Woody Allen's post

¿Cuál es la mejor película de Woody Allen?


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Todo lo demás: qué mal le sentó Dreamworks a Allen salvo alguna excepción, maldita sea. Y, curiosamente, fue cuando llegó a más gente porque le metieron pasta al marketing. Siempre se trata de lo mismo.

Películas visualmente similares, tirando a anodinas, y con todo el mundo verborreando para ser Woody Allen todo el rato sacando la patita del guionista una y otra vez. Da igual el personaje, todos son el mismo.

No, la verdad.
 
Veo que no hay casi ninguna de Tarantino que me encante a mí. Adoro su libro pero es una pléyade de sinsentidos recomendados increíble.
 
A mí esta me encanta, casi que mi favorita del siglo XXI de Allen, los paseos por Central Park, el modo paranoia de su personaje como respuesta al 11-S, eso es hacer una peli del 11-S con personalidad! La adoro. Mejor que Match Point y otras con fama de los últimos 20 años.
 
Uf, qué desastre Celebrity. Normal que esté olvidada. Como comedia es nula, como crítica al mundo de la farándula es de barra de bar y ha quedado desfasadísima y Brannagh de alter ego de Allen es peor que la malaria.

Importante NO.
 
Dicho esto, disfruté mucho de los cortitos de Di Caprio y Theron. Lástima que sean espejismos.
 
a mi CELEBRITY me gusta mucho, no recuerdo por que

A mí esta me encanta, casi que mi favorita del siglo XXI de Allen, los paseos por Central Park, el modo paranoia de su personaje como respuesta al 11-S, eso es hacer una peli del 11-S con personalidad! La adoro. Mejor que Match Point y otras con fama de los últimos 20 años.

paseos por Central Park no hay EN TODAS??
 
Uf, qué desastre Celebrity. Normal que esté olvidada. Como comedia es nula, como crítica al mundo de la farándula es de barra de bar y ha quedado desfasadísima y Brannagh de alter ego de Allen es peor que la malaria.

Importante NO.
Brannagh funciona hasta cierto punto, pero veo demasiado calco como para llegar a meta. La peli está muy bien, pero no aporta mucho a su filmografía y la critica es, coincido, algo simplota.
 
Me temo que he llegado a una de sus cotas más bajas: "Melinda y Melinda". Es una putada que una propuesta tan original, base de todo su cine, como es ver una historia desde el punto de vista dramático y cómico haciendo que avance con los mismos objetivos, no funcione como comedia, ni como drama, ni como historia autónoma. Y audiovisualmente está tan dejada como sus actores, en esta ocasión.

No pasa nada. Sigue siendo el rey.
 
Yo creo que el punto de la peli a nivel idea, precisamente, es que ni la comedia es comedia ni el drama es drama. La actriz me parece que está fenomenal.
 
Sí, por eso digo lo de los mismos objetivos. Pero creo que falla en todo. Una pena.
 
Leonard Zelig es el “hombre-camaleón”, capaz de adaptar su personalidad y apariencia física a cualquier circunstancia con tal de caer bien y no desentonar. Su extraña condición hace de él un caso patológico de la tendencia tan humana a la mentira y al disimulo, a la que todos hemos recurrido alguna que otra vez en la vida.

A través del filtro del humor, factor que siempre marca distancias y quita hierro y solemnidad, Allen discurre en torno a la identidad judía, el sentimiento de inferioridad y de desarraigo de un don nadie, los frágiles límites entre la carencia de autoestima y el ego gigantesco (el bueno de Woody fantasea con codearse con Scott Fitzgerald, Calvin Coolidge, etc. y se mira a sí mismo en un espejo).

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Conserva algo de monólogo desenfrenado y cascada de ocurrencias, pero la trama amorosa con la psiquiatra (el psicoanálisis, otro factor de burla), que constituye la trama propiamente dicha, es más de película clásica y precisamente lo que más chirría en el formato de falso documental. Elección, por cierto, que va a juego con el tema elegido de la mentira y la simulación, para el que recurre a reconstrucciones, insertos del actor dentro de la imagen de archivo, material envejecido, noticiarios, entrevistas... (Susan Sontag, Saul Bellow… haciendo el ganso), sin olvidar apuntes de meta-cine, en forma de supuestos largometrajes de la época; la forma en que los hechos se reescriben a su manera por la memoria colectiva.

A ella, por cierto, le ocurre algo parecido; una mujer gris a la búsqueda de su identidad y a la sombra de otros, con un pasado familiar igualmente desangelado (por cierto, otro fenómeno igualmente circense e insólito... el de una mujer científica); el gafas construye aquí un tierno romance de los de “siempre hay un roto para un descosido”. Es por lo demás una crónica sui-generis de la “era del jazz” y su desenfreno, que se traspone a Zelig como juguete roto de una época, profundamente solitario pese a la multiplicidad de sus rostros. Época de farsantes y chiflados en su alegre camino hacia el abismo, de explotación económica para las masas, con el fascismo a la vuelta de la esquina como borrado definitivo del alma.

