Respuesta: THE GIRL WITH THE DRAGON TATTOO (Millenium: Los hombres que no amaban a las mujeres) de David Fincher
Edición digital | CINE
David Fincher: "En Hollywood me han considerado un pervertido"
El director norteamericano estrena en España su versión de la primera entrega de la exitosa saga 'Millenium', con Daniel Craig de protagonista
Carlos REVIRIEGO | Publicado el 06/01/2012
Es el director de éxitos como 'Seven', 'Zodiac', 'El club de la lucha', 'El curioso caso de Benjamin Button' y 'La red social'. Avalado por este currículum, David Fincher llega a la cartelera (estreno 13 de enero) con la adaptación de la primera entrega de la saga 'Millenium', de Stieg Larsson: Los hombres que no amaban a las mujeres. En esta entrevista, realizada en un hotel de Londres, Fincher habla sobre sus escenas más polémicas, su interés por el contenido de la novela y su compromiso con la geografía donde se desarrolla. A pocos minutos de la suite 140 del Hotel Dorchester, cruzando Park Lane, en Hyde Park, Michelangelo Antonioni filmaba hace 35 años varias de las escenas cruciales de Blow-Up (1966). No parece casual -aunque lo sea- que David Fincher (Denver, Colorado; 1962) atienda a El Cultural en este hotel londinense durante una soleada mañana de domingo para hablar de su adaptación americana de Los hombres que no amaban a las mujeres, una fidelísima ilustración de la novela de Stieg Larsson cuyo colosal impacto en la cultura popular (más de diez millones de ejemplares vendidos en todo el mundo) ya había dado lugar a un largometraje y a una mini-serie suecas.
De hecho, la famosa revelación fotográfica del filme de Antonioni ha ejercido una salvaje influencia no sólo sobre la película de Fincher, sino sobre la novela del escritor sueco. "Sí, es una película que siempre me ha fascinado -comenta Fincher-. No sé si se rodó ahí, pero fue muy cerca de aquí". Antonioni filmó en el swinging London una película sobre la mirada y la búsqueda del sentido de la realidad.
Profundidades de la trama
Como si fuera un cuadro cubista, uno debía construir Blow-Up a partir de la subjetividad del fotógrafo protagonista, de manera que la ampliación y deconstrucción de lo superfluo de sus imágenes desvelaban un asesinato oculto. Los hombres que no amaban a las mujeres también construye su sentido a partir de los fragmentos de una investigación. En cierto modo, todo lo que realmente importaba de la novela (y también ahora en el filme) transcurría en las profundidades menos vistosas de la trama, en el oscuro marco de una investigación a cuatro manos conducida por dos personajes devastados, el periodista Michael Blomkvist (Daniel Craig) y la criatura cyber-punk Lisbeth Salander (Rooney Mara), determinados ambos a recuperar su dignidad profesional o humana. "La investigación y el contexto de thriller de la novela no me atrajeron tanto como la relación de estos dos personajes -explica el director norteamericano-. No pienso en ellos como amantes, sino como personas que mantienen un compañerismo, una amistad, de una forma muy adulta". La lógica dicta que este nuevo filme de David Fincher, llamado a generar tantos entusiasmos como decepciones, viene a perpetuar su manifiesto interés por las tramas de investigación en torno a un enfermizo psicokiller. Junto a Se7en (1995) y Zodiac (2007), Millenium. Los hombres que no amaban a las mujeres vendría a conformar una suerte de "trilogía de la perversión", piezas de una excepcional rotundidad cinematográfica, capaces de explorar nuevos territorios en los engranajes tradicionales del neonoir norteamericano.
-¿Qué desafíos cinematográficos le planteaba el filme?
-Hubo algo muy convincente para aceptar este encargo: me sentía protegido por el éxito literario. Al ser un libro tan popular sabía que no iba a tener problemas para mantener los contenidos más turbios. No iba a tener discusiones con producción, pues se trata de un cuento adulto sobre violencia sexual, y el propio Scott Rudin [productor] me animó a que llegara hasta el final. Eso fue importante porque, generalmente, cuando entregas al estudio un proyecto de contenido tan intenso, siempre hay problemas. Seamos francos, es difícil que una escena de violación anal llegue a rodarse.
-Para un cineasta como usted, no parece un motivo suficiente...
