Tanto los que me conocen personalmente como los lectores habituales de este blog saben que Batman Begins no me pareció, ni mucho menos, una película para entusiasmarse. Su reconcepción adulta y seria del personaje chocaba frontalmente con un guión de David S. Goyer lleno de one-liners y profundidad de cartón piedra, así como con lo ininteligible de las escenas de acción y la ausencia de un auténtico clímax. Pero, afortunadamente, todos esos problemas han pasado a mejor vida en su secuela, que podemos atrevernos a afirmar, sin miedo a equivocarnos, que es la mejor película de superhéroes rodada hasta la fecha. Olvídense de películas simpáticas, pero abiertamente palomiteras, como los últimos acercamientos a personajes Marvel tipo Iron Man o El increíble Hulk. Con El caballero oscuro, Nolan aporta una mirada incisiva, auténticamente reflexiva, sobre la figura del héroe y su responsabilidad cara a la sociedad en la que actúa, en la que se plantean algunos de los interrogantes más suculentos aparecidos en los largos años de existencia comiquera de Batman.
Gran parte del mérito, digámoslo ya, reside en el guión de Jonathan Nolan, no en vano autor de los libretos más interesantes que ha dirigido su hermano, Memento y El truco final (El prestigio). Basándose en el trabajo de los autores que han explorado más a fondo las posibilidades dramáticas del superhéroe, como Frank Miller, Alan Moore o Jeph Loeb, a cuyos trabajos hay referencias más o menos veladas, el escritor despliega unas posibilidades reflexivas casi apabullantes. A cada instante se plantean nuevas cuestiones referidas a la moralidad de las acciones de los personajes (¡e incluso de los mismos ciudadanos de Gotham!), los límites entre bien y mal (o cordura y locura), el compromiso que supone convertirse en el defensor de toda una población, los paralelismos entre superhéroes y villanos... Es prácticamente imposible salir del cine sin plantearse algunos de los dilemas que en el film se despliegan. Atención, sin ir más lejos, a cómo el personaje Harvey Dent acaba simbolizando el enfrentamiento Batman-Joker, sufriendo una manipulación de ambos para llevarlo a su terreno que acaba desembocando en su transformación en Dos Caras.
Lo interesante es que, como ha reconocido el propio Nolan, todo eso está sostenido sobre una puesta en escena abiertamente inspirada en el policíaco a lo Michael Mann, que lleva un poco más allá el realismo de Batman Begins. Así, en los momentos diurnos se suceden imágenes frías, llenas de tonos metálicos y azules que son puro Heat, mientras en las nocturnas hay una cierta calidez, pese al uso de una iluminación muy constrastada, a medio camino entre el cine negro y el cómic. Si le quitáramos a los protagonistas sus vestimentas estrafalarias y sus cachivaches tecnológicos, podríamos estar perfectamente ante un thriller al uso. El protagonismo visual que el director le da a la ciudad es, también, un detalle muy propio de Mann: los amplios ventanales de la mayoría de la estancias, que permiten observar perfectamente el horizonte, hacen que los edificios siempre estén presentes, enmarcando a los personajes, empequeñeciéndolos respecto a la colectividad que les rodea (y relacionándolos, precisamente, con ésta).
Que una película que dura 152 minutos sostenga un ritmo tan constante, tan apabullante, es mérito tanto de Nolan como de su montador, Lee Smith, que realizan un magnífico trabajo al que sólo se le puede poner un pero: la sensación de que la película tiene dos clímax, con el ligero bache narrativo que ello supone. Aun así, el material es tan magnífico que uno enseguida se olvida de semejante irregularidad. Porque, si en Batman Begins el nivel actoral era muy alto, con El caballero oscuro se ha disparado hasta límites estratosféricos. No sólo ha desaparecido el mayor problema del anterior film, Katie Holmes (aquí sustituida por la mucho más interesante Maggie Gyllenhaal), sino que además los dos nuevos actores que se incorporan hacen una labor magnífica. Heath Ledger es quien se llevará los mayores reconocimientos, por desgracia no sólo por su terrorífica interpretación del Joker, pero eso no debería evitar admirar la composición que Aaron Eckhart hace de un papel tan complicado como el de Harvey Dent, al que sabe guiar con mano maestra por todo su camino de ascenso y caída en los abismos del crimen.