Mijalkov es ahora eso que llamaríamos una 'figura controvertida'. Es amigo de Putin y en un manifiesto pidió un «conservadurismo ilustrado» para Rusia. Mijalkov critica a Stalin (lo hace en el filme) aunque ve la destrucción de la URSS como un crimen de Gorbachov y Yeltsin.
Aquí le gritarían «¡comuniiiista!», pero Mijalkov es monárquico, eslavófilo, quizás 'euroasiatista', y considera que el sustrato espiritual que hace a Rusia ser Rusia y no otra cosa se encuentra en la religión, y no en el Estado vacío, Estado-cáscara, soviética ayer y mañana demoliberal.
Esto, es de suponer, lo convertirá a ojos occidentales en otro Kusturika, pero sus películas no son manifiestos, sino obras de arte donde lo humano (lo humano ruso) se manifiesta espiritual, constante, jubiloso y libre.