-¿Por qué lo dice?
-¿Ha tenido alguna vez problemas para hacer la película que quería?
-Lo cierto es que siempre he tenido bastante libertad. Nunca he luchado mucho por los contenidos... La cuestión es llevar las películas al mercado y que cumplan las expectativas.
-Entonces, ¿qué le interesó de un thriller tan tradicional, y del que la mayoría de los espectadores, que conocen la novela, ya sabe cómo termina?
-Nunca me preocupó que la gente supiera lo que iba a pasar. Mi única preocupación era cómo hacer que pasara. Bueno, también me fascinó la vertiente de expresión cultural que tenía la novela. Fue muy interesante comprobar cómo pensaba la sociedad de 2006 a 2010, cuáles han sido sus grandes temores y perversiones. Hay que tener en cuenta que las novelas se escribieron en la era pre-iPhone, y he sido muy estricto a la hora de mantener ese periodo, pues seguramente la popularización tecnológica del iPhone hubiera modificado los procedimientos de la trama.
Fincher siempre se ha caracterizado por una manifiesta determinación realista. Su atención al detalle busca en todo momento la confluencia de tiempos y espacios. De ahí que haya descartado trasladar el relato original a territorio norteamericano y mantenga la historia en Estocolmo y alrededores. "Nunca consideré llevar la trama a Estados Unidos y tampoco me lo pidieron -explica Fincher-. Aproximadamente la mitad de la película, todos los interiores, se rodaron en Los Angeles, pero creo que la relación entre un periodista de 45 años y una joven de 23 hubiera tenido una dinámica muy distinta en Seattle, por ejemplo... para mí era una historia específicamente sueca. Además era esencial rodar en los paisajes de Suecia, hacer sentir al espectador que está en medio de la nada, cubierto de nieve". Una decisión que si bien respeta las correspondencias geográficas queda menoscabada cuando los personajes, todos ellos suecos y lectores de periódicos en su lengua natal, se comunican en inglés obligados por la proyección comercial del filme.
Parco y eficaz
Escribió Rafael Narbona en estas páginas que el estilo de Larsson es "parco, eficaz y minimalista", y que de algún modo venía "a evocar la solvencia de los artesanos del cine clásico norteamericano, que no pretenden reivindicar la condición de autores, sino su solidez como artífices de una historia". Las ambiciones de Fincher han venido a demostrar que es algo más que un "artesano" en la industria de Hollywood. Si algo posiciona al director de El club de la lucha (1999) entre los grandes nombres del cine norteamericano de las últimas décadas es su meticulosa elaboración de un estilo propio, que no es precisamente parco y minimalista (más bien lo contrario), pero sí tremendamente eficaz y electrizante. Desde la imponente secuencia de créditos, el filme coloca en primer plano el apocalíptico, iracundo y mórbido clima de violencia, sexo y tecnología que respiraba la saga literaria, configurando un submundo de moral diezmada por asesinatos en serie, violaciones, actos incestuosos, fraudes financieros, crímenes misóginos, bíblicos y filonazis.
-El libro contenía para mí el tipo de material que siempre he explorado. Durante veinte años, me han considerado un pervertido mental en Hollywood, pero ahora resulta que el mayor éxito literario de nuestra era ejerce de perfecta coartada para que pueda seguir poniendo en escena ese material tan supuestamente perverso.
-Si en Zodiac y La red social la verdad nunca podía saberse, debido al esquivo sistema de causas y efectos que ponía en escena, aquí celebra los tradicionales métodos de deducción detectivesca. La verdad está ahí para descubrirla...
-La historia de Zodiac era sobre el fracaso de una investigación, trataba más bien sobre cómo un tipo que era culpable conseguía escabullirse. Y en La red social, es cierto, la compleja realidad no podía describirse en una sola dirección, pues había muchas verdades igualmente válidas. Esta película es como un 'whodunit' tradicional, pero en cierto momento la historia abandona esa investigación criminal. Creo que hay una revelación mucho más grande que la del propio asesino. Ocurre un poco como en Chinatown (Roman Polanski, 1974), que no trataba tanto sobre quién hizo qué, sino sobre el malsano contexto de corrupción y la inefable historia del padre y la hija.
-El trabajo de sonido es extraordinario en su misión de crear esa atmósfera tan perturbadora. ¿Cómo concibió la banda sonora?
