Se diría que este libro intenta responder uno de los grandes interrogantes de todos los tiempos, al menos tal y como lo concibe un resabiado aunque honesto y paciente observador de su medio social como es James; por qué las chicas más guapas y más listas, que lo tienen todo para ser felices, acaban juntándose con los tipos más cretinos, malogrando su vida.
El campo de acción del escritor no es otro que el de la conducta, las decisiones y las relaciones humanas; la materia más común y a la vez más enigmática de la ficción. Los errores que se cometen y se pagan, las buenas intenciones que se saldan con el desastre. Las traiciones y las lealtades, los inevitables equívocos de la interpretación, siempre parcial y sesgada, que hacemos de nosotros mismos y de los demás.
Isabel Archer es una norteamericana abierta, por circunstancias de la vida, a la aventura europea; a conocer gente, tener experiencias, ver mundo. Para ello, no le falta de nada; inteligencia, belleza, sensibilidad, confianza en sí misma, cierta vanidad… y sobre todo, es ajena a prejuicios y costumbres rancias, propias de esa vieja Europa. Por lo tanto, resulta especialmente desolador que alguien como ella acabe tomando los caminos más tortuosos, y más aún cuando casarse sigue siendo la más importante jugada en la vida de una mujer, como en un cuento alejado de todo romanticismo cuya resolución es trágica, pero no a la manera desgarrada de las tragedias que culminan en muerte- Uno en que el príncipe azul es un triste pagafantas, las princesas no tienen siquiera la voluntad de emanciparse de la autoridad paterna y el medio principal hacia la libertad, el económico, puede ser más un impedimento que algo ventajoso.
El interés no siempre se mantiene a lo largo de un desarrollo sumamente pausado, más preocupado por los personajes, sus pensamientos, deducciones, diálogos cruzados a veces cual estocadas, siempre dentro de la mayor sutileza y sin pasarse un milímetro (únicamente hacia el final se desvelan ciertos giros culebronescos que, por otra parte, se podían adivinar con facilidad)…frente a una presencia física de lugares y objetos ligada a las impresiones. La acomodada sociedad de expatriados que se nos presenta se mueve a menudo entre distintas ciudades y capitales europeas, pero sus márgenes son estrechos, ocultando celosamente sus secretos, motivos y estrategias de manipulación.
Diletantes y pretendientes varios, una pareja de villanos de exquisitas maneras, secundarios cómicos (la pedorra amiga periodista), el amigo fiel y desinteresado (¿el propio James?), una aparente loca o idiota, pero conocedora de la verdad de las cosas... aportan cada uno su matiz, y cómo no, su punto de vista, a menudo inesperado y revelador, pues nadie es quien dice ser.
El narrador elegido es una figura de omnisciencia contenida, una primera persona que incluso interpela al lector, tratando de reconstruir para él lo sucedido. Son más las sombras que las luces en un ambiente de palacios ruinosos florentinos, ruinas romanas, iglesias, conventos, fríos salones, en el trazado de un recorrido que va de la inocencia juvenil a la amargura de un matrimonio fallido. La decisión final de Isabel, en apariencia incomprensible (¿coherencia con unos principios, con el camino elegido para bien o para mal? ¿una relación de las hoy llamadas “tóxicas”?), demuestra el respeto del autor por sus razones, las deja a la imaginación… la parte que queda fuera del “retrato” de esta dama.