Bueno, tampoco la mujer es ajena a los tópicos, por ejemplo con Claudio continúa el mito del patito feo imperial que se transforma en cisne político (que no físico, claro
), y lo hace de una manera ciertamente conmovedora, aunque sin escamotear algunas contradicciones del personaje.
Claro que, con estas figuras, es difícil no caer en estas cosas dado que el conocimiento que tenemos sobre ellas proviene en gran medida de relatos de una época en la que la historiografia como disciplina 'maomeno' científica ni se concebía. La vida era demasiado corta, y el material (tanto para escribir en él como sobre el que escribir), demasiado escaso para pasársela investigando y contrastando. De manera que lo que había era más bien mezcla de algunos datos presumiblemente reales junto con una ingente cantidad de anécdotas y cotilleos para potenciar la imagen del personaje que quisiera transmitir el autor. Vamos, que cualquier biografía de los emperadores tiene más en común con los escritos de Peter Biskind sobre el Nuevo Hollywood que con un estudio serio. Por eso, los emperadores romanos siempre nos resultarán tan atractivos: son personajes de novela más que personas.
Por suerte, hoy tenemos la arqueología, que puede ayudar a confirmar la base real de algunos datos. También, tenemos una mayor libertad a la hora de querer leer entre líneas y de querer contextualizar las acciones de estos personajes sin miedo a que nos apedreen. Y como son anécdotas jugosas, siempre será un juego divertido. Pero en el fondo, y a no ser que inventemos una máquina del tiempo, siempre toparemos con la misma muralla: qué fue real y qué es pura invención?
Un saludete.