-No tenía mucho tiempo y recurrí a gente muy buena: Trent Reznor y Atticus Ross. Tratábamos de hacer la película en un año. Los tiempos eran muy apretados. Pero al final es probable que haya más música en esta película que en cualquiera que haya hecho antes. Necesitábamos viento, lluvia. Era necesaria la intervención de la naturaleza en la historia, y fue muy interesante trabajar el sonido con tan poco tiempo. Se fueron creando sonidos que luego fuimos encajando en el montaje para tratar de encontrar ese tono enfermizo, porque Suecia es un país muy silencioso, mortalmente silencioso, y capturar eso fue difícil.
-¿Rodará toda la trilogía?
-Eso lo decidirá la venta de entradas...
Tiempos televisivos
El cine de Fincher parece especialmente preocupado por traducir el tiempo real en tiempo cinemático. Sus últimas películas han sobrepasado las dos horas de duración: Zodiac, 157 minutos; El curioso caso de Benjamin Button, 166 minutos; La red social, 122 minutos; Millenium..., 158 minutos. "El trabajo de condensación de Steve Zaillain [el guionista] ha sido extraordinario", asegura Fincher. En el filme, los once miembros de la familia Vangler en la novela quedan reducidos a tres, mientras que los caminos cruzados (o predestinados) de Blomkvist y Salander avanzan con una cortante sequedad dramática, sin énfasis ni subrayados, en un relato poseído por un vértigo narrativo que enarbola una suerte de neutralidad afectiva. "Trato de que la historia vaya lo más rápido posible, porque hay que cubrir mucho terreno -explica el director-. Por supuesto hubiera deseado hacer la versión de tres horas, pero no estoy seguro de que hubiera mejorado mucho el filme". Adquiere todo el sentido, por tanto, que Fincher esté trabajando ahora en una serie televisiva, donde podrá trascender las imposiciones de tiempo de la gran pantalla. "Es una serie sobre la política americana -explica-. Está basado en una mini-serie británica de los noventa, Courthouse, y es realmente una mirada asombrosa a cómo la política realmente funciona, en la que los personajes se giran a cámara y explican qué es lo que va a pasar. Estoy entusiasmado", concluye.
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David Fincher: "En Hollywood me han considerado un pervertido"
El director norteamericano estrena en España su versión de la primera entrega de la exitosa saga 'Millenium', con Daniel Craig de protagonista
Carlos REVIRIEGO | Publicado el 06/01/2012
Es el director de éxitos como 'Seven', 'Zodiac', 'El club de la lucha', 'El curioso caso de Benjamin Button' y 'La red social'. Avalado por este currículum, David Fincher llega a la cartelera (estreno 13 de enero) con la adaptación de la primera entrega de la saga 'Millenium', de Stieg Larsson: Los hombres que no amaban a las mujeres. En esta entrevista, realizada en un hotel de Londres, Fincher habla sobre sus escenas más polémicas, su interés por el contenido de la novela y su compromiso con la geografía donde se desarrolla. A pocos minutos de la suite 140 del Hotel Dorchester, cruzando Park Lane, en Hyde Park, Michelangelo Antonioni filmaba hace 35 años varias de las escenas cruciales de Blow-Up (1966). No parece casual -aunque lo sea- que David Fincher (Denver, Colorado; 1962) atienda a El Cultural en este hotel londinense durante una soleada mañana de domingo para hablar de su adaptación americana de Los hombres que no amaban a las mujeres, una fidelísima ilustración de la novela de Stieg Larsson cuyo colosal impacto en la cultura popular (más de diez millones de ejemplares vendidos en todo el mundo) ya había dado lugar a un largometraje y a una mini-serie suecas.
De hecho, la famosa revelación fotográfica del filme de Antonioni ha ejercido una salvaje influencia no sólo sobre la película de Fincher, sino sobre la novela del escritor sueco. "Sí, es una película que siempre me ha fascinado -comenta Fincher-. No sé si se rodó ahí, pero fue muy cerca de aquí". Antonioni filmó en el swinging London una película sobre la mirada y la búsqueda del sentido de la realidad.
