Star Wars: Episodio II - El ataque de los clones
La galaxia está al borde de una guerra civil a medida que más planetas abandonan la República Galáctica para unirse a la causa de la Confederación de Sistemas Independientes. El Canciller de la República Palpatine (Ian McDiarmid) hace todo lo posible para mantener bajo control la frágil estabilidad de la galaxia y discute con la Orden Jedi encabezada por el Maestro Yoda (voz de Frank Oz) la necesidad de un ejército en el caso de que estalle una guerra. Los acontecimientos se precipitarán cuando varios intentos de asesinato contra Padmé Amidala,la senadora del planeta Naboo, lleven al caballero Jedi Obi-Wan Kenobi a investigar quien hay detrás del atentado mientras su aprendiz Anakin Skywalker vela por la seguridad de ella. La investigación del caso llevará al primero a un trágico descubrimiento que conmocionará a toda la galaxia, mientras el otro inicia un peligroso romance con la persona a la que está protegiendo.
George Lucas repite como director y guionista de la película ofreciendo un abanico de ideas y personajes harto interesantes que desgraciadamente no saldrán a relucir debido a varios problemas en sus tareas. Empezando por un guión cuya trama romántica carece de romanticismo dados unos diálogos completamente bochornosos y situaciones ridículas que provocan sonrojo por lo forzado de las escenas. A esto se suma la pobre caracterización de Anakin, quien finalmente queda definido como un niñato egoísta e impaciente con pocas virtudes redimibles, hecho que provoca que uno se pregunte exactamente que ve Padmé en él. Todo ello impide sentir emoción alguna en su conflicto de amor prohibido, y las endebles interpretaciones de Christensen y Portman poco ayudan en este aspecto. Aunque ambos actores no están nada mal cuando les toca desplegar emociones puras, no saben franquear un flojo guión, y mucho menos la inexistente dirección de Lucas. No sabe construir el interés romántico que pide la historia, y esta carencia se extiende también a la investigación de Kenobi. Su trama sale mejor parada porque la premisa tiene un cierto interés y los descubrimientos vaticinan una tragedia segura, pero son pocas las dificultades que se encuentra en su camino y por ser una investigación el camino resulta ser más llano de lo que debería. Su aventura tiene momentos de acción logrados que captan interés, pero se resumen en breves escenas puntuales. Por suerte, la película llega a un final mayoritariamente espectacular, cuyos efectos especiales y la imaginería diversa del universo de Star Wars suplen todos los defectos producidos por el guión.
Visualmente la película luce más como un videojuego que como una película propiamente dicha, y aunque ello le permite construir unos mundos atractivos, el paso del tiempo juega en su contra al provocar unos planos en el que se nota cuando algo está hecho por ordenador y cuando es real. Se apuesta por la fotografía digital, pero es una idea que juega en contra de la película hasta llegar a un extremo en el que el concepto de iluminación desaparece de la ecuación. Lo mismo se puede decir de la puesta en escena, pues se pierde al estar sujeta a las múltiples composiciones en CGI en lugar de a un sentido dramático. A Lucas le falta dar un mayor ritmo a la narración y la planificación resulta bastante plana, hecho que perjudica a la hora de crear tensión en las escenas de acción. Aunque la película está llena de imaginación y creatividad propias de su creador, Lucas debería haber abandonado las funciones de dirección y guionista, actuando únicamente como productor, porque el mayor problema no es el mejorable resultado final, sino ver todo el potencial perdido.
A pesar de todo lo dicho, la película tiene varias virtudes, empezando por un casting bastante sólido. Christensen y Portman son los más flojos de la película, pero es difícil condenarles dada la precariedad de la ejecución de su director, pero por otra parte McGregor da carisma y entidad a su Obi-Wan Kenobi, lo mismo se puede decir de McDiarmid en su papel de Canciller Palpatine, Frank Oz es irremplazable como la voz de Yoda, y a todos ellos se les une Temuera Morrison como el cazarrecompensas Jango Fett, Jimmy Smits como el senador Bail Organa, y Christopher Lee como el Conde Dooku, un Jedi que decidió dejar la Orden. El diseño de producción vuelve a ser de ensueño, y en este aspecto Gavin Bocquet plasma perfectamente las ideas de Lucas para los mundos y criaturas que salen en la película, que además cobran vida gracias al diseño de sonido de Ben Burtt. Y John Williams no suele fallar por muy ardua que sea la tarea. Puede que se deba a que las ideas de base son geniales, porque vuelve a llenar la película de magia con sus partituras, empezando por el tema principal, “Across the Stars”, un tema romántico para Anakin y Padmé muy bello aunque cae en lo pomposo cuando se pone junto a los pésimos diálogos y situaciones de la película.
“Star Wars: Episodio II - El ataque de los clones” se puede considerar con todo una película fallida. Es una leve mejora delante de la fatídica “Star Wars: Episodio I – La amenaza fantasma” (George Lucas, 1999), pero sigue siendo una película quizás no con más problemas que virtudes, pero si con un fallo enorme en su núcleo dramático central, que es el de hacernos creer la relación entre Anakin y Padmé. Simplemente no se entiende, y no hay ni un solo momento mínimamente decente entre ellos. Una autentica lastima.