verdad (aquí asoma lo “new age” del cineasta), supongo que en sintonía con los actuales tiempos pandémicos. Frente a un carpe diem superficial, a buscar paraísos en los que evadirse, lo único que tenemos es un tiempo de vida que se nos escapa.
¿Lo negativo? que todo es más o menos lo que parece, y prácticamente desde el comienzo nos lo podemos imaginar. Acaba siendo incluso previsible, lo que pocas veces es nuestro hombre, un tipo que acostumbra a engañarnos magistralmente, a sabotear expectativas, pero que aquí no sorprende mucho, ni siquiera con su cameo inexpresivo en plan demiurgo que juega con los destinos ajenos.
Más que de lo cotidiano, la amenaza viene del intento por romper esa cotidianeidad (tan falaz, eso sí, como nuestro turismo de masas). El guión parece que recurre a conveniencias y a coincidencias: los corales un poco como deux es machina, la supervivencia la familia protagonista precisamente… con unos personajes bastante estereotipados y de chiste, buscadamente odiosos algunos. Está la organización en la sombra dedicada a un bien común, a un utilitarismo nunca cuestionado que saldrá derrotado ante las cosas importantes de verdad (aquí asoma lo “new age” del cineasta), supongo que en sintonía con los actuales tiempos pandémicos. Frente a un carpe diem superficial, a buscar paraísos en los que evadirse, lo único que tenemos es un tiempo de vida que se nos escapa.
¿Lo negativo? que todo es más o menos lo que parece, y prácticamente desde el comienzo nos lo podemos imaginar. Acaba siendo incluso previsible, lo que pocas veces es nuestro hombre, un tipo que acostumbra a engañarnos magistralmente, a sabotear expectativas, pero que aquí no sorprende mucho, ni siquiera con su cameo inexpresivo en plan demiurgo que juega con los destinos ajenos.