Profundidades de la trama
Como si fuera un cuadro cubista, uno debía construir Blow-Up a partir de la subjetividad del fotógrafo protagonista, de manera que la ampliación y deconstrucción de lo superfluo de sus imágenes desvelaban un asesinato oculto. Los hombres que no amaban a las mujeres también construye su sentido a partir de los fragmentos de una investigación. En cierto modo, todo lo que realmente importaba de la novela (y también ahora en el filme) transcurría en las profundidades menos vistosas de la trama, en el oscuro marco de una investigación a cuatro manos conducida por dos personajes devastados, el periodista Michael Blomkvist (Daniel Craig) y la criatura cyber-punk Lisbeth Salander (Rooney Mara), determinados ambos a recuperar su dignidad profesional o humana. "La investigación y el contexto de thriller de la novela no me atrajeron tanto como la relación de estos dos personajes -explica el director norteamericano-. No pienso en ellos como amantes, sino como personas que mantienen un compañerismo, una amistad, de una forma muy adulta". La lógica dicta que este nuevo filme de David Fincher, llamado a generar tantos entusiasmos como decepciones, viene a perpetuar su manifiesto interés por las tramas de investigación en torno a un enfermizo psicokiller. Junto a Se7en (1995) y Zodiac (2007), Millenium. Los hombres que no amaban a las mujeres vendría a conformar una suerte de "trilogía de la perversión", piezas de una excepcional rotundidad cinematográfica, capaces de explorar nuevos territorios en los engranajes tradicionales del neonoir norteamericano.
-¿Qué desafíos cinematográficos le planteaba el filme?
-Hubo algo muy convincente para aceptar este encargo: me sentía protegido por el éxito literario. Al ser un libro tan popular sabía que no iba a tener problemas para mantener los contenidos más turbios. No iba a tener discusiones con producción, pues se trata de un cuento adulto sobre violencia sexual, y el propio Scott Rudin [productor] me animó a que llegara hasta el final. Eso fue importante porque, generalmente, cuando entregas al estudio un proyecto de contenido tan intenso, siempre hay problemas. Seamos francos, es difícil que una escena de violación anal llegue a rodarse.
-Para un cineasta como usted, no parece un motivo suficiente...
-¿Por qué lo dice?
-¿Ha tenido alguna vez problemas para hacer la película que quería?
-Lo cierto es que siempre he tenido bastante libertad. Nunca he luchado mucho por los contenidos... La cuestión es llevar las películas al mercado y que cumplan las expectativas.
-Entonces, ¿qué le interesó de un thriller tan tradicional, y del que la mayoría de los espectadores, que conocen la novela, ya sabe cómo termina?
-Nunca me preocupó que la gente supiera lo que iba a pasar. Mi única preocupación era cómo hacer que pasara. Bueno, también me fascinó la vertiente de expresión cultural que tenía la novela. Fue muy interesante comprobar cómo pensaba la sociedad de 2006 a 2010, cuáles han sido sus grandes temores y perversiones. Hay que tener en cuenta que las novelas se escribieron en la era pre-iPhone, y he sido muy estricto a la hora de mantener ese periodo, pues seguramente la popularización tecnológica del iPhone hubiera modificado los procedimientos de la trama.
Fincher siempre se ha caracterizado por una manifiesta determinación realista. Su atención al detalle busca en todo momento la confluencia de tiempos y espacios. De ahí que haya descartado trasladar el relato original a territorio norteamericano y mantenga la historia en Estocolmo y alrededores. "Nunca consideré llevar la trama a Estados Unidos y tampoco me lo pidieron -explica Fincher-. Aproximadamente la mitad de la película, todos los interiores, se rodaron en Los Angeles, pero creo que la relación entre un periodista de 45 años y una joven de 23 hubiera tenido una dinámica muy distinta en Seattle, por ejemplo... para mí era una historia específicamente sueca. Además era esencial rodar en los paisajes de Suecia, hacer sentir al espectador que está en medio de la nada, cubierto de nieve". Una decisión que si bien respeta las correspondencias geográficas queda menoscabada cuando los personajes, todos ellos suecos y lectores de periódicos en su lengua natal, se comunican en inglés obligados por la proyección comercial del filme.