Es, en fin, la historia de alguien que salta a la fama por razones peregrinas, blanco de simpatías, de iras ciegas, o que es tomado como chivo expiatorio, objeto de venganza y de locura colectiva. ¿Héroe, villano? Tan sólo una quimera en la que cada uno proyecta su visión del mundo (el “cuarto blanco”, una especie de tabula rasa o de desnudez, una vez más, ante la cámara de cine). La sociedad del espectáculo y del simulacro, de los significantes vacíos, el anhelo de una verdad inalcanzable, parodia además del tan habitual relato de superación personal… todo ello nos lleva a la reciente y muy deudora “Dream Scenario” de Nicolas Cage, pues no sólo no ha perdido vigencia, sino que hasta la ha ganado con el tiempo.
 
Hannah y sus hermanas

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Hannah es la mujer perfecta. Es esposa, madre, actriz de éxito, alguien idealizado e inalcanzable. Sus dos hermanas, con quienes está muy unida, son muy diferentes y mantienen con ella diversos grados de dependencia, tanto económica como emocional.

Obra clave del Allen ochentero, coral y episódica, donde se alterna la comedia clásica americana con trazos de su admirado Bergman. Risas, lágrimas y una disección sin piedad de frustraciones, miedos y vulnerabilidades de la clase pija neoyorkina y sin aparentes problemas, o esa esfera de artistas e intelectualoides acomodados que tan familiar nos resulta, precisamente gracias a la filmografía del gafas y de la cual éste, siempre agudo, logra extraer lecciones valiosas y quizá atemporales; la familia como germen de lo peor pero también lo mejor que tenemos, la infidelidad, el desgaste de la pareja para unos, la inestabilidad vital de otros, así como los fingimientos, envidias, complejos, rencores ocultos y todo aquello que nutre el catálogo de esas relaciones humanas entre absurdas y apasionadamente ridículas, de las que seguimos necesitando los famosos “huevos” después de tanto tiempo.

En concreto son dos los recursos más llamativos: la voz en off, ilustrando los pensamientos más íntimos y marcando ese exterior exitoso frente a una interioridad torturada, que puede pecar de sobre-expositiva, así como la cena de Acción de Gracias, acontecimiento recurrente de cada año que sirve para marcar el paso del tiempo y reunir y dar unidad a las vivencias de todos estos personajes, que son fruto de la pluma de alguien que pese a todo les quiere, les respeta y les desea lo mejor.

La odisea del Woody neurótico e hipocondríaco en busca de la fe viene a concentrar la idea fundamental y a servir de espejo de las otras historias. El gag del crucifijo, el pan de molde y la mayonesa, o la religión convertida en artículo de consumo para los desamparados, resulta elocuente entre tanta verborrea. Se trata de la aceptación humilde y sencilla de lo que somos y de lo poco que tenemos, no devanarse los sesos sobre cuestiones que están más allá de nuestro limitado alcance. Una revelación comparable a ese “salto de fe” y que produce el milagro (el acercamiento sin filtros de los que parecían enemigos, incluso una nueva vida), lo que parecía imposible. Muy bello esto, que a su manera acerca a ese ateo que es Allen a un cine religioso, preocupado por cuestiones de fe y filosóficas. Lo cual desde luego no va reñido con chistes de la época sobre el VIH y las drogas, soltados así alegremente y que hoy uno los esperaría de alguien gamberro y provocador.

Nueva York, sus calles y rincones, iluminados aquí por Di Palma, vuelve a ser un protagonista en segundo planos; destacaría unos encuadres con mucho movimiento, o secuencias, como la de la consulta médica o la librería, que parecen jugar con el fuera de campo y convenciones teatrales.

Tenemos también a secundarios como un breve pero memorable Von Sydow, artista arrogante en su torre de marfil, pero dominante y con las mismas inseguridades que los demás, o peor aún. Pero también se da caña al cretino de turno que sólo valora el arte como puro bien de mercado o elemento decorativo. Arte que, de hecho, tiene mucha presencia en todas sus formas: arquitectura (memorable secuencia de montaje al respecto), ópera y distintos géneros musicales (clásica, punk y por supuesto jazz), pintura, poesía y libros, por supuesto cine… cosas en que esta gente vive inmersa y que forman parte, entendemos, de un bello simulacro. Un teatro de apariencias, pero al servicio de entendernos mejor, y aquí entrar el factor “meta” inevitable: la escritura, la reescritura y la búsqueda de la voz propia.
 
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