Vamos allá, pero diré que me ha gustado muchísimo. Más de lo que esperaba. Sam Mendes lo ha conseguido, sí señor. Va por ustedes. Con spoilers.
Después del varapalo que le cayó a Bond con Quantum of Solace siendo uno de los títulos más criticados hasta la fecha, Sam Mendes ha preferido tirar por el corte clásico, alejándose por completo de la acción física cuerpo a cuerpo y darle a esta entrega ese aura de cine aposentado en diálogos y situaciones que dan lugar a un careo constante entre grandes figuras del cine. ¿Puede esto lastrar este filme? Depende de con los ojos y espectativas con las que se mire. Es cierto, no vamos a negar, que cuando uno contempla un filme de James Bond espera acción constante, espectaculares escenas con mucho ruído de fondo y a ser posible concatenadas, una tras otra, sin tiempo a meditarlo. Un cine de digestión fácil y que deje con el sabor de boca de haber visto la mayor cabriola fantasma de un héroe que no sufre ni padece por mucho que le disparen o golpeen.
Mendes es un director de corte clásico. Casino Royale dejó el listón, diría, que difícil (muy difícil) de superar en cuanto a montaje, fisicidad y ritmo se tratase. Mendes no es un director del cine de acción al uso, no tiene su estilo marcado en este género. Y de todo lo que ha filmado hasta la fecha "Camino a la perdición" sería lo único que podría (medio) encajar porque Jarhead era un filme de todo menos bélico, o no enfocado en luchas encarnicadas en campo de batalla así que con "Skyfall" era su carta de presentación al respecto.
Y puedo decir, con mucha satisfacción, que a pesar de que la última de James Bond no es un cine pródigo en mucha acción que digamos (4-5 escenas a lo sumo y muy separadas entre sí pero señores: qué escenas) lo poco que sale me deja con la satisfacción de haberlo disfrutado como yo quería/esperaba y con superación de nota. Empezando por la espectacular y complaciente escena pre-créditos el director y montador demuestran que aquí el montaje no es epiléptico, no consta de fracciones de segundo para cambiar de escena y plano teniendo, a la postre, un desenfreno de carreras de motos en los tejados, peleas en lo alto del tren cuerpo a cuerpo y tensión bien lograda o la escena en el rascacielos donde la pelea entre siluetas es pura acción de primera categoría.
Tampoco quiero decir con esto que la película tenga puntos negativos: es un punto larga, quizás demasiado, y eso afecta a que al no haber tantas escenas de acción frenética como cabría esperar pues puede parecer que sea una película lenta (cuando no lo es) o que nos han dado gato por liebre pero un punto de ritmo no le hubiese venido nada mal. Pero con la sinceridad por bandera diré que es el único fallo que le he podido encontrar.
Sobriedad, seriedad, constancia, tesón, entrega y pulso firme a grosso modo es lo que destila este filme donde recurrimos, una vez más, a darle reboot al personaje y ampliamos las miras al darle el matiz de descubrir su pasado, el porqué se siente arraigado a M y encima se sacan de la manga que sea este personaje una chica Bond más en un final apoteósico (lo he encontrado bastante acertado aunque Dench nunca ha sido de mis personajes preferidos en la saga).
Y es que el filme es un guiño y una constante el querer volver al estilo clásico, a no tener que darle tanta fisicidad burra o violenta como sucedió en los 2 títulos anteriores. Sin ir más lejos ya lo dejan claro en un diálogo entre Q y 007 en el museo: lo viejo no significa eficacia pero lo nuevo no significa innovador. Y así queda constancia a lo largo de las 2 horas y media. Sólo hay que ver la escena donde el informático geek no logra descifrar el código cifrado y Bond descubre que es una estación de metro. Al igual que aquí no recurren a bolígrafos que explotan sino a una pistola codificada. O dejamos un Jaguar flamante para acabar montando en el Aston Martin de toda la vida: lo viejo nunca muere mientras se siga empleando.
¿Y el villano? Muy bien, gracias. Un tío pérfido, siniestro, oxigenado y amanerado (sólo le faltaba una camisa de chorreras) pero con una eficacia muy lograda. Sus motivos no son otros que la pura y dura venganza. Pero con un estilo particular y propio (incluso tiene su propia guarida en forma de isla). Y si encima le damos un grotesco gesto de sacarse la mandíbula para dejar ver ese monstruo deforme que se oculta tras su angular rostro (el mejor efecto de toda la película: eficaz, convincente e impactante). Un ser que se siente traicionado, que fue traicionado. Un villano que como tal planea con milimétrica eficacia un plan de desestabilicación política para acabar arramblando a tiros por tal de darle muerte a su mentora. Rocambolesco y divertido a partes iguales.
Mendes y demás consiguen, una vez más, a un Daniel Craig como un Bond eficaz, duro pero con sentimientos al fin y al cabo y que ya desde el primer plano que abre la película (su silueta desenfocada acaba dando pie a que él es el agente perfecto) dándole una vuelta de tuerca más para la parte final pues volvemos a los orígenes, a Skyfall, para un tour de force brillante, rudo, seco, sin necesidad de una pelea final para ser igual de espectacular siendo cada aposento una trampa en sí misma o un enfrentamiento letal entre Silva y Bond sin tener que recurrir a las manos. Para mi es un blockbuster más que digno y de una calidad excelente.