Acabo de volver, en pleno éxtasis, de verla.
No me esperaba que el cerebro o las tripas de Stallone generasen algo asi.
Ya la acabaré asimilando, pero a bote pronto me parece una pasada, una película llena de rabia, un ejercicio de catarsis, un acabose, un no sé qué...
Es como si Stallone hubiera cogido los últimos minutos de Sin perdón y los hubiera estirado hora y media en la selva Birmana.
Cuando el raciocionio regrese pueda que me arrepienta de mis palabras, pero ahora la considero todo un peliculón. Otra para los top-ten del año.
John Rambo va hacia lo universal y hacia lo individual al mismo tiempo. Es el hecho de mostrar un universo, una realidad animal y envilecida hasta grado sumo y decir "¿qué hacemos, cómo reaccionamos, como combatimos esto?". La solución no es tal, no hay solución, sólo una reacción eficaz, y "a la altura" de esa pesadilla, y aislada en ese instante.
Este John Rambo no es tanto un héroe como una bestia "entrenada para ser eso" en esas situaciones, como el perro blanco de Samuel Fuller o el William Munny de Eastwood. Por eso citaba la obra maestra de Clint al respecto de ésta. El William Munny desbocado que se desata en los minutos finales de Sin perdón es primo hermano de este John Rambo desatado en la catarsis sangrienta que es esta película. Por eso tal vez la cinta tiene todo ese aire de pesadilla, de locura, de ira, casi como si surgiera de los peores sueños de su protagonista.
Por eso, tal vez no es casual la postura final de John Rambo, de pie, sujetandose el hombro herido frente al escenario final de muerte, aislado en su propia condición de perfecta máquina de destrucción. Esa postura, esa mano que se sujeta el hombro herido remite sutilmente al Ethan Edwards de Centauros del desierto postrado frente a la puerta del hogar al que no puede acceder, del que se siente ajeno. Por eso tal vez esa especie de alusión, de cita al clásico de Ford, con esa actitud de Rambo frente a ese escenario, de ese intercambio de miradas entre él y la "misionera" que marcan la distancia insalvable entre uno y otro personaje, entre los mundos al que pertenecen.
Una locura total. Una ida de olla, un salto al vacío sin red.
Comentaba que cuando recuperase la razón tras el primer shock acabaría arrepintiéndome de mis palabras respecto a John Rambo.
Pero como decía Woody Allen: "Cuando escucho a Wagner me entran ganas de invadir Polonia", a mí parece que me sucede lo mismo con esta master piece que ha fabricado Stallone.
Comparto lo que comenta Marius sobre que la cinta es aislacionismo en estado puro, tanto a nivel argumental (en el retrato del protagonista frente al mundo), como también, de un modo metalingüístico, a nivel cinematográfico (en la concepción de una película así en el contexto actual). Brutal y enloquecida hasta gritar ¡basta!, y no sólo por la violencia desatada sino por una realización y una puesta en escena crispada, y de una fisicidad admirable. Creo que, en ciertos aspectos, es indudable que la película recuerda, en sus escupitajos, a la dureza del mejor Verhoeven (un tipo que también parece estar siendo apartado de la primera línea en beneficio de cineastas con discursos menos personales e incómodos) pero a su vez parece poseer un "algo más", un valor añadido extraño que nada bajo la superficie, no sé si relacionado con lo que señala Barry en esa mala ostia y odio desatados.
Para mí, John Rambo es un ejemplo perfecto de lo que etiquetamos alegremente en otros como cine de autor. Una película que bajo su aspecto comercial o de género ofrece un discurso personal añadido que la enriquece. Para alguno le resultará chocante encontrarse con esto en una película de Stallone y le hará saltar las alarmas que invaliden ese momento de "debilidad cinéfila". No es mi caso. Creo que fui yo mismo quien desconfiaba en el post de Rocky Balboa que un tipo que había dirigido y guionizado lo que tiene Stallone en su currículo fuese capaz de hacer algo mínimamente superior a ser usado para algo más que para abonar los campos.
Ha llegado el día de tragarme esas palabras y de reconocer que Stallone, con este John Rambo, ha hecho una gran película, de esas que logran ponerme el vello de punta y que me hacen desear regresar a la sala de cine para volver a verla. De esas que siguen en mi cabeza durante días. De esas que a la vez que me recuerdan a los clásicos, en su efectiva y sencilla narrativa, enriquecen la experiencia con las suficientes e inesperadas dosis de virtuosismo creativo que las hace únicas. El tipo de cine que reconoces que está hecho más con las tripas que con el cerebro, sin que esto implique un producto basura, más bien todo lo contrario.
Ya dije antes que reconozco en la película el mismo "ruido de fondo" que he escuchado en algunos clásicos, de Fuller, de Walsh, del propio Eastwood en su personal revisión de sus "personajes", en ese plano fordiano de Rambo sujetándose el hombro… Tal vez referencias disparatadas que son originadas por la pasión más que por la razón. Pero son este tipo de pensamientos y sensaciones los que me agrada tener viendo películas, sean o no fundadas. Y John Rambo es uno de esos casos.
Obra total.