Parco y eficaz
Escribió Rafael Narbona en estas páginas que el estilo de Larsson es "parco, eficaz y minimalista", y que de algún modo venía "a evocar la solvencia de los artesanos del cine clásico norteamericano, que no pretenden reivindicar la condición de autores, sino su solidez como artífices de una historia". Las ambiciones de Fincher han venido a demostrar que es algo más que un "artesano" en la industria de Hollywood. Si algo posiciona al director de El club de la lucha (1999) entre los grandes nombres del cine norteamericano de las últimas décadas es su meticulosa elaboración de un estilo propio, que no es precisamente parco y minimalista (más bien lo contrario), pero sí tremendamente eficaz y electrizante. Desde la imponente secuencia de créditos, el filme coloca en primer plano el apocalíptico, iracundo y mórbido clima de violencia, sexo y tecnología que respiraba la saga literaria, configurando un submundo de moral diezmada por asesinatos en serie, violaciones, actos incestuosos, fraudes financieros, crímenes misóginos, bíblicos y filonazis.
-El libro contenía para mí el tipo de material que siempre he explorado. Durante veinte años, me han considerado un pervertido mental en Hollywood, pero ahora resulta que el mayor éxito literario de nuestra era ejerce de perfecta coartada para que pueda seguir poniendo en escena ese material tan supuestamente perverso.
-Si en Zodiac y La red social la verdad nunca podía saberse, debido al esquivo sistema de causas y efectos que ponía en escena, aquí celebra los tradicionales métodos de deducción detectivesca. La verdad está ahí para descubrirla...
-La historia de Zodiac era sobre el fracaso de una investigación, trataba más bien sobre cómo un tipo que era culpable conseguía escabullirse. Y en La red social, es cierto, la compleja realidad no podía describirse en una sola dirección, pues había muchas verdades igualmente válidas. Esta película es como un 'whodunit' tradicional, pero en cierto momento la historia abandona esa investigación criminal. Creo que hay una revelación mucho más grande que la del propio asesino. Ocurre un poco como en Chinatown (Roman Polanski, 1974), que no trataba tanto sobre quién hizo qué, sino sobre el malsano contexto de corrupción y la inefable historia del padre y la hija.
-El trabajo de sonido es extraordinario en su misión de crear esa atmósfera tan perturbadora. ¿Cómo concibió la banda sonora?
-No tenía mucho tiempo y recurrí a gente muy buena: Trent Reznor y Atticus Ross. Tratábamos de hacer la película en un año. Los tiempos eran muy apretados. Pero al final es probable que haya más música en esta película que en cualquiera que haya hecho antes. Necesitábamos viento, lluvia. Era necesaria la intervención de la naturaleza en la historia, y fue muy interesante trabajar el sonido con tan poco tiempo. Se fueron creando sonidos que luego fuimos encajando en el montaje para tratar de encontrar ese tono enfermizo, porque Suecia es un país muy silencioso, mortalmente silencioso, y capturar eso fue difícil.
-¿Rodará toda la trilogía?
-Eso lo decidirá la venta de entradas...
Tiempos televisivos
El cine de Fincher parece especialmente preocupado por traducir el tiempo real en tiempo cinemático. Sus últimas películas han sobrepasado las dos horas de duración: Zodiac, 157 minutos; El curioso caso de Benjamin Button, 166 minutos; La red social, 122 minutos; Millenium..., 158 minutos. "El trabajo de condensación de Steve Zaillain [el guionista] ha sido extraordinario", asegura Fincher. En el filme, los once miembros de la familia Vangler en la novela quedan reducidos a tres, mientras que los caminos cruzados (o predestinados) de Blomkvist y Salander avanzan con una cortante sequedad dramática, sin énfasis ni subrayados, en un relato poseído por un vértigo narrativo que enarbola una suerte de neutralidad afectiva. "Trato de que la historia vaya lo más rápido posible, porque hay que cubrir mucho terreno -explica el director-. Por supuesto hubiera deseado hacer la versión de tres horas, pero no estoy seguro de que hubiera mejorado mucho el filme". Adquiere todo el sentido, por tanto, que Fincher esté trabajando ahora en una serie televisiva, donde podrá trascender las imposiciones de tiempo de la gran pantalla. "Es una serie sobre la política americana -explica-. Está basado en una mini-serie británica de los noventa, Courthouse, y es realmente una mirada asombrosa a cómo la política realmente funciona, en la que los personajes se giran a cámara y explican qué es lo que va a pasar. Estoy entusiasmado", concluye.