Cada uno viaja como quiera, y no es tan solo una cuestión de presupuesto... yo gano para permitirme hoteles más caros y supuestamente mejores, y, ¿sabeis qué? Sigo prefiriendo buenos hostales, hospederías, casas rurales y apartamentos antes que hoteles de cuatro o cinco estrellas estándar.
¿Porqué?
La mayor parte de los hoteles de 4 y 5 estrellas suelen estar localizados en zonas que no me atraen de las grandes ciudades o de las zonas de costa (áreas comerciales, áreas de "turisteo internacional" que no me suelen llamar la atención y demás), salvo los increiblemente caros y selectos: si quieres un hotel de esas características en zonas de interés cultural, pagas una pasta desopilante. A menudo tienen muchos servicios que no uso, y unos buffetes de desayuno "continental" muy estandarizados, que te da igual estar en Tokyo que en Londres o en Madrid porque te ponen el mismo café aguado y los mismos embutidos y las mismas salchichas y los mismos huevos revueltos; las comidas suelen ser también muy planas y sin personalidad.
Por supuesto, hay hoteles de categoría que me encantan, los que tienen cocina propia, los que están en zonas de gran interés, los que son realmente exclusivos bien por localización, diseño, etc... Pero la mayor parte de los hoteles de cuatro y cinco estrellas son a la hostelería lo que los best-sellers son a los libros: que tengan muchas páginas y una presentación ostentosa no quiere decir que sean buena literatura; pasa lo mismo con los restaurantes, hay algunos donde merece la pena pagar 60, 100, 150 euros por cabeza, pero la mayoría se ven superados sin problemas por muchos mesones de 15, 25 y 35 euros, si estás atento a la calidad, cuidado y personalidad de lo que comes y no a la decoración del sitio o a la "categoría social" de sus comensales.
He pasado vacaciones inolvidables en estancias con "encanto"; por ejemplo, recuerdo cuando estuve en Japón el año pasado: había hoteles de 3 y 4 estrellas relativamente asequibles (100-150 euros la noche, habitación doble) pero no los cambio por nada del mundo por mi estancia en los típicos hostales japoneses (ryokan), donde vas vestido como un japonés, comes en el suelo al lado de otros japoneses o te bañas en pelotas en un baño comunal y te empapas de lo que siente y vive un japonés de a pie; comí un día en un restaurante de sushi de lujo en Kyoto, caro, muy caro, y hablé con un señor de traje y corbata muy amable que cerraba unos negocios allí; al día siguiente me fui a otro de menos lujo pero mucho más popular recomendado por este hombre, que, el día anterior, me había dicho que ,si no me importaba sentarme en el suelo como un japonés más, era donde se comía el mejor sushi de toda la ciudad y costaba la cuarta parte. Y, en efecto, era mejor, y con mucho más encanto.
En Tokyo probé la tempura de uno de los restaurantes más caros de su especialidad: era maravilloso, pero sinceramente disfruté tanto o más en las izakayas (tabernas japonesas), en los puestos de pinchitos debajo de los pasos elevados, en las barras continuas de sushi, en los okonomiyaki, en los restaurantes caseros de fideos, en los puestos de sushi express de la lonja de pescado (donde pruebas el pescado y el marisco más fresco y por cuatro duros), etc, etc, etc...
Vamos, que no todo es cuestión de dinero, es una cuestión a menudo de preferencia; hay viajeros y viajeros. Yo soy de los viajeros "activos": me gusta investigar, ver, sentir, moverme a mi manera, mientras que el viajero medio europeo se ha convertido en un viajero "pasivo", que tira por la opción fácil, la opción "segura" y convencional, y después está el viajero de lujo, el que REALMENTE se mueve en ambientes exquisitos y selectos, pero esos son uno entre un millón: evidentemente, no es lo mismo el Claridge de Londres que un Hilton en la misma ciudad, aunque en los dos ponga 5 estrellas; en el primero pagas 1600 euros la noche, y en el segundo, 500... el primero es realmente de lujo y se lo pueden permitir unos pocos. Muchos optarán por el segundo porque es un cinco estrellas... pero en realidad es un quiero y no puedo, y probablemente tendrías una estancia mucho más bonita en la ciudad en un apartamento o en un hotel más pequeño pero bien ubicado que te costaría menos de la mitad.
Por eso, y salvo excepciones, para viajes de turismo y placer, sigo prefiriendo el hotel con encanto, con algo que decir, antes que los mamotretos estandarizados que hay en todas las ciudades y que tan impersonales y antipáticos me resultan; es mi opción, y para mi sigue siendo la mejor, aunque gane el doble que hace 5 años y pueda permitirme otras cosas.